En una nueva edición de El Puente, el ciclo de entrevistas de Infobae conducido por Julieta Puente, se abordó el fenómeno de la infidelidad desde una perspectiva experta. En esta oportunidad, la psicóloga y escritora Celia Antonini respondió a los principales interrogantes.
La especialista profundizó en las diferencias individuales, las motivaciones internas y la influencia de los valores personales en la conducta amorosa. De esta manera, desarmó mitos y repasó los procesos cerebrales que intervienen en los vínculos afectivos.
De acuerdo con las declaraciones de Antonini, las diferencias frente a la infidelidad surgen, en muchos casos, del concepto personal de lo correcto y lo incorrecto. “Cuando una persona está en pareja, hace un contrato, por decirlo de alguna manera. Hay quienes pueden romper ese contrato y otros que no, sin importar lo que deseen”, explicó la profesional. Para muchas personas, la línea moral es infranqueable, mientras que otras “pueden volver a la pareja y dormir como si nada, aun cuando hayan sido infieles”.

Según indicó, la clave no está solo en el deseo, sino en la capacidad de cada individuo de tolerar sus propios límites y valores. “Hay personas que aunque lo piensen, no pueden ser infieles, porque sienten que están rompiendo con algo esencial para sí mismas”, remarcó la psicóloga. La especialista sostuvo que, desde lo biológico, el ser humano está preparado para vincularse con otras personas y no con la misma pareja toda la vida. “Esto es un tema más cultural”, puntualizó Antonini.
La diferencia entre el pensamiento y la acción la marcan la moral y los propios códigos personales: “No es lo mismo lo que se siente o se piensa que lo que finalmente uno decide hacer. Hay quienes sienten culpa solo de pensar en alguien más y quienes logran justificarse cualquier acción”.
La psicóloga describió cómo tres circuitos cerebrales distintos participan en las relaciones: el deseo sexual, el enamoramiento y el apego. “El circuito de la lujuria es el deseo de tener sexo con una persona, solamente sexo, sin conexión emocional. Es el instinto”, señaló.
El segundo, impulsado por la dopamina, corresponde al amor romántico. Según la especialista, “en ese momento estamos todo el tiempo pensando en la persona de la que nos enamoramos, tenemos obsesión, estamos ansiosos de verlo”. Sin embargo, advirtió que tiene fecha de vencimiento. “Dura un máximo de cuatro años. Puede ser menos, un mes, tres meses, un año. Luego, ya no está esa desesperación por ver al otro”, especificó.

En una tercera etapa, el vínculo pasa a estar determinado por un circuito asociado a la oxitocina, que sostiene un amor mucho más profundo y estable. “Ya no salís corriendo para verlo. Lo que une ahora es un proyecto en conjunto, una trayectoria compartida. Es un amor mucho más profundo, pero más calmo”, agregó Antonini.
La definición de infidelidad varía según la mirada de cada persona. Antonini señaló que, para algunos, el acto físico es fundamental, mientras que otros consideran que el coqueteo o el simple intercambio de mensajes también implica traición. “Que alguien desee a otra persona en algún momento de su vida en pareja es evolutivamente esperable. El punto es si lo llevás a la acción o no. Muchas personas lo desean y no lo hacen por lealtad”, explicó.
La psicóloga añadió que para quienes tienen un fuerte sentimiento de responsabilidad moral, la culpa opera como un freno. “No hay ningún infiel que esté lleno de culpa. La gente que es infiel no siente culpa porque, si la sintiera, no podría hacerlo”, remarcó. El mecanismo de la justificación, según Antonini, es común: “El ser humano justifica siempre las conductas que tiene para poder convivir con ellas”.

Consultada sobre el momento en que la infidelidad irrumpe en la vida de las parejas, la psicóloga explicó que esto suele ocurrir cuando pierde fuerza el amor apasionado inicial. “El cerebro desea lo que no posee”, afirmó. La ausencia de cortejo y seducción en etapas maduras abre la posibilidad de buscar fuera de la pareja lo que se experimentó al principio. “Ya no está la ebullición continua del principio y mucha gente quiere revivirla fuera de la pareja. Se puede renovar de a ratos, pero ya no es igual”, expresó.
Antonini respondió sobre si una persona infiel mantiene ese patrón de por vida. Según la psicóloga, quienes actúan de ese modo de manera recurrente, a menudo presentan rasgos narcisistas y priorizan su bienestar personal: “Se priorizan a sí mismas y acomodan la realidad para justificarse. La infidelidad es engañar y romper el contrato”.

La especialista advirtió que, en esos casos, el engaño va acompañado de una capacidad para minimizar el sufrimiento ajeno y construir justificaciones propias. “El infiel sabe que miente, pero logra presentarse ante el otro como una persona leal”, apuntó. También se refirió a esos mecanismos internos: “No lo hacen por accidente, tienen la habilidad de acomodar todo en la cabeza para sentir que su conducta tiene sentido”.
El impacto emocional de la infidelidad, remarcó Antonini, es profundo. “El engaño es lo más doloroso, es lo que más lastima. El rechazo y el no sentirse querido encienden el circuito cerebral del dolor”. Además, destacó que la traición no responde a conductas de la persona engañada: “No es la persona engañada la responsable. El que engaña lo hace por sus propios códigos y porque puede acomodar las situaciones en su cabeza para seguir adelante”.