
El consumo de refrescos dietéticos y bebidas azucaradas se relacionó con un incremento en el riesgo de desarrollar hígado graso, según un estudio presentado el 7 de octubre en la Semana de Gastroenterología Europea Unida (UEG Week) celebrada en Berlín. El análisis examinó a más de 120,000 adultos en el Reino Unido durante más de diez años y señala que tanto quienes eligen refrescos tradicionales como quienes prefieren versiones “sin azúcar” se exponen a mayores posibilidades de daño hepático. El hallazgo, difundido por Reuters, es relevante para millones de consumidores, incluyendo a la población estadounidense, donde la ingesta de refrescos se mantiene entre las más altas del mundo.
La United European Gastroenterology (UEG) informó que el estudio fue coordinado por Lihe Liu, del Departamento de Gastroenterología del Primer Hospital Afiliado de la Universidad de Soochow en China. La investigación se apoyó en datos obtenidos del UK Biobank, valiéndose de cuestionarios dietéticos y monitoreo clínico durante más de una década. De acuerdo con la UEG, el estudio identificó una asociación clara entre la ingesta cotidiana de estas bebidas y la aparición de enfermedad hepática grasa asociada a disfunción metabólica (MASLD).
El auge mundial de la MASLD ocurre paralelo a un aumento sostenido en el consumo de refrescos y bebidas dietéticas. La UEG estima que esta condición afecta a más del 30% de la población global. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos calcula que 4,5 millones de adultos conviven con algún tipo de enfermedad hepática crónica.
El trabajo presentado por Lihe Liu mostró que quienes consumieron regularmente bebidas con edulcorantes artificiales enfrentaban un riesgo 60% mayor de diagnóstico de MASLD, frente a quienes no las ingerían. Por su parte, la ingesta frecuente de refrescos azucarados elevó la probabilidad en un 50%. Reuters informó que el análisis se ajustó por factores como edad, género, peso y enfermedades previas, eliminando sesgos en los resultados.
Según la UEG, este riesgo se detectaba incluso en personas que solo bebían una lata diaria de refresco dietético o tradicional. El riesgo de complicaciones y fallecimientos por causas hepáticas resultó más elevado cuanto mayor fue la exposición a lo largo del tiempo.

El informe oficial de la UEG indica que las bebidas azucaradas provocan picos de glucosa e insulina, contribuyen al aumento de peso y elevan el ácido úrico, todos factores asociados con la formación de grasa en el hígado. En cuanto a los edulcorantes artificiales, el riesgo radica en su capacidad para alterar el microbioma intestinal, influir en la sensación de saciedad y, según investigaciones, inducir respuestas de insulina a pesar de no aportar calorías.
Declaraciones recogidas por la UEG advierten que “las bebidas dietéticas pueden modificar la flora intestinal y la percepción del hambre, aun induciendo respuestas hormonales”.
Los datos sobre el mercado estadounidense destacan la magnitud potencial del problema. De acuerdo con cifras de Euromonitor citadas por Notigram, durante 2024 el consumo per cápita de refrescos en Estados Unidos fue de 118 litros por persona al año. El volumen nacional total alcanzó los 86 mil millones de litros, y el 70% corresponde a refrescos tradicionales, según proyecciones de Market Growth Reports.
El perfil del consumidor estadounidense también refleja una tendencia hacia opciones más saludables: las variantes sin azúcar incrementaron su presencia un 19,2% en 2024. Entre los grupos etarios, los millennials constituyen el segmento más activo: en abril de 2024, el 22% de este grupo reportó ser consumidor habitual, frente al 13% de la media nacional, de acuerdo con Barinopia.
Estas cifras posicionan a Estados Unidos como uno de los principales mercados mundiales de bebidas carbonatadas, subrayando la importancia de los hallazgos del estudio europeo para el contexto estadounidense.

La cohorte investigada por Lihe Liu incluyó a 123,788 adultos del Reino Unido, seleccionados de la base de datos del UK Biobank. Todos los sujetos estaban libres de enfermedad hepática al iniciar el seguimiento, durante el cual proporcionaron información periódica sobre dieta y consumo de refrescos. Reuters resaltó que el tamaño y duración del estudio refuerzan la validez de sus conclusiones en el área nutricional.
El estudio de la UEG demostró que reemplazar una lata diaria de cualquier bebida endulzada por agua disminuyó la posibilidad de desarrollar MASLD entre un 12% y un 15%. La organización subrayó que “el agua evita la carga metabólica y ayuda a reducir la acumulación de grasa en el hígado”. El estudio cuestiona estrategias previas que recomendaban únicamente sustituir refrescos azucarados por sus versiones dietéticas.

La United European Gastroenterology (UEG) encabezó la difusión de estos resultados en el principal congreso de la especialidad. La Sociedad Europea para el Estudio del Hígado (EASL) y la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) manifestaron interés en examinar los efectos de los edulcorantes artificiales, según medios sectoriales y Reuters. Se espera que estas entidades contribuyan a nuevos marcos regulatorios y guías de consumo.
Los especialistas citados por la UEG sugieren incrementar el consumo de agua en todos los grupos etarios y reducir la presencia de refrescos en dietas escolares, laborales y familiares. El reflejo de estos consejos en futuras políticas públicas podría acelerar el cambio hacia alternativas más saludables.
La evidencia aportada desde el Reino Unido y la magnitud del consumo en Estados Unidos y otros países indican que revisar los hábitos de ingesta de refrescos dietéticos y tradicionales podría impactar de forma directa la salud hepática a nivel poblacional. Los resultados abren la puerta a estudios adicionales sobre los efectos de los edulcorantes artificiales, en el marco de la búsqueda de mejores prácticas para la prevención de enfermedades metabólicas.