
La tendencia de las parejas a mantener hogares separados, conocida como “living apart together” (LAT), ha ganado visibilidad en las últimas décadas, desafiando los modelos tradicionales de convivencia.
De acuerdo con The Guardian, cerca de uno de cada diez vínculos de larga duración en Reino Unido opta por esta modalidad, cuyos practicantes reportan una vida sexual más activa que quienes comparten domicilio. Aunque la cifra no e suniversal, ayuda a ilustrar el fenómeno en Occidente.
El concepto no es reciente: sus antecedentes se remontan a la época victoriana. Sin embargo, su aceptación ha crecido en años recientes. “Living apart together” describe a parejas comprometidas que mantienen residencias separadas, preservando su vínculo emocional e íntimo sin convivir bajo el mismo techo. Esta elección, aunque poco convencional, ofrece una combinación de independencia, estabilidad afectiva y menor exposición a los conflictos de la vida doméstica.
Según The Guardian, esta modalidad ha captado el interés de investigadores y medios internacionales por los beneficios que reportan sus practicantes, especialmente en términos de actividad sexual, bienestar psicológico y autonomía individual.

Un estudio publicado en la revista Andrology, citado por The Guardian, analizó los hábitos sexuales de 5.000 hombres. Quienes convivían con su pareja tenían relaciones sexuales entre una y dos veces al mes, mientras que los hombres que no vivían con su pareja reportaban entre tres y siete encuentros mensuales. La hipótesis de los autores es que la distancia física favorece el deseo, al evitar la rutina asociada a la cohabitación.
El estudio también señala que esta mayor frecuencia podría estar influida por la edad de los participantes: los hombres en ese tipo de relaciones eran, en promedio, más jóvenes y con estilos de vida más activos. Sin embargo, incluso tras controlar estos factores, mostró mejor funcionamiento sexual, niveles más altos de testosterona y menor incidencia de enfermedades crónicas.
Los investigadores advierten que la convivencia puede contribuir al deterioro del deseo sexual. La rutina compartida, el sedentarismo y una menor atención al autocuidado se asocian con una reducción en la frecuencia e interés sexual. En contraste, la separación física, aunque limitada, puede funcionar como estímulo para mantener la atracción.
Más allá del ámbito sexual, las parejas que no conviven presentan beneficios prácticos y emocionales, pueden preservar su autonomía, reducir las obligaciones compartidas y evitar disputas menores del día a día. Esta distancia ayuda a mantener un sentido de individualidad que muchas personas consideran esencial para relaciones duraderas. No obstante, mantener dos hogares supone un coste económico considerable.

El estudio de Andrology reveló que los hombres en este tipo de relaciones son en su mayoría más jóvenes, con mayor nivel educativo y estilos de vida más saludables. Pese a los beneficios reportados, sus relaciones tienden a ser más breves y, en ocasiones, fuente de tensiones familiares.
La London’s Global University analizó la modalidad “living apart together” entre adultos mayores, en un estudio publicado en el Journal of Family Issues. Según los datos del Reino Unido, el 4% de las personas mayores de 60 años mantiene una relación de este tipo, proporción similar a la observada en Estados Unidos, Países Bajos y Canadá.
Los investigadores explican esta preferencia por la necesidad de mantener la independencia y evitar complicaciones legales, económicas y familiares derivadas de una cohabitación, especialmente en etapas de la vida con dinámicas familiares complejas.

El estudio de la London’s Global University señala que las personas mayores que viven separadas presentan mayor bienestar psicológico y menor angustia mental que quienes permanecen solteros. Aunque el “premio emocional” es levemente inferior al observado en el matrimonio o la convivencia, esta forma de relacionarse también se asocia con beneficios en la salud mental. Además, la ruptura de este tipo de relaciones tiene un impacto negativo más leve que el de una separación conyugal.
La modalidad “living apart together” se consolida como una opción viable y cada vez más extendida para quienes buscan equilibrio entre intimidad, autonomía y salud emocional.
Estudios recientes, citados por The Guardian y respaldados por investigaciones académicas, sugieren que mantener hogares separados puede traducirse en mayor bienestar, aunque también plantea desafíos económicos y sanitarios que cada pareja debe considerar con atención.