Yoram Hazony advierte sobre el riesgo generacional en la derecha: el antisemitismo y el desafío de la identidad nacional

hace 3 horas 1
Yoram Hazony Yoram Hazony

“Creo que está bastante mal”. Así, sin rodeos, responde Yoram Hazony cuando se le pregunta sobre el antisemitismo en la derecha estadounidense. “El contexto para los judíos americanos —y para otros que se preocupan por el antisemitismo— es, en primer lugar, un aumento dramático del antisemitismo islámico radical y de izquierda. Es una fuerza tan poderosa que muchos de mis amigos judíos han llegado a la conclusión de que, dentro del Partido Demócrata, no les queda futuro”. Pero el giro, subraya, es que ahora la pregunta se ha desplazado al otro extremo del espectro político: “La cuestión es si el Partido Republicano va a ser realmente un partido que tenga un futuro apropiado para los judíos. Esa es una pregunta muy grande”, aseguró en una entrevista con Ross Douthat en el podcast Interesting Times.

Hazony, el influyente teórico político israelí y principal impulsor del “movimiento nacional conservador”, es claro en su diagnóstico: “Es muy evidente que en el último año, ciertamente en los últimos seis meses, figuras importantes… dominan ahora una parte de la derecha online que está derivando hacia mensajes agresivos antijudíos”. Esta preocupación la transmite desde su experiencia directa: “El Partido Republicano de más de 45 años es completamente diferente del Partido Republicano de menos de 45. Los menores de 45 están, entre otras cosas, muy en línea… En términos de su visión del mundo, están en rebelión contra la generación anterior”.

Pero detrás de esos conceptos y advertencias, también reconoce un factor generacional y una oportunidad: “Mi experiencia hasta ahora es que muchos de ellos están abiertos y tienen interés en aprender más. Siento que gran parte de lo que falta ahora mismo es hacer disponibles experiencias educativas relevantes para quienes realmente las quieren”.

Tucker Carlson.   Tucker Carlson. SHAWN THEW/Pool via REUTERS

El crecimiento del antisemitismo en la derecha de Estados Unidos es motivo de profunda inquietud para Yoram Hazony. Desde su perspectiva, lo que antes parecía un fenómeno marginal, hoy permea cada vez con más fuerza los espacios de debate e influencia en el conservadurismo estadounidense. “Figuras tan visibles como Tucker Carlson y, en menor medida, Candace Owens, eran hasta hace poco conservadores normales y ahora reinan en un sector del derechismo online que está virando hacia mensajes agresivamente antijudíos”, señala Hazony, marcando así la gravedad del asunto.

Este fenómeno se ve alimentado por un contexto más amplio donde quienes antes se sentían exiliados o inseguros en la izquierda, ahora encuentran que ni siquiera en la derecha hay certezas claras. “Muchos de mis amigos judíos han llegado a la conclusión de que, dentro del Partido Demócrata, no les queda futuro. Ahora, la cuestión es si el Partido Republicano va a ser realmente un partido que tenga un futuro apropiado para los judíos”. Para Hazony, aquello que no era una pregunta durante los años de la administración Trump —a la que define como “probablemente la más projudía que haya existido”—, se convierte hoy en una interrogante legítima.

Hazony diagnostica un cambio no sólo de discurso, sino de clima cultural, acentuado por la llegada de nuevas generaciones de derechistas radicalizados y una presencia digital dominante. Según él, “es un grupo de jóvenes sometidos continuamente a mensajes antisemitas salvajes”. La clave, insiste, está en el entorno digital: “Hace una generación tenías que buscar este tipo de contenido. Ya no hay que buscarlo: todos lo encuentran de modo automático… Todos conocen a alguien que es fuertemente antijudío, todos tienen a alguien en su círculo cercano que comparte esos pensamientos”.

Candace Owens. REUTERS/Rebecca CookCandace Owens. REUTERS/Rebecca Cook

A pesar de la alarma, Hazony rechaza las generalizaciones: “¿Eso los convierte en antisemitas? No, en absoluto. Puede convertirlos en personas que están pensando en estos temas y diciendo: ‘No sé realmente’”. Su advertencia va más allá de los slogans y señala una transformación profunda en la cultura política estadounidense: “La derecha sub-45, además de estar profundamente conectada con el mundo virtual, está en rebelión contra la generación anterior y, en parte de esa rebelión, hay un resentimiento —algunas veces bien fundado— y una búsqueda de autenticidad que desemboca, lamentablemente, en espacios donde el antisemitismo encuentra eco”.

