
El huracán Gabrielle se fortaleció rápidamente hasta alcanzar la categoría 3 en el Atlántico, presentando vientos máximos sostenidos de 191 km/h (120 mph) y manteniéndose como una amenaza importante para la navegación marítima y las costas, aunque sin previsión de impacto directo sobre tierra. El Centro Nacional de Huracanes (NHC) en Miami reportó que el fenómeno se ubicaba aproximadamente a 290 kilómetros al sureste de Bermuda, desplazándose hacia el norte a una velocidad de 16 km/h (10 mph), mientras se mantenía lejos de las zonas costeras más pobladas.
A pesar de que Gabrielle no representa una amenaza inmediata para centros urbanos, sus efectos ya se sienten en forma de marejadas en las costas de Bermuda, así como en la costa este de Estados Unidos, desde Carolina del Norte hasta Canadá. El Centro Nacional de Huracanes advirtió sobre condiciones de “oleaje letal y corrientes de resaca”, por lo que las autoridades locales recomendaron a la población mantenerse atenta a los pronósticos y advertencias de los organismos oficiales.
Se espera que el núcleo del huracán permanezca al este de Bermuda y posteriormente se desplace hacia el noroeste antes de debilitarse por condiciones atmosféricas menos favorables en los días siguientes. La intensificación de Gabrielle se produjo sobre aguas cálidas del Atlántico, lo que propició su paso de categoría 1 a 3 en pocas horas. El NHC informó que los vientos huracanados se extienden hasta 48 kilómetros del centro del sistema, mientras que los vientos con fuerza de tormenta tropical llegan a 225 kilómetros.

El huracán Gabrielle nació como tormenta tropical el 17 de septiembre antes de convertirse en huracán el domingo siguiente. En el Pacífico, una nueva tormenta, bautizada como Narda, se localizaba al sur-sureste de Manzanillo, México, generando precipitaciones de hasta 10 centímetros en las zonas costeras mexicanas y presentando vientos sostenidos de 80 km/h (50 mph). Los meteorólogos prevén que Narda podría avanzar hacia la categoría de huracán en las próximas 24 horas.
La temporada de huracanes presenta un repunte habitual en el mes de septiembre, cuando ocurren aproximadamente el 60% de los eventos anuales en la cuenca atlántica, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). La agencia actualizó recientemente su pronóstico para anticipar la formación de entre 13 y 18 tormentas con nombre en 2025, de las cuales cinco podrían alcanzar la categoría de huracán o superior.
El NHC observó la aparición de al menos dos disturbios tropicales adicionales con potencial de desarrollo ciclónico: uno cerca de las islas Cabo Verde con una probabilidad de desarrollo del 60%, y otro al este de las Antillas Menores, con posibilidades inferiores pero capacidad para ocasionar lluvias y rachas de viento en las islas barlovento.

Los pronósticos del NHC estiman que otro sistema designado como el 60% naranja podría evolucionar hasta convertirse en la tormenta Humberto durante la próxima semana, siguiendo una trayectoria similar a la de Gabrielle. El huracán Erin, anterior a Gabrielle, también fue motivo de evacuaciones y cierre de playas a lo largo de la costa este estadounidense, como recordatorio del impacto indirecto que pueden tener estos sistemas sobre regiones costeras.
De acuerdo a la NOAA, los huracanes en el Atlántico se identifican como ciclones tropicales cuyas ráfagas sostenidas superan los 119 km/h (74 mph). El término “huracán” se aplica en el Atlántico norte, el Pacífico norte central y el Pacífico este; mientras que el término “tifón” se reserva para aquellos del Pacífico noroccidental y “ciclón tropical” se utiliza de manera general en otras regiones. Los ciclones se clasifican según la velocidad del viento: depresión tropical (menos de 63 km/h), tormenta tropical (63-117 km/h) y huracán (más de 119 km/h).