
Parece un animal salido de un cuento fantástico, pero en los laboratorios la describen con términos precisos: la rata topo desnuda vive bajo tierra en colonias de África oriental y ostenta un récord biológico inusual.
Su extraordinaria longevidad y resistencia a enfermedades atrajo a equipos científicos de distintas partes del mundo. La investigación genética sobre este pequeño roedor está reescribiendo lo que se sabe sobre el envejecimiento en mamíferos.
En ese contexto un equipo de la Universidad Tongji en China identificó recientemente el mecanismo detrás de la sorprendente longevidad de la rata topo desnuda. La clave, publicada en la revista Science está en cuatro mutaciones de una enzima llamada cGAS, capaces de mejorar radicalmente la reparación del ADN celular.

El Heterocephalus glaber mide poco más que un ratón común, no tiene pelo, y su apariencia arrugada desmiente su edad real. Vivir cerca de 40 años para un animal de este tamaño resulta tan improbable que los científicos lo consideran una excepción a las reglas generalmente aceptadas en biología, donde la longevidad suele estar determinada por el tamaño del cuerpo.
Además, mantiene una salud notable: no desarrolla cáncer, sus huesos permanecen firmes y su cerebro sigue funcionando con el paso del tiempo.
Los investigadores revelaron el mecanismo molecular detrás de esta longevidad. La pieza central es la enzima cGAS, relacionada con el sistema inmunitario y la reparación del ADN. Lo peculiar es que la cGAS de la rata topo desnuda funciona diferente a la de los humanos o ratones: su estructura cambió debido a cuatro mutaciones específicas en sus aminoácidos.

El profesor Yu Chen, primer autor del trabajo, explicó: “La cGAS del ratopín funciona de manera opuesta a la de los humanos y los ratones en la regulación de la reparación mediante recombinación homóloga. Las células del ratopín presentan tasas de crecimiento más lentas. Por lo tanto, los daños en el ADN podrían persistir durante más tiempo en estas células sin ser reparados, lo que eventualmente conduciría a una inflamación estéril y al inicio del envejecimiento”.
Esto quiere decir, que mientras en otras especies el sistema de reparación se vuelve más lento y deja pasar errores, en la rata topo desnuda esa herramienta sigue activa y soluciona los daños antes de que causen problemas o envejecimiento.

Lo que ocurre, es que esta enzima permanece activa más tiempo después de un daño en el ADN, ayudando a restaurar la doble hélice y manteniendo la integridad del genoma.
Uno de los especialistas consultados, Gabriel Balmus, de la Universidad de Cambridge, utilizó una comparación plástica: “Se puede pensar en el c-GAS como una pieza de Lego biológica: tiene la misma forma básica en los seres humanos y en las ratas calvas, pero en la versión de las ratas topo desnudas se han invertido algunos conectores, lo que le permite ensamblar una estructura y una función completamente diferentes”.
La versión de esta enzima en la rata topo desnuda es como si tuviera piezas de Lego modificadas, que encajan mejor y ayudan a reparar el ADN de manera más eficiente, evitando problemas y alargando la vida del animal.

El hallazgo provocó debate en la comunidad científica sobre las posibilidades de trasladar este mecanismo a otras especies, incluyendo humanos. Las aplicaciones médicas aún son lejanas, pero los investigadores anticipan que el estudio de estos cambios evolutivos puede inspirar terapias contra enfermedades degenerativas.
El mismo patrón enzimático hallado en la rata topo desnuda existe en la ardilla gris y en la rata topo ciega, ambas con longevidades superiores a la media de su grupo taxonómico.

Más allá de la genética, la estructura social de este roedor también intriga a los investigadores. Vive en colonias subterráneas con una estricta división del trabajo similar a la de hormigas y abejas, donde solo una hembra se reproduce y distintos individuos se ocupan de tareas específicas.
El ratopín, hasta ahora un habitante discreto de madrigueras africanas, gana un lugar central en el laboratorio global donde se exploran los límites de la vida y la biología.