Para Yoram Hazony, la influencia de internet en la configuración de la nueva derecha estadounidense es ineludible. El entorno digital actual ha transformado el modo en el que los jóvenes conservadores se aproximan al antisemitismo. “Es la primera generación en la que no necesitas buscar mensajes antijudíos. Todos están expuestos a ellos de manera habitual”, afirma, remarcando la diferencia con generaciones anteriores donde ese contacto era esporádico o marginal.

Hazony identifica que este fenómeno no solo se trata de contenidos prejuiciosos, sino de una transformación profunda en la manera de entender la identidad y la tradición religiosa. “Hay una clara división generacional, no solo en este tema sino en muchos otros. El Partido Republicano de mayores de 45 años es totalmente distinto al de menores de 45, que viven muy, muy en línea y están en una rebelión teológica y cultural contra la generación previa”. Asegura que gran parte de ese proceso se vincula a una búsqueda de autenticidad cristiana por parte de lo que llama la “nueva derecha nacionalista”.

El teórico israelí lo explica: “Muchos de los jóvenes nacionalistas buscan una forma más auténtica de cristianismo, y cuestionan la antigua corriente de dispensacionalismo que daba a Israel un papel central en la narrativa apocalíptica. Ahora se debaten preguntas clásicas: ¿Por qué está el Antiguo Testamento en la Biblia cristiana? ¿Qué lugar deben tener los judíos en la historia?”.

Esta “reconexión con las fuentes”, recalca Hazony, es doble filo: “Siempre, al restaurar una tradición, debes interpretarla —no puedes restaurar exactamente lo que era antes— y ahí surge una lucha, tanto interna como grupal, sobre qué aspectos restaurar y cuáles rechazar”. A esto se añade que los jóvenes involucrados en el movimiento “no conocen realmente a judíos religiosos o nacionalistas. Conocen a judíos liberales, pero la nueva elite conservadora es una rebelión contra las elites establecidas; por eso, la convivencia frecuente entre judíos y conservadores dejó de ser norma”.

Por ese motivo, Hazony y otros han comenzado a crear experiencias educativas donde jóvenes nacionalistas puedan entablar contacto directo con judíos religiosos y nacionalistas: “No quiero ser demasiado optimista, pero mi experiencia es que muchos están abiertos y tienen interés en aprender. Hacer disponibles esas experiencias educativas sería mucho más efectivo que los debates públicos donde todo es acusaciones y comparaciones con los años treinta”.

Así, la batalla cultural que se libra en la red y en la mente de los jóvenes es, para Hazony, tan real como la política exterior o los procesos electorales. Y el futuro del antisemitismo —así como de la cooperación judeo-cristiana en la política estadounidense— depende en buena medida de cómo se respondan estos nuevos dilemas de identidad que surgen en la era digital.

El enfoque de Yoram Hazony sobre el nacionalismo y la relación entre judíos y cristianos es uno de los pilares más debatidos de su pensamiento. El pensador defiende la legitimidad del nacionalismo como factor de cohesión, tradición y fraternidad. Para él, “el orden político que vemos desde la Antigüedad —y que está en la Biblia hebrea y muchas otras fuentes— reconoce a la nación como el modo más natural de convivencia: familias, tribus y clanes que encuentran en un Estado propio sus límites y sus reglas”.

En este marco conceptual, Hazony rechaza la visión del nacionalismo automáticamente asociada al antisemitismo o a los excesos imperialistas. “El nacionalismo en la Biblia es visto, en general, como algo bueno. Si tienes un rey y profetas de tu propio pueblo, y tienes fronteras que no debes cruzar porque no hay ambición de conquistar el mundo, ese mundo es más justo y más pacífico”, afirma.

A partir del relato bíblico, Hazony propone una lectura de las identidades nacionales como expresión de la voluntad divina: “Dios crea las naciones. No solo a la nación judía, sino a muchas. La diversidad es querida por Dios —y no le gusta la idea de la Torre de Babel y la uniformidad total”. De ese modo, el judaísmo mantiene una misión particular: “Su trabajo será enseñar a las demás naciones del mundo lo aprendido de su relación privilegiada con Dios”.

