
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, mantuvieron un encuentro en la Casa Blanca enfocado en las consecuencias de los aranceles impuestos a productos canadienses y en la posibilidad de avanzar hacia un nuevo acuerdo comercial entre ambos países.
La agenda incluyó temas arancelarios, seguridad regional, defensa y el futuro del acuerdo trilateral conocido como USMCA (Estados Unidos-México-Canadá).
Las tensiones entre Washington y Ottawa se intensificaron tras la decisión de la administración Trump de mantener aranceles sobre bienes clave de la economía canadiense, una medida que el gobierno canadiense respondió con contraaranceles dirigidos a productos estadounidenses.

Por otro lado, la industria del acero y el sector automotriz destacaron como los más damnificados por las restricciones comerciales estadounidenses. Ejecutivos y sindicatos exigieron a Ottawa una mayor firmeza para proteger el empleo, mientras que la postura conciliadora de Carney generó opiniones divididas.
El jefe de gobierno de Ontario, Doug Ford, advirtió que retirar aranceles sin reciprocidad de Washington podría debilitar a Canadá en la mesa de negociación.
Durante su comparecencia ante la prensa en la Oficina Oval, ambos mandatarios mostraron un trato cordial y cruzaron elogios personales. Trump afirmó: “Desde el principio me gustó y hemos tenido una buena relación”. En tono distendido, el presidente norteamericano bromeó sobre la posible incorporación de Canadá como nuevo estado federal estadounidense, en línea con anteriores comentarios sobre la relación bilateral.
En Ottawa, la estrategia del gobierno fue cuestionada por la oposición. Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador, acusó a Carney de ceder demasiado sin lograr avances y denunció una caída en la confianza exportadora. Exigió, mediante una carta abierta difundida, que el primer ministro regresara de Washington con resultados “y no excusas, fotos y promesas rotas”.
El ministro de Comercio Interprovincial, Dominic LeBlanc, defendió la decisión de mantener el diálogo abierto. Declaró que rechazar invitaciones de la Casa Blanca enviaría mensajes negativos, lo que cerraría futuros espacios de negociación.

Entre los analistas, Asa McKercher, profesor de la Universidad Saint Francis Xavier, opinó que el gobierno de Carney ha respondido a los reclamos de defensa y gasto militar planteados por Estados Unidos en los últimos dos años para restaurar la confianza y suavizar la presión comercial.
Además, la opinión pública juega un papel esencial. Shachi Kurl, presidenta del Instituto Angus Reid, declaró a Reuters que la sociedad canadiense acepta una política de negociación, aunque ese margen llega a su límite si el empleo y el crecimiento económico empeoran.
En este contexto, la visita de Carney permitió reencauzar el diálogo, aunque sin anuncios específicos sobre los sectores productivos afectados.
Funcionarios oficiales indicaron que preservar el canal de comunicación representa en sí un progreso a la espera de soluciones más favorables para la industria canadiense.
Al finalizar la jornada, ningún representante oficial anunció entendimientos comerciales nuevos.
Actualmente, el 75% de las exportaciones canadienses tienen como destino el mercado estadounidense, una cifra que refleja el peso determinante de la política comercial de la Casa Blanca sobre la economía canadiense.
En las próximas semanas se podrá observar si la continuidad del diálogo permite una reducción de los aranceles que afectan a las principales industrias de Canadá o si la falta de avances aumenta la presión política y social sobre el gobierno canadiense.
(Con información de Reuters y AFP)