Venezuela: con la fe puesta en el norte

hace 1 día 3

Hay momentos en que un país entero se aferra a una ilusión compartida. En Venezuela, esa ilusión hoy tiene forma de balón y la representan 11 guerreros durante 180 minutos. El camino hacia el primer Mundial de nuestra historia vuelve a abrirse y, como pocas veces antes, se percibe la posibilidad de alcanzarlo. El fútbol nos ofrece un respiro en medio de la incertidumbre, una causa común que trasciende camisetas y diferencias.

No es la primera vez que sentimos tan cerca la puerta del cielo. En 2001, con Richard Páez, la Vinotinto dejó de ser la cenicienta y empezó a escribir una historia distinta, la de un equipo que podía ganar y soñar. Más tarde, en las eliminatorias para Sudáfrica 2010, faltaron apenas puntos para lograr lo impensable. Y en 2017, la gesta juvenil en Corea del Sur nos mostró, tras perder la final 1-0 con Inglaterra, que había generaciones capaces de mirar de frente a las potencias. Sin embargo, siempre terminamos quedándonos en la orilla, con el sabor amargo de lo que parecía posible y se nos escapaba de las manos.

Hoy, el panorama es otro. Los muchachos que saltan a la cancha no cargan con la resignación heredada. Juegan convencidos de que la historia puede torcerse. Y un país cansado de esperar los acompaña, sabiendo que el triunfo en la cancha podría convertirse también en un espejo para otros ámbitos de la vida nacional.

Porque creer, aunque sea por 90 minutos, en que todo puede cambiar, es un acto profundamente político, aunque se vista de deporte.

Un sentimiento nacional

El norte está claro: llegar por fin a un Mundial. Pero también, para muchos, recuperar la esperanza de que nada es eterno, que las hegemonías —sean futbolísticas o de otro tipo— pueden derrumbarse con presión constante, trabajo en equipo y fe en que hay un mañana distinto.

Cuando la Vinotinto mira hacia arriba en la tabla, Venezuela entera también mira hacia adelante. Quizá todavía falte camino, quizá aún habrá tropiezos, pero lo importante es que ya nadie se conforma con perder. El país que alguna vez soñó con ver ondear su bandera en un Mundial sabe que la posibilidad está. Y en ese anhelo, deportivo y nacional, seguimos con la fe puesta en el norte.

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