
Desde 2022, se han reportado más de 1.200 brotes de influenza aviar altamente patógena (IAAP) en América Latina y el Caribe, afectando a aves de corral, aves silvestres, mamíferos marinos y animales domésticos. También se han confirmado infecciones humanas en México, Chile y Ecuador. En los últimos meses, Argentina, Colombia, México, Panamá, Perú y Puerto Rico han informado nuevos casos.
El virus se mueve con la migración natural de las aves silvestres, desplazándose por las rutas del Pacífico, el Atlántico y América Central, que conectan ecosistemas desde Canadá hasta Tierra del Fuego.
En la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estamos monitoreando una crisis que se expande rápidamente. Desde 2003, la IAAP se ha reportado en más de 135 países y territorios, y se ha propagado a al menos 60 especies de mamíferos terrestres y 20 especies marinas, incluidos bovinos lecheros, ovejas y animales de compañía. También aumentan los casos humanos, lo que subraya el riesgo que este virus representa más allá del sector avícola.
En Estados Unidos, la magnitud es alarmante. Más de 100 millones de aves domésticas se han visto afectadas. Hasta abril de 2025, se ha detectado influenza aviar H5N1 en 989 rebaños lecheros de 17 estados, con 70 casos humanos confirmados, principalmente en personas expuestas a animales infectados.

El virus ha cruzado barreras de especies: de aves a zorros, focas, gatos y ahora ganado lechero, con profundas implicancias económicas, agrícolas y comerciales. La aparición de infecciones en bovinos ha afectado el sector agropecuario y ha provocado restricciones de movimiento en las principales regiones lecheras. La detección de H5N1 en el ganado es un hecho significativo que ha renovado la atención sobre la necesidad de fortalecer la bioseguridad, la vigilancia, la capacidad veterinaria y la resiliencia de los sistemas de producción alimentaria en toda América.
Se trata de una crisis alimentaria, sanitaria y ecológica: interconectada, acelerada y que supera la capacidad de respuestas aisladas.

La producción avícola es un pilar fundamental de la seguridad alimentaria en las Américas. Sostiene a millones de pequeños y medianos productores, impulsa el comercio y garantiza proteínas en la dieta de millones de familias. Sin embargo, muchos sistemas familiares y de pequeña escala permanecen desprotegidos. Sin apoyo coordinado, corren el riesgo de convertirse en puntos de entrada para brotes aún más peligrosos.

Las estrategias nacionales de prevención y contención son esenciales, pero no suficientes. Un virus que se desplaza por rutas migratorias que abarcan continentes exige una respuesta de igual alcance. Los esfuerzos fragmentados, país por país, implican riesgos de detección tardía, contención inconsistente y efectos en cascada sobre la agricultura, el comercio y la salud pública. Lo que se necesita ahora, es más, no menos, coordinación internacional, liderazgo decidido e inversión sostenida en los sistemas de sanidad animal. Se requiere contar con una sólida alianza público-privada antes de que la crisis se descontrole.
Sabemos cómo responder. Las inversiones en bioseguridad, vigilancia, sistemas de alerta temprana y capacidad veterinaria local han demostrado ser eficaces en los países que las han adoptado. Entre 2023 y 2024, los equipos de sanidad animal de la FAO trabajaron en más de 50 países y ayudaron a controlar más de 440 brotes de enfermedades animales transfronterizas, incluida la influenza aviar, de manera rápida, rentable y en estrecha coordinación con las autoridades nacionales. En América Latina, la FAO lanzó programas de emergencia en once países, desde Argentina hasta Honduras, para desplegar herramientas de detección temprana y fortalecer la respuesta local. En Estados Unidos, nuevos esfuerzos para reforzar la bioseguridad en las granjas han comenzado a estabilizar los precios de los huevos y dar confianza a los consumidores.

Estos esfuerzos van en la dirección correcta, pero deben estar conectados.
Durante más de dos décadas, la FAO ha apoyado a los países para hacer frente a la influenza aviar. Ese trabajo no solo es un acto de solidaridad global. Es una inversión directa para proteger los sistemas alimentarios, las economías y la salud pública.
Ningún país puede detenerla por sí solo. Pero juntos, los países de las Américas pueden construir sistemas más inteligentes, rápidos y resilientes para contenerla.
*Beth Bechdol es directora general adjunta de la FAO y Máximo Torero es economista jefe de la FAO y representante regional interino para América Latina y el Caribe.