Esta visión contrasta con lo que Hazony considera los excesos del universalismo liberal y ciertos sectores cristianos contemporáneos. Sostiene que “la posguerra en Estados Unidos buscó reemplazar el antiguo marco protestante por la democracia liberal, removiendo a Dios y la Escritura del espacio público”, y, como consecuencia, desdibujando los fundamentos morales y culturales comunes. “Al eliminar los límites y decirle a cada joven que ‘haga lo que desee’, desaparecen los cimientos de la cultura nacional y de la existencia del país mismo”, alerta.

Sobre la relación entre judíos y cristianos, Hazony enfatiza que la aspiración debería ser la construcción de una coalición virtuosa. “Lo valioso sería conseguir que cristianos nacionalistas americanos y judíos nacionalistas israelíes trabajen juntos —y lo que comparten es la reivindicación de sus tradiciones, de su fe y de sus raíces”. Advierte, sin embargo, que este resurgimiento nacionalista requiere discernimiento: “Cuando uno restaura una tradición, nunca es idéntica a la original. Hay que interpretar, decidir qué se restablece y qué no”.

El nacionalismo, sostiene Hazony, no es enemigo de la convivencia o el respeto al otro. Parte del núcleo de su pensamiento es que “hay razones sólidas en la Escritura para notar que Dios no está feliz con la persecución injusta de quienes son de otros pueblos… ‘Ama al extraño como a ti mismo’ es un mandato fundamental”.

Así, el nacionalismo, lejos de ser una desviación peligrosa, se convierte —para Hazony— en una vía posible para reconstruir el pacto entre comunidades religiosas y para defender el pluralismo verdadero frente a imposiciones foráneas y al vaciamiento cultural.

Bajo la mirada de Yoram Hazony, el nacionalismo estadounidense atraviesa una encrucijada crucial. Para el teórico israelí, los retos que enfrenta hoy Estados Unidos son el resultado tanto de erosiones internas como de presiones externas sobre la identidad nacional. “Estados Unidos está sufriendo terriblemente… crecieron en un mundo donde cada elección es válida, donde incluso sus padres y sus iglesias decían: ‘Haz lo que te haga sentir bien’, pero en ausencia de normas y límites, simplemente no tienes una base común para la cultura nacional ni para la supervivencia de la nación”, advierte.

Hazony insiste en que la única manera de revertir esa desintegración es restaurar un “centro cultural” fuerte: “No tienes por qué odiar a quienes están fuera, pero sí debe haber un centro… En Estados Unidos, necesariamente ese centro tiene que ser el cristianismo, el idioma inglés, y el legado legal común. Existen elementos en la tradición que pueden restaurarse para recuperar el sentido de comunidad”.

El nacional conservadurismo que él promueve se resume en tres principios: “Independencia nacional, intereses nacionales, tradiciones nacionales”. Este marco —explica— permite comprender y justificar posiciones políticas concretas: “La reducción drástica o incluso la suspensión temporal de la inmigración es un debate muy concreto en Estados Unidos… Cuando más del 15% de la población es extranjera, muchos sienten, correctamente, que necesitan una pausa para preservar lo bueno de su sociedad”.

Hazony recalca: “No se trata de raza. Hay razones bíblicas para entender que Dios rechaza perseguir a otros pueblos por su origen. El debate es sobre la asimilación, la recuperación de lo propio y la continuidad del pacto cultural”. Por ello, sus propuestas apuntan a fortalecer los pilares tradicionales y poner freno a un multiculturalismo que, a su juicio, deja a la nación sin cohesión.

A nivel internacional, Hazony toma distancia tanto de la tentación imperialista como del aislacionismo extremo. “¿Queremos que Estados Unidos sea un imperio mundial, enviando tropas a transformar culturas ajenas? Mi respuesta es: No. Eso es malo para los estadounidenses y para los propios extranjeros… El marco debe ser el de naciones independientes que primero se ocupan de sí mismas”. Sostiene, eso sí, que el nacionalismo como principio no exime de errores: “Puede haber nacionalismos antisemitas, pero también los hay marxistas y liberales. Pensar que ser un iluminista o un liberal te hace inmune al antisemitismo es absurdo”.

