Los otros robos en el Museo del Louvre: del carpintero que se llevó La Mona Lisa al misterio de la espada del rey Carlos X

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A lo largo de suA lo largo de su historia, el Museo del Louvre sufrió golpes audaces y atentados contra obras de arte

El Museo del Louvre volvió a ser escenario de un audaz robo. A las 9:30 de la mañana, cuatro encapuchados llegaron en moto hasta la ribera del Sena y, aprovechando una zona en obras, usaron una grúa para acceder al primer piso. Usando pequeñas motosierras, irrumpieron con precisión milimétrica y robaron ocho piezas de las joyas de la colección de la corona francesa y huyeron sin dejar rastros. Fue un golpe rápido y perfectamente calculado.

No es la primera vez que el Louvre protagoniza un capítulo de este tipo. En 1911, la Mona Lisa fue robada por Vincenzo Peruggia, un exempleado que entró disfrazado de trabajador y salió con el cuadro oculto bajo su abrigo. Tardaron más de dos años en recuperarla. En 1998, Le Chemin de Sèvres, de Camille Corot, fue sustraída en pleno horario de visita y nunca volvió a aparecer.

A lo largo de su historia reciente, el Louvre fue escenario de varios robos y desapariciones de obras, algunos de ellos con amplia repercusión internacional y otros resueltos tras años de investigación.

Durante más de un día,Durante más de un día, el robo de la Gioconda pasó inadvertido (REUTERS)

El 21 de agosto de 1911, el Museo del Louvre sufrió un robo que cambió para siempre su historia. Vincenzo Peruggia, un carpintero y vidriero italiano que había trabajado en el museo, decidió sustraer la pintura de La Gioconda alegando que debía regresar a Italia, su país de origen. Conocía el lugar. Él ya no trabajaba allí, pero regresó por la obra de arte: conociendo los rincones del lugar, se ocultó en un guardarropa dentro del museo tras el cierre y, al día siguiente, salió caminando con la pintura escondida bajo la ropa que una vez usó para trabajar en el museo.

La desaparición del lienzo se advirtió casi 24 horas después y fueron Louis Béroud, pintor habitual del Louvre, y el grabador Frédéric Laguillermie quienes llegaron al Salón Carré con la intención de copiar la obra maestra de Leonardo, pero al llegar la Gioconda no estaba.

Creyeron que el lienzo había sido llevado al taller fotográfico Braun & Cie para hacerle unas imágenes, pero luego se confirmó que no estaba allí. La noticia de la desaparición del fresco recorrió París y en horas desató una conmoción internacional.

Vincenzo Peruggia, detenido por elVincenzo Peruggia, detenido por el robo de La Mona Lisa

Tras dos años de ausencia y múltiples especulaciones, Peruggia intentó vender la pintura al marchante Alfredo Geri en Florencia, lo que permitió a las autoridades detenerlo y recuperar la Mona Lisa en enero de 1914. La obra regresó al Louvre y, desde entonces, este episodio no solo fue un golpe para el museo, sino que transformó a la pintura renacentista en un ícono cultural mundial. La fama que adquirió debido al robo hizo que hoy sea la obra más protegida y visitada del museo. Para evitar futuros ataques, se reforzaron las medidas de seguridad, incluyendo la instalación de una vitrina antibalas con control térmico.

Fundado en 1793, el Louvre se consolidó como el museo de arte más visitado del mundo, albergando una vasta colección que va mucho más allá de sus pinturas emblemáticas. En sus salas se exhiben esculturas, piezas arquitectónicas, joyas y objetos de moda, cada uno portador de una historia y un valor incalculable. Esta riqueza cultural convirtió al Louvre en un blanco tanto para manifestaciones como para actos delictivos, y explica la continua actualización de sus sistemas de seguridad.

El robo de la Mona Lisa fue el primer gran llamado de atención, pero no el único. A lo largo de su historia, el Louvre enfrentó hechos delictivos que pusieron a prueba la capacidad del museo para proteger el invaluable patrimonio que resguarda.

El paisaje de Jean-Baptiste CamilleEl paisaje de Jean-Baptiste Camille Corot, parte de la colección del Departamento de Pinturas del Museo del Louvre, París (Registro RF 1352).

Aunque el robo de la Mona Lisa fue el más famoso y trascendental, el Museo del Louvre enfrentó a lo largo del siglo XX y XXI diversos episodios de hurto y ataques que también dejaron una huella profunda en su historia y en la gestión de su seguridad. Estos incidentes demostraron que no solo las obras maestras están en riesgo sino que cualquier objeto de valor —ya sea un cuadro, una joya, una pieza de armadura o un arma histórica— puede convertirse en blanco de delincuentes.

