
En los últimos meses, varios volcanes ubicados en diferentes regiones de Estados Unidos han mostrado señales de reactivación, lo que ha causado atención en medios y organismos científicos. Episodios como enjambres sísmicos, emisiones de lava y fluctuaciones en los niveles de alerta han sido reportados desde Alaska, el noroeste del país y el archipiélago de Hawái. Las autoridades nacionales mantienen un monitoreo intensivo de estos fenómenos y han descartado hasta el momento conexiones directas entre ellos ni consecuencias inmediatas para la población, gracias a los datos obtenidos por el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) y el observatorio de la NOAA.
Las recientes manifestaciones volcánicas responden a la dinámica natural de las placas tectónicas y la actividad interna de la Tierra. La región del Pacífico, donde se encuentran Alaska, Washington y Oregón, forma parte del Anillo de Fuego, una zona geológica considerada como una de las más activas del mundo en cuanto a volcanismo y sismos. Por su parte, los volcanes hawaianos tienen un origen diferente y se formaron por un punto caliente en el manto terrestre. Cada uno de estos sistemas se rige por condiciones locales y físicas que no están interconectadas, de acuerdo con expertos de la USGS.
El seguimiento a estos volcanes es realizado por observatorios especializados, que emplean una red de instrumentos y sensores para captar indicadores geofísicos, actividad sísmica y cambios superficiales. Las instituciones responsables publican actualizaciones periódicas, aseguran la coordinación con agencias de emergencia y aplican protocolos para informar a la población y reducir los riesgos en caso de evolución repentina de la actividad.

Great Sitkin, en las Islas Aleutianas de Alaska, mantiene una actividad eruptiva desde mayo de 2021, con expulsión intermitente de lava en el cráter. Según los últimos informes del Observatorio de Volcanes de Alaska (AVO), la sismicidad permanece en niveles bajos, aunque el estado de vigilancia continua, respaldado por datos satelitales y observaciones directas. El volcán no ha provocado daños ni alteraciones en la vida cotidiana de las comunidades cercanas, pero permanece bajo monitoreo permanente con protocolos de alerta vigentes.
Otros dos volcanes de Alaska investigados recientemente por la AVO son Iliamna y Mount Spurr. Iliamna registró una oleada de pequeños sismos bajo su cumbre el 15 de junio, sin signos de actividad superficial. El código de alerta fue restituido a la normalidad días después; se utilizan análisis sísmicos y revisiones aéreas para confirmar el cese de la actividad. En el caso de Mount Spurr, se han detectado enjambres sísmicos superficiales desde febrero, aunque el volcán sigue con un nivel de advertencia bajo, sin señales de erupción ni riesgo inmediato, como confirman las evaluaciones más recientes de la USGS.

Mount Rainier, un estratovolcán cercano a Seattle, fue el foco de atención a principios de julio por un enjambre sísmico que incluyó más de 300 movimientos telúricos en menos de dos días. El USGS y la Red Sísmica del Noroeste del Pacífico explican que estos enjambres forman parte del historial sísmico normal del volcán y que ya se documentaron previamente episodios similares, como el ocurrido en 2009. Rainier no muestra signos de erupción próxima, aunque se mantiene una observación constante a través de estaciones sísmicas distribuidas en su entorno.
Axial Seamount es un volcán submarino localizado a aproximadamente 300 millas mar adentro frente a la costa de Oregón. Su monitoreo se realiza mediante sensores en el fondo marino controlados por la NOAA y otras entidades científicas. El volcán ha mostrado signos de inflación y actividad sísmica que podrían preceder a una erupción, probablemente en el año 2025. Debido a su ubicación en el fondo oceánico, la vigilancia científica tiene como prioridad la obtención de datos geológicos y no representa una amenaza para las comunidades costeras.

Kilauea, situado en la Isla Grande de Hawái, culminó su episodio eruptivo más reciente el 9 de julio de 2024. El Observatorio de Volcanes de Hawái explica que la actividad de Kilauea se caracteriza por alternancias de periodos eruptivos y de pausa, que son detectados por una red de radares, cámaras y sensores, además de observaciones visuales directas. Kilauea, junto a Mauna Loa y otros volcanes hawaianos, se forma sobre un punto caliente fijo en el manto terrestre, situación que distingue a Hawái de los volcanes del resto del Pacífico.
El Anillo de Fuego del Pacífico es una extensa zona de actividad sísmica y volcánica que bordea el océano Pacífico y abarca las costas de América, Asia y Oceanía. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el fenómeno corresponde al límite de varias placas tectónicas que causan subducción, fracturamiento y formación de volcanes continentales y submarinos. Alaska, la costa oeste de Estados Unidos, Japón, Filipinas y Nueva Zelanda son algunas de las regiones incluidas en este cinturón de volcanes. El Anillo de Fuego es catalogado por el USGS como la zona volcánica más activa del planeta.
Hawái no forma parte del Anillo de Fuego. Su archipiélago se origina a partir de un punto caliente en el fondo oceánico sobre el cual se desplaza lentamente la placa del Pacífico, generando una sucesión de volcanes cuya edad varía de millones de años en el noroeste hasta los más recientes —como Kilauea— en el sureste de la Isla Grande. Esta dinámica es distinta a la que afecta a los volcanes continentales que sí se asocian a zonas de subducción en el Anillo de Fuego.

La vigilancia de los volcanes activos y en observación en Estados Unidos integra tecnologías avanzadas de sismología, sensores remotos, cámaras, sistemas de alerta y análisis de imágenes satelitales. El USGS, la NOAA y las universidades participantes cooperan en compartir datos, emitir reportes diarios y analizar tendencias en tiempo real. Además, la coordinación entre agencias federales y autoridades locales incluye protocolos para la gestión de emergencias y la protección de la población ante cambios bruscos en la actividad volcánica.
Especialistas del USGS descartan la existencia de una conexión directa entre los episodios reportados en Alaska, Oregón, Washington y Hawái. Se explica que, aunque forman parte de contextos tectónicos activos, la distancia entre los volcanes y las diferencias en la dinámica interna de cada uno imposibilitan una relación causal inmediata. Cada evento responde a procesos locales influenciados por el movimiento de placas tectónicas, puntos calientes y acumulación de presión magmática. La vigilancia científica persiste para detectar cualquier variación relevante en los indicadores de riesgo.