
La Fórmula 1 enfrenta un momento bisagra respecto de su futuro reglamento técnico para 2026, luego de que se revelara que podría reducirse la potencia eléctrica en los motores híbridos. Se está evaluando una propuesta para disminuir la capacidad de 350 kW a 200 kW, lo que equivaldría a una reducción de aproximadamente 200 caballos de fuerza, hoy comprendidos en un total de 1.000 HP.
Este posible cambio pone en entredicho el principio fundamental que guió la creación de las normativas: una distribución equitativa del 50% entre la potencia de combustión interna y la potencia eléctrica. Aunque esa reducción de potencia y la quita de aditamentos aerodinámicos llevaría a que los autos pierdan velocidad y, según estimaciones virtuales, serían más lentos en las curvas que los actuales coches de Fórmula 2.
El debate sobre esta modificación surge como una admisión implícita de que las regulaciones actuales presentan defectos estructurales. Aunque la propuesta aún no ha sido aprobada, su mera consideración refleja las dificultades que han surgido desde la concepción de estas reglas. Según The Race, el problema radica en la incapacidad de garantizar un suministro energético suficiente para mantener el rendimiento esperado de los monoplazas, un desafío que ya se había identificado desde el inicio del desarrollo normativo.
El reglamento técnico para 2026 se diseñó con la intención de equilibrar la potencia entre el motor de combustión interna y el sistema eléctrico, promoviendo una mayor sostenibilidad y eficiencia energética. Sin embargo, la posibilidad de que este principio sea modificado, incluso de manera temporal y solo durante las carreras, pone en duda la viabilidad de las decisiones tomadas hasta ahora. El mencionado sitio especializado plantea que si este cambio se implementa, significaría que las concesiones realizadas en el diseño de los chasis y neumáticos, así como en otros aspectos técnicos, habrían sido en vano.

El impacto de estas decisiones no se limita únicamente al rendimiento de los motores. La normativa también exigió modificaciones significativas en el diseño de los monoplazas, priorizando la reducción de peso y tamaño, así como la mejora de la aerodinámica. Estas medidas, aunque necesarias para cumplir con los objetivos iniciales, han generado críticas dentro del sector, especialmente en lo que respecta a la competitividad de los vehículos y la experiencia de los pilotos.
Los cambios también apuntan a reducir el tamaño de los autos y neumáticos. Uno de los mayores desafíos ha sido garantizar que los monoplazas mantengan velocidades competitivas, a pesar de las restricciones impuestas por las nuevas normativas. Para lograrlo, se introdujo un sistema que permite reducir drásticamente la resistencia aerodinámica en las rectas, mientras se mantiene la estabilidad en las curvas. Además, se solicitó a Pirelli, proveedor oficial de neumáticos de la F1, que contribuyera a este objetivo reduciendo el ancho de los neumáticos en 25 mm en el eje delantero y 30 mm en el trasero, lo que representa una disminución del 8,2 % y 7,4 %, respectivamente. Estas modificaciones buscan mantener el nivel de agarre necesario, pero han generado cuestionamientos sobre la superficie de contacto y su impacto en el rendimiento general.
Los cambios se justificaron en su momento como parte del esfuerzo por alcanzar el equilibrio de potencia 50/50. Sin embargo, si el motor eléctrico no puede operar a plena capacidad durante las carreras, la validez de estas concesiones queda en entredicho. La situación podría haberse evitado en la etapa de diseño inicial, por ejemplo, permitiendo la captación de energía del eje delantero. No obstante, esta opción fue descartada por temor a que favoreciera a fabricantes con experiencia previa en esta tecnología, como Audi.
Aunque la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ha trabajado arduamente para equilibrar las demandas de las distintas partes interesadas, el diseño del reglamento ha enfrentado críticas tanto de equipos como de expertos en la industria. Según Nikolas Tombazis, director de monoplazas de la FIA, el paquete de reglas propuesto para 2026 tiene como objetivo garantizar carreras emocionantes y competitivas. Sin embargo, el hecho de que se esté considerando un cambio tan significativo en el sistema de propulsión sugiere que los compromisos asumidos hasta ahora podrían no ser suficientes para cumplir con las expectativas.

Los fabricantes también han desempeñado un papel crucial en este proceso. Sus intereses y prioridades han influido en las decisiones regulatorias, lo que ha complicado aún más la tarea de diseñar un reglamento que satisfaga a todas las partes. Si finalmente se decide revertir el principio de la distribución de potencia 50/50, incluso de manera parcial, las modificaciones realizadas en los autos y neumáticos podrían perder su justificación, generando un impacto profundo en el desarrollo de la categoría.
Con este panorama, la posibilidad de reducir la potencia eléctrica de los motores híbridos plantea interrogantes sobre el rumbo que tomará la F1 en los próximos años. Aunque la propuesta busca abordar problemas específicos relacionados con el suministro energético y el rendimiento en pista, también pone de manifiesto las limitaciones del enfoque adoptado hasta ahora.
A medida que se acerca 2026, la F1 enfrenta el desafío de encontrar un equilibrio entre la sostenibilidad, la innovación tecnológica y la competitividad en pista. Las decisiones que se tomen en los próximos meses serán cruciales para definir el futuro de la categoría y su capacidad para mantenerse como la cúspide del automovilismo mundial.