En definitiva, Hazony postula un nacionalismo que recupere la tradición, limite el impacto de fuerzas globalizadoras y rehúya las aventuras imperiales. En su propuesta, la identidad compartida y la recuperación de la autoridad moral nacional son el remedio frente a la fragmentación social y política.

Para Yoram Hazony, reducir el antisemitismo a una consecuencia inevitable del nacionalismo es una lectura equivocada de la historia y de la realidad contemporánea. El antisemitismo —asegura— no es un monopolio de la derecha nacionalista sino un fenómeno que se encuentra también en la izquierda y el liberalismo occidental. “La idea de que el antisemitismo es solo un problema de nacionalismo es intelectualmente falaz. Marxistas, liberales y nacionalistas han tenido, cada uno, formas distintas y a la vez muy útiles de utilizar el odio a los judíos como arma política”, sentencia.

Hazony critica enérgicamente la visión común en el debate público después de la Segunda Guerra Mundial, donde el nazismo se asocia exclusivamente al nacionalismo y, por extensión, cualquier defensa del nacionalismo se tilda de peligrosa o potencialmente antisemita. “Ese giro intelectual de ‘Hitler era nacionalista, por lo tanto el nacionalismo conlleva antisemitismo’, simplemente no aguanta frente a la historia. El propio liberalismo ilustrado tiene una historia llena de antisemitismo”, afirma, y apunta a figuras icónicas del pensamiento racionalista occidental: “El liberalismo ilustrado —los enciclopedistas, Voltaire, el iluminismo alemán con Kant o Hegel— está podrido de antisemitismo”.

El argumento de Hazony va más allá de señalar nombres: explora las raíces mismas de la hostilidad. “Los racionalistas de la Ilustración buscaban destruir la tradición, a Dios y específicamente el Antiguo Testamento. Los judíos, como pueblo apegado a un pacto particular y a un sentido de misión específica, se convirtieron en la encarnación de todo lo que querían erradicar”. En el relato contemporáneo, agrega, esto se traslada a las críticas contra Israel: “El Estado de Israel, como nación particularista, resulta amenazante para quienes sostienen el ideal universalista y ven en cualquier afirmación de singularidad un problema”.

Hazony no omite señalar que el antisemitismo también se adapta al contexto y a los vientos ideológicos. “En el marxismo, los judíos pueden ser el enemigo burgués; en el liberalismo, la piedra de tropiezo para el progreso ilustrado; y en el nacionalismo, un obstáculo a la identidad étnica pura. Por eso, los judíos siempre tienen el riesgo de ser convertidos en chivos expiatorios, sin importar la ideología dominante”.

La conclusión de Hazony es tajante: “Odiar a los judíos siempre será útil electoralmente, ideológicamente, o como desahogo en momentos de crisis, pero no es intrínseco a una sola corriente política; es el uso interesado del antisemitismo lo que persiste, adaptándose a los relatos de cada época y bando”.

El presidente Donald Trump conversaEl presidente Donald Trump conversa con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en la Knesset, el lunes 13 de octubre de 2025, en Jerusalén. Evan Vucci/vía REUTERS

La relación entre Israel y Estados Unidos se encuentra, según Yoram Hazony, en un proceso de profunda transformación. Hazony se distancia de quienes creen que el lazo especial está garantizado por la historia o la afinidad religiosa. “Creo que la relación va a cambiar, y en parte por las razones que ustedes mencionan. Estados Unidos ha jugado durante generaciones a ser policía mundial, sintiendo responsabilidades en todos los rincones del planeta. Eso incluyó ver a Israel como un aliado clave entre las democracias liberales, a veces incluso como un protegido”, reflexiona.

Para Hazony, esta etapa hegemónica está llegando a su fin. “No es correcto pensar que Israel es, o debe ser, un protectorado americano. Israel tiene que aprender a sostenerse con mayor independencia”. Incluso desde el punto de vista israelí, advierte sobre los riesgos de depender demasiado de la superpotencia: “Después de la administración Biden, muchos israelíes han entendido que la ayuda puede ser un arma de doble filo. No quieren ser dirigidos desde Washington en cada decisión militar o política, ni que un presidente a miles de kilómetros decida qué calle en Gaza hay que liberar primero”.

