
Un estudio científico reveló que el fondo marino profundo continúa siendo una de las regiones menos exploradas del planeta. Según los hallazgos publicados en la revista Science Advances, únicamente el 0,001% de estas zonas oceánicas ha sido observado de forma visual desde 1958, lo que representa un área más pequeña que el estado de Rhode Island en Estados Unidos.
La investigación fue desarrollada por la organización Ocean Discovery League y liderada por la oceanógrafa Katy Croff Bell. El estudio analizó datos de más de 44.000 inmersiones realizadas en los últimos 65 años, con el fin de determinar la proporción del fondo oceánico que ha sido directamente documentada por medio de cámaras o exploración humana.
El océano profundo incluye todas las áreas situadas a más de 200 metros de profundidad, donde la luz solar no llega y las condiciones físicas hacen que la exploración sea compleja. A pesar de que los océanos cubren el 71% de la superficie terrestre, la mayoría de su extensión permanece invisible para los investigadores.
La publicación científica de Science Advances, detalla que solo 0,001% del fondo marino profundo ha sido observado directamente por medios visuales. Esta cifra fue calculada a partir de una revisión de 44.000 registros de inmersiones en aguas profundas, realizadas desde 1958 mediante submarinos tripulados, vehículos operados remotamente (ROVs) y otros dispositivos de captura de imágenes submarinas.
Incluso en un escenario donde los datos analizados estuvieran subestimados en un factor de diez, los autores afirman que seguiría siendo menos del 0,01% el territorio visualmente documentado. Esto pone de manifiesto el vacío de conocimiento sobre la mayor parte del fondo del océano profundo.
El estudio señala que el acceso a este entorno es limitado por razones técnicas, económicas y logísticas. Los altos costos asociados con la exploración submarina, así como la necesidad de vehículos especializados capaces de soportar presiones extremas, hacen que solo un reducido grupo de países —entre ellos Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania y Nueva Zelanda— tenga capacidad real para efectuar investigaciones a estas profundidades.

El fondo marino profundo se define como cualquier zona oceánica ubicada a más de 200 metros de profundidad. En estas regiones, la oscuridad es total, la temperatura es baja, la presión es elevada y la disponibilidad de oxígeno es limitada. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), este entorno alberga ecosistemas únicos, como los que se encuentran en fuentes hidrotermales, donde sobreviven organismos que dependen de procesos de quimiosíntesis para obtener energía.
La falta de observación visual directa implica que numerosas especies continúan sin ser descritas por la ciencia. Investigaciones previas de la organización Seabed 2030 habían señalado que solo un 23% del fondo oceánico global ha sido mapeado batimétricamente, pero el nuevo estudio establece que incluso esa cobertura no incluye documentación biológica o imágenes.
Las condiciones del fondo del océano profundo también dificultan la recolección de muestras y el monitoreo continuo de estos hábitats. Esto impide contar con datos suficientes para evaluar la biodiversidad y el impacto potencial de actividades humanas como la minería en aguas profundas, la instalación de cables submarinos o la acumulación de residuos industriales.
El estudio indica que actualmente solo cinco países tienen la capacidad técnica y operativa para realizar exploraciones visuales en el fondo marino profundo: Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania y Nueva Zelanda. Esta concentración de recursos limita el acceso equitativo a los datos y reduce la posibilidad de que comunidades costeras o países en desarrollo participen en los procesos de descubrimiento y conservación.
En entrevistas recogidas por el medio Fox Weather, la doctora Katy Croff Bell advirtió que la limitada exploración del fondo oceánico representa un desafío crítico ante amenazas crecientes como el cambio climático y la expansión de la minería submarina. Según la investigadora, la falta de observación dificulta establecer líneas base para la toma de decisiones informadas.
El estudio recomienda invertir en tecnologías emergentes como drones submarinos, sensores remotos de bajo costo y herramientas de código abierto, con el objetivo de ampliar la cobertura visual de los ecosistemas marinos y facilitar el acceso a comunidades científicas con menos recursos.

La NOAA ha documentado la existencia de organismos adaptados a ambientes extremos en el fondo marino profundo, como crustáceos ciegos, equinodermos, peces sin pigmentación y moluscos bioluminiscentes. Estos seres viven en completa oscuridad, sin depender de la fotosíntesis, y muchos de ellos no han sido observados ni descritos formalmente.
El Departamento de Conservación de Nueva Zelanda también ha reportado el hallazgo de especies inéditas en sus aguas profundas, incluyendo anguilas sin ojos, peces con estructuras óseas especializadas para soportar altas presiones, y comunidades biológicas que dependen de compuestos químicos que emanan del subsuelo marino.
La falta de conocimiento sobre estos ecosistemas impide evaluar los efectos acumulativos de las actividades humanas y plantea incertidumbres sobre la resiliencia ecológica del océano ante cambios climáticos globales.
El artículo de Science Advances propone una expansión estratégica del acceso a tecnologías de exploración, priorizando soluciones económicas y colaborativas. Además, plantea la necesidad de integrar esfuerzos internacionales con la participación de comunidades locales, universidades y organizaciones no gubernamentales, especialmente en países que carecen de infraestructura marina avanzada.
La National Geographic Society respaldó estas propuestas a través de declaraciones de su jefe de ciencia e innovación, Ian Miller, quien afirmó que las investigaciones lideradas localmente son esenciales para representar con mayor precisión la diversidad del fondo del océano profundo.
Los autores concluyen que, a medida que la tecnología se vuelve más accesible, será posible reducir significativamente el desconocimiento sobre el ecosistema más extenso del planeta, lo cual permitirá implementar políticas de conservación basadas en evidencia científica.