Unas 70.000 personas participaron este sábado en Belém, Brasil, en una manifestación contra la 30° Conferencia de las Partes de Naciones Unidas Contra el Cambio Climático (COP30). La protesta, organizada por la Cumbre de los Pueblos bajo el lema “Desde el Amazonas para el mundo: Fin de la desigualdad y del racismo ambiental. Justicia climática ya”, marcó el quinto día de la cumbre climática con una asistencia masiva que, según los organizadores, quiere visibilizar el reclamo urgente de justicia ambiental y social en la región amazónica y el mundo.
La jornada arrancó fuera del recinto oficial de la COP30, con una marcha integrada por activistas, representantes de pueblos indígenas y miembros de movimientos sociales internacionales. Según información publicada por Folha de Sao Paulo, figuras destacadas como la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil, Marina Silva, ofrecieron declaraciones en las que subrayaron la importancia de esta cumbre como un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático.
Activistas climáticos protestan con ataúdes con leyendas que dicen carbón, petróleo y gas en Belém, Brasil (AP Foto/Andre Penner)Silva afirmó que se trata de “la COP de la verdad, la COP de la implementación”, e insistió en la urgencia de avanzar hacia una “transición, el desmantelamiento y el final del uso de los combustibles fósiles”. Añadió que Brasil es “el único país del mundo que ya tiene el mapa del camino”, y detalló una reducción del 50% en la deforestación de la Amazonía, así como una significativa caída en los incendios forestales en regiones estratégicas como el Pantanal y el Cerrado, aunque reconoció que “aún no es suficiente” y reafirmó el compromiso por un “desmantelamiento cero”.
Durante la manifestación se realizó una dramatización que representaba el “funeral de los combustibles fósiles”, con féretros gigantes y la participación de ONG internacionales y artistas de la Universidad Federal del Pará. Entre las representaciones artísticas destacó también “Plaga naranja”, una escultura del presidente estadounidense Donald Trump. Las críticas no estuvieron dirigidas solo a líderes extranjeros, ya que el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva fue retratado bebiendo petróleo, en un gesto de rechazo a nuevas exploraciones en el Amazonas autorizadas por su gobierno, y se denunció además la privatización de ríos y la expansión de la minería. Los manifestantes ondearon también banderas de Palestina, ampliando el espectro de reclamos.
A la marcha acudieron movimientos sociales de Kenia, Filipinas y Malasia, quienes, según relató la directora ejecutiva de Greenpeace para España y Portugal, Eva Saldaña, pusieron sobre la mesa las pérdidas humanas y territoriales provocadas por la crisis climática. Saldaña recordó que “la emergencia climática sigue aquí” y advirtió que la falta de medidas contundentes incrementa la incidencia de eventos extremos. Llamó a los líderes globales a alcanzar acuerdos históricos “sin excusas”.
La movilización en Belém retoma las marchas globales de presión frente a las políticas ambientales de las cumbres oficiales, después de tres años en los que la celebración de la COP en países como Azerbaiyán, Dubái y Egipto limitó la libertad de expresión y las protestas. El anterior gran precedente fue la Marcha Global por el Clima durante la COP26 de Glasgow.
Decenas de miles de manifestantes, entre ellos una amplia representación indígena, recorrieron varios kilómetros desde un mercado local hasta las inmediaciones del Parque da Cidade, sede de la COP30 y resguardada este sábado por un fuerte despliegue militar y vallados. Aunque los organizadores cifraron la asistencia en 70.000 personas, otras estimaciones la sitúan en 50.000.
En las calles, los cánticos ambientalistas se mezclaban con ritmos populares locales y algunos participantes portaron símbolos como lanzas o arcos y flechas, en referencia a la lucha histórica de los pueblos originarios de la Amazonía. Referentes como Txai Suruí, activista indígena, pidieron mayor “presión” no solo para que los países cumplan sus promesas, sino para evitar retrocesos en la lucha climática. “Queremos presionar no solo para que se cumplan las promesas de los países sino también para que no se acepte ningún retroceso”, fueron sus palabras recogidas por AFP.
El protagonismo indígena fue notorio tras los incidentes vividos a principios de semana, cuando miembros de estas comunidades se enfrentaron a las fuerzas de seguridad encargadas de proteger la zona restringida de las negociaciones. Benedito Huni Kuin, del pueblo homónimo en el norte de Brasil, expresó su preocupación por la masacre ecológica a la que se enfrentan y aseguró que necesitan más representantes dentro de las negociaciones.
Por su parte, Naraguassu Pureza da Costa, referente indígena de la isla fluvial de Marajó, denunció la invasión de capital extranjero y compañías multinacionales sobre los territorios ancestrales. En la llegada de la marcha, la presencia de la policía impidió que los manifestantes accedieran al centro de negociaciones, mientras grupos indígenas realizaron danzas rituales y aromatizaron el ambiente con incienso.
A nivel de negociaciones, Brasil inició la COP30 logrando consenso en la agenda oficial, pero postergó la discusión de los temas más delicados, como el financiamiento climático, las metas de reducción de emisiones y las barreras comerciales. Según fuentes diplomáticas consultadas por AFP, las posiciones continúan “bastante divididas”, con varios bloques de países defendiendo prioridades divergentes y a la espera de la llegada de los ministros para la segunda semana del encuentro. Un diplomático occidental, bajo anonimato, describió las negociaciones como auténticas “sesiones de terapia”, en alusión a la dificultad de lograr acuerdos claros ante la multiplicidad de intereses.
(Con información de AFP y EP)
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