Hazony destaca, además, que el giro nacionalista en Estados Unidos tendrá inevitablemente implicancias en la alianza bilateral: “La relación especial que existía entre estadounidenses protestantes y el Estado de Israel —basada en afinidades bíblicas y en una universalización occidental pos-Holocausto— está atravesando una crisis. El regreso al nacionalismo y el repliegue del universalismo harán que la relación sea menos automática, más realista, y probablemente más disputada”.

A pesar de estos desafíos, Hazony opina que el cuestionamiento del vínculo no es necesariamente negativo si abre paso a una relación entre pares: “Israel no puede ser ni debe querer ser un protectorado permanente. Estados Unidos debe repensar sus alianzas para dejar de ser un árbitro imperial, y eso incluye dar espacio a Israel para su propia agenda. Pero nadie debería asumir que eso equivale a romper totalmente los lazos —se trata de redefinirlos con madurez y realismo”.

En suma, Hazony propone que la transformación de esta alianza, forzada por cambios internos y cambios en el contexto global, abrirá un período de renegociación donde la autosuficiencia y el respeto mutuo serán más valiosos que las viejas garantías automáticas.

Yoram Hazony no se limita al diagnóstico, sino que insiste en la urgencia de una respuesta estratégica frente al antisemitismo emergente dentro del nacionalismo conservador. A su juicio, el liderazgo y la definición de límites son las herramientas clave para evitar que discursos y actores antisemitas se apropien del movimiento. “Trump ya nos dio un modelo. Construyó una coalición nacionalista, logró que distintos grupos recibieran y ofrecieran honor entre sí. Esa habilidad de mantener unidas partes dispares, aunque momentáneamente descontentas, fue su gran éxito”, afirma Hazony.

El reto, como él lo describe, es determinar quién debe estar adentro y quién afuera en la mesa política. “En toda coalición hay que saber marcar los límites; no existe una coalición abierta solo por un costado. Eso no significa cancelar a nadie ni prohibirles hablar, sino decidir quién participa en la toma de decisiones. Alguien como Nick Fuentes no tiene por qué estar en ese círculo”. Por tanto, la política de exclusión y de “marcar la cancha” es más relevante que simples condenas verbales.

Hazony da ejemplos concretos del tipo de mensajes que considera inadmisibles: “Podcasts que repiten que el Antiguo Testamento es violencia y genocidio, que los judíos son una fuerza demoníaca… Son calumnias abusivas. En un contexto donde el partido debe absorber ataques constantes a uno u otro componente, el riesgo de desintegración de la coalición es real”.

No obstante, insiste en que la respuesta debe ser institucional y no reactiva o coyuntural: “Muchos de los líderes republicanos y de think tanks como Heritage Foundation recién están procesando la magnitud del problema. No sabían que el antisemitismo sería uno de los cuatro temas centrales del liderazgo político estadounidense en la actualidad”. Hazony sugiere que estas figuras requieren tiempo y educación para entender el nuevo clima, y así tomar decisiones responsables y efectivas.

También destaca la importancia de procesos internos y de educación, más que de espectacularización mediática: “Necesitamos crear experiencias educativas relevantes, donde los miembros del movimiento puedan conocer y aprender de judíos religiosos y nacionalistas. La exposición y el conocimiento mutuo son más efectivos que las denuncias públicas constantes”.

En definitiva, para Hazony, enfrentar el antisemitismo dentro del nacionalismo conservador no es solo cuestión de discursos: es una labor de liderazgo, de definición de fronteras claras y de fomento de un espíritu de coalición basado en el respeto y el aprendizaje institucional. De esta manera, busca dejar sentadas las bases para que el movimiento conserve su legitimidad y su potencial integrador, sin sucumbir ante el extremismo.

Como parte de su estrategia para encarar estos desafíos, Yoram Hazony ha comenzado a desarrollar iniciativas que abren espacios de diálogo y acercamiento entre jóvenes nacionalistas y comunidades judías religiosas. “No ha sido parte habitual de mi trabajo organizar viajes a Israel —pero en el último año, junto a amigos, he empezado a experimentar con eso… Y he visto apertura real al aprendizaje”, comparte. Para Hazony, estas experiencias educativas —más que las polémicas públicas— representan una oportunidad concreta para construir puentes, desactivar prejuicios y renovar la convivencia en un contexto político cada vez más polarizado.

Leer artículo completo