La princesa Beatriz y su hermana la princesa Eugenia de York. (Getty Images)El reinado de Carlos III continúa marcando una línea de firmeza y renovación dentro de la monarquía británica. En su más reciente movimiento, el monarca ha decidido despojar a su hermano menor, el príncipe Andrés, de todos sus títulos y tratamientos reales, un gesto que simboliza su exclusión definitiva del corazón de la Casa de Windsor.
A partir de ahora, el hasta hace poco duque de York será conocido simplemente como Andrew Mountbatten-Windsor, una denominación que lo sitúa fuera de la estructura institucional de la familia real. La medida se interpreta como un paso más en la estrategia de “limpieza” que el soberano ha impulsado desde su ascenso al trono.
El cambio llega acompañado de un cambio de residencia, ya que Andrés debe abandonar el Royal Lodge, la mansión que compartía con su exesposa, Sarah Ferguson, para trasladarse a un hogar más modesto. Este desplazamiento físico refleja también un descenso simbólico en el escalafón familiar. A ojos del rey, no caben privilegios ni excepciones cuando se trata de preservar la integridad de la institución. Ahora todas las miradas apuntan a sus hijas, Beatriz y Eugenia de York.
Tras conocerse la decisión, surgieron rumores sobre las posibles consecuencias para Beatriz y Eugenia de York, hijas de Andrés. Sin embargo, su estatus permanece intacto. Ambas conservan el título de princesas de sangre real, otorgado por la patente firmada por Jorge V en 1917, que garantiza el rango de Alteza Real a los nietos del monarca reinante. Este derecho no depende de la situación de su padre y, por tanto, no puede ser revocado.
Además, ninguna de las dos ha protagonizado controversias que comprometan la imagen de la institución, lo que las mantiene fuera de cualquier ajuste dentro de la familia. No como su padre, su imagen se dañó principalmente por su implicación en el caso Epstein, un escándalo que no solo arruinó su reputación pública, sino que lo convirtió en un problema irresoluble para la monarquía.
Aunque la reina Isabel II lo protegió hasta donde pudo, su hijo y sucesor ha optado por un enfoque más pragmático: mantenerle la dignidad personal, pero eliminar toda conexión institucional.
La otra protagonista involuntaria de este nuevo capítulo es Sarah Ferguson, exesposa de Andrés, quien atraviesa un momento particularmente complicado. En los últimos días, ha salido a la luz un correo electrónico de 2011 dirigido a Jeffrey Epstein, en el que lo describía como un “amigo fiel, generoso y supremo”, pese a haber asegurado públicamente que había cortado todo contacto con él.
Sarah Ferguson. (Foto AP/Kirsty Wigglesworth, Pool, archivo)Su equipo justificó el mensaje alegando que fue una maniobra para evitar una amenaza del propio Epstein, pero el daño ya estaba hecho: varias organizaciones benéficas británicas han roto lazos con ella, acentuando su aislamiento.
En conjunto, estas decisiones consolidan la estrategia de Carlos III de reducir privilegios, fortalecer la transparencia y preservar la credibilidad de la monarquía. Mientras Andrés asume su caída definitiva y Ferguson pierde influencia, las princesas Beatriz y Eugenia conservan su posición gracias al marco legal que las ampara. El rey, con este gesto, deja clara su intención de que solo quienes no representen un riesgo reputacional para la Corona formen parte visible de su futuro.
hace 6 días
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