
En Escobar, provincia de Buenos Aires, una vivienda de 450 metros cuadrados redefine la relación entre arquitectura contemporánea, filosofía wabi-sabi y entorno natural, al fusionar materiales nobles y diseño a medida para crear un espacio que prioriza lo esencial y lo sensorial.
La obra, conocida como Stamp House, se erige como un manifiesto de integración con el paisaje, donde cada elección material y cada gesto arquitectónico buscan celebrar la imperfección, el paso del tiempo y la conexión emocional con el enclave.
La vivienda, ubicada en el corazón de Puertos en Escobar y desarrollada en dos plantas, se asienta en un contexto rodeado de lagunas y vegetación autóctona.

El volumen superior, envuelto en una celosía de madera vertical, actúa como un velo que filtra la luz y otorga privacidad, sin aislar la casa del paisaje circundante.
Este recurso, además de aportar textura y calidez a la fachada, refuerza un lenguaje sobrio y sereno, donde la presencia de la madera se convierte en un elemento central para la identidad visual del conjunto.

En contraste, el plano inferior de la vivienda se presenta más compacto y contenido. Aquí, los materiales pétreos anclan la casa al terreno, mientras que las aberturas cuidadosamente dispuestas permiten visuales controladas hacia el exterior.

Esta estrategia arquitectónica no solo protege la intimidad de los habitantes, también enmarca vistas específicas del entorno, lo que genera una experiencia visual y emocional que varía a lo largo del día y las estaciones.

La inspiración en la estética wabi-sabi resulta evidente en cada rincón de la casa. Esta filosofía japonesa, que encuentra belleza en la simplicidad, la naturaleza y la imperfección, se traduce en la elección de materiales y acabados.

Las texturas irregulares de la piedra, los vetados del mármol y las maderas sin artificios se convierten en protagonistas de una atmósfera que privilegia lo atemporal sobre lo ostentoso.
La pátina del uso, lejos de ocultarse, se celebra como parte de la historia viva de la vivienda, lo que invita a una contemplación silenciosa y a un disfrute pausado de los espacios.

La materialidad de la Stamp House responde a una búsqueda de honestidad y presencia sensorial. Se priorizaron piedra natural, maderas macizas, mármoles y revestimientos en tonos tierra, todos ellos seleccionados para reforzar la conexión con el entorno.

La paleta cromática neutra, dominada por colores cálidos y terrosos, contribuye a una sensación de calma y permanencia, en sintonía con la arquitectura emocional que define el proyecto.
Cada textura invita al tacto, lo que hace que el habitar la casa se convierta en una experiencia multisensorial.

En el interior, la espacialidad se organiza en torno a una doble altura central, que permite una circulación generosa de luz natural.
Este recurso arquitectónico no solo amplifica la sensación de amplitud, sino que también favorece la ventilación cruzada y la conexión visual entre los distintos ambientes.

Las visuales se abren estratégicamente hacia la laguna, logrando una constante relación visual y emocional con el agua, que actúa como telón de fondo para la vida cotidiana.
El mobiliario a medida y los elementos de interiorismo refuerzan el lenguaje arquitectónico, lo que genera un interior sereno, cálido y elegante, donde cada objeto y cada textura dialogan con el conjunto.

La relación con el exterior constituye uno de los ejes fundamentales de la vivienda. Galerías semicubiertas, patios internos y carpinterías corredizas permiten modular la apertura hacia el paisaje, adaptando la casa a las distintas condiciones climáticas y necesidades de uso.

La galería principal, con vistas plenas a la laguna, se convierte en un espacio central para la vida social y familiar. Equipada con un living y un comedor informal, esta área invita a extender la vida hacia el jardín, la pileta y la relación directa con el agua, borrando los límites entre interior y exterior.

Los espacios de transición, como galerías y patios, adquieren un protagonismo especial en la casa. Estos ámbitos no solo facilitan la integración con el entorno, sino que también ofrecen refugio y sombra, permitiendo disfrutar del paisaje en distintas horas del día y estaciones del año.

Definitivamente, los espacios de transición entre el interior y el exterior son un must en cualquier casa que vive del entorno, consolidando la idea de que la arquitectura puede y debe dialogar con la naturaleza de manera respetuosa y sensible.
Cada detalle de la vivienda responde a una visión integral del diseño, donde la correcta elección de materiales y la atención a las proporciones generan una atmósfera única.

En Leone Loray, el estudio responsable del proyecto, la premisa de que “cada detalle importa” se traduce en una ejecución precisa y en la creación de ambientes que invitan a la pausa y al disfrute consciente.

Esta casa no busca impresionar por su tamaño o por soluciones tecnológicas llamativas, sino por la calidad de sus espacios y la armonía lograda entre arquitectura, paisaje y vida cotidiana.

La vivienda se presenta como un ejemplo de cómo la arquitectura puede generar bienestar y trascender modas, a través del uso consciente de materiales, la integración con la naturaleza y una estética que celebra lo simple.
Una casa pensada para ser vivida con pausa, con los pies descalzos y los sentidos despiertos, donde la atemporalidad y la autenticidad se convierten en valores centrales. La Stamp House, en Puertos de Escobar, representa una invitación a habitar el presente, a reconectar con lo esencial y a experimentar la arquitectura como un arte de vivir.
*Fotos: Imperial Fotografía