El encuentro será en noviembre en ColombiaPara las relaciones euro-latinoamericanas este es un momento de inflexión estratégica. Desafíos globales, oportunidades, revolución tecnológica, disputa hegemónica, riesgos existenciales, un multilateralismo debilitado, amenazas a la democracia, paz, seguridad y cooperación en retroceso, afectan el presente y el futuro de ambas regiones, aunque sea en distinto grado e intensidad. Se requiere claridad prospectiva para entender que cada región por sí sola no está en condiciones de enfrentar un escenario tan complejo, incierto, contradictorio e inestable.
Esto es evidente en el caso de América Latina y el Caribe, pero también lo es en el caso de la Unión Europea (UE), cuya capacidad económica, comercial y tecnológica, unidas a su debilidad política y estratégica en comparación con los dos gigantes que se disputan la hegemonía global, es insuficiente y la ponen en un papel geopolítico y geoeconómico secundario.
Duele decirlo, porque Europa ha sido y debe seguir siéndolo para nosotros, un referente en valores esenciales como los derechos humanos, la democracia, la educación y la protección social. Pero juntos somos relevantes y más fuertes en el contexto mundial y en el sistema multilateral, y por eso se hace necesario profundizar y ampliar nuestros vínculos, dando un salto cualitativo en las relaciones, pasando de la actual Asociación Estratégica del Siglo XX a una nueva Alianza Política para el Siglo XXI.
Para proyectar nuestra alianza más allá de la asociación actual, debemos volver a los orígenes cuando declarábamos que nos uníamos política, económica y cooperativamente para “construir juntos el futuro como actores globales”. Lo que era una potente visión de futuro y un leit motiv estratégico en 1999, lo es más aún al entrar en el segundo cuarto del siglo XXI.
Pero en la última década, las relaciones han ido perdiendo densidad, intensidad y profundidad estratégica. La cooperación y las inversiones, con una retórica reiterativa sobre historia e intereses, no son suficientes para concretar un proyecto geopolítico común, que es lo que necesitamos. Menos aun cuando además se ha generado un cierto desacople en los valores comunes reivindicados y dados por hecho, como el multilateralismo, la paz y la seguridad, el comercio internacional y por cierto la democracia.
Los intereses comunes -centrados muy gráficamente en los negocios durante la III Cumbre CELAC-UE el 2023- no son suficientes. Los negocios son siempre volátiles y cambian según cambian las circunstancias. Los valores son permanentes y los hemos desatendido. Es preciso fortalecer la comunidad de valores para solidificar un proyecto de futuro común que a su vez sea la contribución de nuestras dos regiones -las dos más compatibles en el mundo- a la construcción de un nuevo orden internacional que preserve los principios fundacionales con un multilateralismo inclusivo y eficaz.
Sin esos valores, todo orden basado en la fuerza y la amenaza será precario e incierto, como se está demostrando en estos mismos días. La seducción del comercio chino -que ha desplazado a la UE al tercer lugar- y sus inversiones en sectores críticos, las incursiones rusas en igual sentido, van acompañados de ciertos valores y mensajes que ponen en duda la solidez de los principios en los que se ha basado el orden internacional de los últimos 80 años y las relaciones entre Europa y América Latina.
Por eso, los resultados de la próxima reunión en Santa Marta, Colombia (el 9 y 10 de noviembre) de las jefas y jefes de estado y de gobierno de los 33 países miembros de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), y los 27 de la Unión Europea (UE) son cruciales.
Según la última reunión de cancilleres en Nueva York, la Cumbre UE-CELAC sería una oportunidad clave para consolidar la alianza en torno a la “triple transición”: verde, digital y social, y avanzar conjuntamente en prioridades compartidas como la defensa de la democracia, la reforma del multilateralismo y el fortalecimiento de un orden internacional basado en normas. Asimismo, para fortalecer la cooperación en la acción climática, la transición energética, las interconexiones regionales, la digitalización, la seguridad alimentaria, la autosuficiencia sanitaria, la justicia social e inclusión, la igualdad de género, la educación, la ciencia y la tecnología.
Si todo ello responde a una genuina voluntad política y constituye una base para una alianza política que nos comprometa a trabajar juntos para construir el futuro como actores globales, la IV Cumbre CELAC-UE habrá marcado un futuro esperanzador. De lo contrario, si responde solamente a más de lo mismo y a una proyección lineal del presente, será igual a no avanzar y el futuro lo construirán otros.
hace 7 horas
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