
Atravesar una crisis de vida, perseguir una meta profesional, buscar un sentido de pertenencia o anhelar lograr lo “más alto” en la autorrealización personal. Todos, en algún momento, hemos sentido que nuestros deseos y prioridades cambian conforme vivimos nuevas experiencias.
Pero, ¿qué explica este tránsito constante entre necesidades, impulsos y expectativas?
Existen innumerables teorías sobre la naturaleza humana, pero pocas han conseguido perdurar tanto y ser tan citadas como la famosa Pirámide de Maslow: una herramienta visual que descompone la motivación en capas tan universales como reconocibles y, para muchos, una clave para comprender el comportamiento propio y ajeno.

El famoso modelo jerárquico ayuda a descifrar cómo las personas priorizan sus deseos y metas en diferentes etapas de la vida.
Se trata de una de las teorías más reconocidas en psicología para explicar la motivación humana. Desarrollada por el psicólogo Abraham Maslow en la década de 1940, sostiene que las personas buscan satisfacer sus necesidades siguiendo un orden jerárquico. Según la psicóloga clínica Dawn Potter, citada por Cleveland Clinic, la pirámide permite comprender qué impulsa a las personas y en qué momento, ya que establece que las necesidades se abordan de manera secuencial.
El origen de la Pirámide se sitúa en los años 40, cuando Maslow diseñó un marco para describir la motivación humana. El modelo suele representarse como una pirámide, donde cada nivel debe satisfacerse antes de pasar al siguiente.

Potter, según Cleveland Clinic, explica: “Es un marco que describe qué motiva a las personas y cuándo”. La importancia del orden resulta central, ya que intentar avanzar sin cubrir las necesidades previas puede generar dificultades.
La versión original de la pirámide consta de cinco niveles. En la base se encuentran las necesidades fisiológicas, como la alimentación, el agua, el aire, el descanso y la salud. Estos requerimientos básicos son prioritarios; en contextos extremos, la búsqueda de comida y agua se convierte en la preocupación principal.
Solo cuando estas necesidades están cubiertas, se puede enfocar el siguiente nivel: la seguridad. Este segundo escalón incluye la protección física, la estabilidad financiera, la seguridad emocional y la protección frente a amenazas externas.

El tercer nivel corresponde a la necesidad de conexión y amor. Como seres sociales, las personas buscan establecer relaciones significativas, ya sea a través de vínculos familiares, amistades, relaciones románticas o el sentido de pertenencia a una comunidad. En el contexto de una isla desierta, este sería el momento en el que los supervivientes forman lazos, comparten recursos y establecen normas de convivencia.
Después de satisfacer las necesidades de conexión, surge la necesidad de estima. Este cuarto nivel implica el deseo de sentirse respetado, capaz y valorado. Las personas buscan reconocimiento, desarrollan confianza en sí mismas y se esfuerzan por alcanzar metas personales. Entre los supervivientes, algunos podrían asumir roles de liderazgo o perfeccionar habilidades útiles para el grupo, y sentirse realizados al recibir el reconocimiento de los demás.
En la cima de la pirámide se encuentra la autorrealización, definida por Potter como “alcanzar tu máximo potencial”. Este estado, poco frecuente, se caracteriza por la motivación interna y la búsqueda de la realización personal, más allá de las expectativas externas. En el caso de los supervivientes, la autorrealización puede verse en la aceptación plena de su situación y la ausencia de deseos pendientes.

Cleveland Clinic señala que los primeros cuatro niveles —fisiológicas, seguridad, conexión y estima— se consideran necesidades de déficit, ya que dependen de factores externos. La autorrealización, en cambio, es una necesidad de crecimiento, impulsada por la motivación interna.
Potter advierte: “Intentar saltarse un paso o hacer las cosas fuera de orden puede causar dificultades”, y señala que las personas pueden retroceder en la pirámide si sus circunstancias cambian. Así, alguien que busca un ascenso laboral puede verse obligado a priorizar relaciones personales si surgen problemas familiares.
El modelo de Maslow experimentó ampliaciones con el tiempo. Posteriormente, el propio psicólogo añadió tres niveles adicionales: junto a la estima, las necesidades cognitivas, que implican deseo de estimulación intelectual y desafío; las necesidades estéticas, relacionadas con la apreciación de la belleza y el arte; y, por encima de la autorrealización, la trascendencia, orientada a mirar más allá de uno mismo, a través de la espiritualidad o el servicio a los demás. Estas capas adicionales también se entienden como necesidades de crecimiento.

A pesar de su popularidad, la Pirámide de Maslow recibió críticas. Cleveland Clinic indica que la teoría carece de una base empírica sólida, pues no se apoya en estudios rigurosos sobre el comportamiento humano real.
También se discute su aplicabilidad universal, ya que las motivaciones pueden variar según los valores personales y culturales. Otra crítica apunta a la rigidez del modelo: las personas pueden estar motivadas por varias necesidades al mismo tiempo y no siempre siguen el orden propuesto.
Aunque la vida no siempre se desarrolla de forma lineal, este modelo ofrece una herramienta para entender por qué algunas personas se sienten estancadas o ciertos objetivos resultan inalcanzables, concluye Cleveland Clinic. Así, la Pirámide de Maslow, a pesar de sus limitaciones, continúa siendo un esquema útil para interpretar la motivación y la conducta humana en distintas circunstancias.