
En la primavera de 2021, dos alumnos de Kasper Rønnow, docente del instituto Lindenborg, en Dinamarca, hallaron un polluelo de cuervo abandonado, escondido entre un montón de hojas secas al pie de un árbol. “En realidad pensé que los padres probablemente vendrían a buscarlo”, declaró Rønnow al periódico danés Sjællandske Nyheder, pero al ver que el día llegaba a su fin y el animal permanecía en el mismo sitio, tomó la decisión de llevarlo a casa.
El polluelo pasó la primera noche en el garaje del profesor. Durante varios días, Rønnow repitió la misma rutina: lo llevaba al instituto por la mañana y lo devolvía al lugar donde lo recogió inicialmente, con la esperanza de que sus padres aparecieran. Si no lo hacían, se lo llevaba de nuevo. Para el viernes, sin embargo, el ave seguía sin ser reclamada, por lo que Rønnow decidió quedarse con ella durante el fin de semana y, eventualmente, permitir su presencia habitual en el aula, donde lo dejaba frente a la ventana mientras impartía clases.
El ave, nombrada posteriormente “Klaus”, pronto comenzó a mostrar un comportamiento sociable, tocaba el cristal durante las clases y observaba el interior con curiosidad. “No es necesariamente lo mejor adoptar un polluelo, y eso se lo expliqué a mis estudiantes. No es algo que recomendaría a nadie”, explicó Rønnow. “Adopté a Klaus porque estoy bastante seguro de que no tenía padres que lo cuidaran”.

La sospecha del profesor no era infundada, según relató a Sjællandske Nyheder, Klaus no posee plumas en la cola, un defecto congénito que, en el mundo natural, suele derivar en el rechazo por parte de los progenitores. “Es seguro que no habría sobrevivido en la naturaleza. Aquí conmigo puede hacerlo, y espero que algún día le crezcan las plumas para que pueda vivir en libertad”, añadió.
Con el paso del tiempo, Klaus comenzó a ausentarse por largos períodos, lo que Rønnow interpretó como un posible intento del ave por encontrar una bandada con la cual integrarse. “La primera vez que Klaus no vino cuando lo llamé, me puse muy nervioso y pensé que se había ido a algún sitio”, confesó. Aquella noche, al ver que llovía y anochecía, salió a buscarlo por la zona. “La gente debió pensar que estaba loco, pero uno se encariña con ellos”, dijo.
Finalmente, localizó a Klaus graznando en un tejado, lo llevó de regreso a casa y lo secó con una secadora de cabello. “Siempre quise que fuera un pájaro libre. Pero también se le permite hacer cosas que no les pasarían a las aves salvajes, como secarse con un secador de pelo”, relató al medio danés.

Con el tiempo, Klaus fue integrándose cada vez más a la rutina familiar. Rønnow asegura que el cuervo no solo reconoce a los miembros del hogar, sino que también juega activamente con sus hijos. “Nunca me imaginé que nos encariñaríamos tanto con él, pero ha conquistado a la familia”, afirmó.
Una de las actividades favoritas del ave es jugar al tira y afloja con el hijo del profesor. “Mi hijo le da algo a Klaus y luego tiene que intentar quitárselo. Es claramente un juego, porque Klaus salta en lugar de volar y hace muchos ruidos simpáticos. Y cuando mi hijo lo atrapa, se pone de lado e intenta mordisquearlo suavemente con el pico, como si fuera un cachorrito”.
Pese a la conexión emocional que formaron, Rønnow es consciente de que Klaus pertenece a una especie que suele vivir en grupo. “Los cuervos prefieren estar en bandada, y él no ha tenido la oportunidad de encontrarlo. Imagino que eso es lo que busca cuando se va”, señaló. La gran incógnita, admite, es saber si el ave regresa por necesidad o por apego: “¿Pero regresa a casa porque no puede ganarse la vida o porque nos extraña? No lo sé”.
A pesar de esa incertidumbre, aunque no se conoce el desenlace de la historia, el profesor dijo estar preparado para el momento en que Klaus no volviera. Hasta que llegara ese momento, aseguró que continuaría disfrutando del vínculo forjado con aquel pequeño cuervo negro que, por circunstancias del destino, no pudo volver a su nido, pero encontró refugio en un hogar humano.