En 1939, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el pequeño lienzo L’Indifférent, de Antoine Watteau, fue robado a plena luz del día, durante el horario de visitas. El autor del hecho, Serge Bogousslavsky, fue identificado y detenido poco después, y la obra recuperada, aunque con algunos daños. El caso generó una fuerte repercusión en la prensa francesa y puso en evidencia, una vez más, la vulnerabilidad del museo incluso en tiempos de relativa calma.

En 1956, la Mona Lisa volvió a estar en peligro, esta vez por partida doble. En un primer incidente, un visitante arrojó una piedra que logró romper el cristal protector y dañar ligeramente la pintura. Ese mismo año, en un ataque independiente, se vertió ácido sobre la parte inferior del lienzo. Estas agresiones motivaron al museo a instalar, por primera vez, un sistema de protección especializado: una vitrina con cristal a prueba de impactos y aislamiento térmico, que aún hoy protege la obra.

El pequeño lienzo L’Indifférent, deEl pequeño lienzo L’Indifférent, de Antoine Watteau, fue robado a plena luz del día, durante el horario de visitas

El 31 de diciembre de 1976, la histórica espada ceremonial del rey Carlos X fue robada de la Galerie d’Apollon. Los asaltantes agredieron a los vigilantes de turno y lograron huir con la valiosa pieza, que hasta hoy permanece desaparecida. El golpe no solo fue violento y simbólico, sino que dejó al descubierto fallas graves en la seguridad de los objetos históricos más expuestos del museo.

En 1983, el Louvre sufrió la desaparición de dos piezas únicas de armadura renacentista del siglo XVI: un casco tipo borgoñón y una coraza con incrustaciones de oro, ambas donadas por la baronesa Salomon Rothschild en 1922. El robo se produjo fuera del horario de apertura al público y durante casi cuatro décadas no hubo rastros de las piezas. En 1998, durante el horario de visita, la pintura Le Chemin de Sèvres, de Jean-Baptiste Camille Corot, fue sustraída directamente de la sala de exhibición sin que el personal de seguridad se diera cuenta en el momento. La desaparición de la obra, valorada en varios cientos de miles de euros, se descubrió solo cuando se realizó un recuento de las piezas expuestas. A pesar de las investigaciones policiales y la colaboración internacional, la pintura nunca volvió a aparecer, lo que transformó el caso en uno de los enigmas sin resolver más relevantes relacionados con la seguridad del museo. Este incidente reforzó la necesidad de modernizar los sistemas de vigilancia y revisión interna del Louvre.

En 2021, tras la alerta de un experto en antigüedades, ambas fueron localizadas en Burdeos, donde formaban parte de una herencia privada. Su recuperación fue celebrada como un logro en la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales y destacó la importancia de la cooperación internacional en estos casos. Entre 1994 y 1995 se registraron una serie de hurtos menores, que incluyeron la desaparición de armas históricas y pequeños objetos decorativos. En ese periodo, una pintura también resultó dañada con un cúter durante el horario de visita. Aunque estos incidentes no alcanzaron la repercusión mediática de robos anteriores, generaron preocupación interna y llevaron a auditorías, revisión de accesos y un refuerzo significativo de los sistemas de inventario.

Juego de joyas con zafirosJuego de joyas con zafiros perteneciente a la reina María Amelia, parte de la colección patrimonial francesa que estuvo expuesta en la Galería Apolo del Museo del Louvre

En los últimos años, el museo también enfrentó intentos de robos frustrados, especialmente durante exposiciones temporales de alta demanda que incluían joyas, manuscritos y piezas arqueológicas. En más de una ocasión, el personal de seguridad logró detener a los delincuentes antes de que alcanzaran su objetivo, gracias a la implementación de alarmas de última tecnología y el aumento de patrullajes internos.

A estos hechos se suman las pérdidas de objetos durante periodos de guerra y crisis, particularmente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando cientos de piezas fueron trasladadas, escondidas o confiscadas para evitar su saqueo. En muchos casos, las obras desaparecieron sin dejar rastro y aún hoy es difícil determinar si se trató de robos, pérdidas accidentales o traslados nunca documentados. La falta de registros precisos de aquel período deja una zona gris en la historia del museo.

Aunque el Louvre vio pasar imperios, invasiones, conflictos mundiales y transformaciones culturales profundas, aún hoy su mayor amenaza sigue siendo la astucia de quienes buscan apropiarse de lo que pertenece a todos. Cada robo, desde el más célebre hasta el más silencioso, deja su marca y obliga al museo a reinventar su seguridad para lograr que el arte que guarda siga siendo mundial.

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