A comienzos de los años 80, Sylvester Stallone ya se perfilaba como una figura central del cine estadounidense tras el éxito arrollador de Rocky. Pero fue con Rambo cuando afianzó su lugar como ícono del cine de acción. Sin embargo, detrás de ese triunfo se esconde una historia poco conocida: la elección fallida de un actor reconocido para un papel clave, sus enfrentamientos con el equipo y cómo su partida forzada terminaron beneficiando al proyecto.
En 1982, el actor Sylvester Stallone alcanzó un nuevo hito en su carrera con Rambo (First Blood), donde encarnó a John Rambo, un veterano de guerra atormentado que se enfrenta a la hostilidad de un pequeño pueblo. Con este papel, Stallone no solo consolidó su figura como emblema del cine de acción, sino que también demostró una capacidad determinante de influir en los proyectos que protagonizaba. A tal punto que, antes de que comenzara el rodaje, impuso una condición decisiva: reescribir el guion junto al director Ted Kotcheff, intervención que luego sería considerada “crucial” por el propio realizador.
La construcción del universo de Rambo requería algo más que un protagonista convincente. Para el papel del coronel Sam Trautman, mentor de Rambo y figura clave dentro de la narrativa, la producción apuntó alto. El elegido fue Kirk Douglas, ícono absoluto de la era dorada de Hollywood, cuya trayectoria imponía respeto. Stallone lo admiraba profundamente, y el propio Douglas quedó impresionado por el guion. Todo indicaba que la incorporación sería un acierto tanto artístico como comercial.
Pero lo que prometía ser una colaboración estelar se desmoronó en cuestión de días. Al llegar al set, Douglas sorprendió al equipo al mostrar una actitud que distaba de la humildad esperada. Según lo relatado por Ted Kotcheff en el número 9 de Première Classics, apenas instalado, el actor empezó a exigir modificaciones sustanciales en sus líneas de diálogo. Esto generó una tensión inmediata, ya que durante las negociaciones previas Douglas no había mencionado ningún desacuerdo con el guion.

Las fricciones se intensificaron rápidamente. El director quedó desconcertado por una conducta que describió como “exasperante”: Douglas hablaba de sí mismo en tercera persona y cuestionaba cada línea que debía interpretar. “Le oía repetir una y otra vez: ‘Kirk no dice esta línea, a Kirk no le gusta este diálogo’”, relató Kotcheff.
La situación se volvió aún más insostenible cuando el actor comenzó a sugerir alteraciones que implicaban arrebatar líneas de diálogo a otros personajes. “Peor aún, quería robarle el diálogo a los demás personajes”, afirmó el director. Y agregó con ironía: “Hizo sugerencias muy cursis, como si estuviéramos rodando una película B de los años 40”.
A pesar del malestar, el equipo intentó sostener el vínculo. Se aceptaron algunos de los cambios propuestos, con la esperanza de avanzar en el rodaje. Pero la inconformidad de Douglas persistía, y su comportamiento ralentizaba la producción. Los productores Andrew Vajna y Mario Kassar tomaron nota del conflicto cuando Kotcheff les explicó que la dinámica con Douglas implicaría una demora de al menos dos semanas. “Realmente nos va a costar dos semanas extras de rodaje porque tengo que negociar para que diga cada una de sus líneas”, fue el diagnóstico del director.
La presión sobre el cronograma y el costo adicional derivaron en un ultimátum: o Douglas aceptaba interpretar el papel según el guion, sin más cambios, o abandonaba la película. El actor no dudó. “Kirk se va”, anunció sin rodeos.

La producción se vio obligada a reaccionar con celeridad. El reemplazo elegido fue Richard Crenna, un actor experimentado pero sin la celebridad ni el peso simbólico de Douglas. El cambio, lejos de afectar el resultado, trajo consigo una ventaja inesperada: estabilidad. Crenna se adaptó con profesionalismo al personaje del coronel Trautman, aportando una interpretación contenida que complementó con precisión el dramatismo del relato.

Contra todo pronóstico, Rambo se convirtió en un éxito rotundo a nivel internacional. Más allá del carisma de Stallone y la fuerza del personaje de Rambo, la película funcionó como un engranaje narrativo perfectamente calibrado. En retrospectiva, la salida de Kirk Douglas no solo evitó un rodaje plagado de tensiones, sino que facilitó una cohesión creativa que contribuyó al impacto final del film. La figura de Rambo pasó a formar parte del imaginario colectivo global, mientras que Crenna encontró en Trautman uno de los roles más recordados de su carrera.
La anécdota ilustra cómo el cine, incluso con nombres rutilantes y egos monumentales, sigue siendo un arte de colaboración. Y, como demostró Stallone desde Rocky, también un terreno donde la determinación puede reescribir los finales previstos.