
Conducir bajo la influencia del alcohol o las drogas en el estado de Texas representa un riesgo grave tanto para la vida propia como para la de terceros, y puede derivar en consecuencias legales severas, incluyendo penas de cárcel.
La legislación texana establece normas estrictas para quienes se ponen al volante tras consumir sustancias que alteran sus capacidades, con especial énfasis en la protección de los menores y la seguridad vial.
En este estado, la ley es clara respecto a los límites de alcohol en sangre permitidos para conducir. Una persona se considera legalmente intoxicada cuando su concentración de alcohol en la sangre alcanza el 0.08%, pero la infracción puede configurarse antes de llegar a ese umbral si el alcohol o las drogas afectan la capacidad para conducir, volar o navegar.

Para los menores de 21 años, la tolerancia es nula: cualquier cantidad detectable de alcohol en el organismo convierte la conducción en un acto ilegal. Esta política de cero tolerancia busca disuadir el consumo de alcohol entre los jóvenes y reducir los accidentes relacionados con la conducción bajo los efectos de sustancias.
Las sanciones por conducir en estado de ebriedad, conocidas como DWI (Driving While Intoxicated), varían en función del número de infracciones previas y la gravedad de la conducta:
- Para una primera ofensa, la persona se expone a una multa de hasta 2.000 dólares, una pena de cárcel de máximo 180 días tras la condena, con un mínimo obligatorio de tres días, y la pérdida de la licencia de conducir por un periodo de hasta un año. Estas medidas buscan no solo castigar, sino también prevenir la reincidencia y proteger a la comunidad.
- En caso de una segunda infracción, las consecuencias se agravan. El ciudadano puede recibir una multa de hasta USD 4.000, una condena de entre un mes y un año de cárcel, y la suspensión de la licencia de conducir por hasta dos años. La reincidencia se considera un factor agravante, reflejando la preocupación de las autoridades por quienes persisten en conductas peligrosas pese a haber sido sancionados previamente.
- La tercera ofensa eleva las sanciones a un nivel mucho más severo. El responsable enfrenta una multa de $10.000 (alrededor de 9.250 euros), una condena de dos a diez años de prisión, y la pérdida de la licencia de conducir por hasta dos años.
Estas cifras no incluyen las multas estatales adicionales, que pueden ascender a $3.000, $4.500 o $6.000, evaluadas en el momento de la sentencia. El impacto económico y personal de estas sanciones puede ser devastador, afectando la vida laboral, familiar y social del infractor.

La legislación de Texas contempla circunstancias agravantes que incrementan aún más la severidad de las penas. Una de las situaciones más graves es conducir bajo los efectos del alcohol con un niño pasajero. Si una persona conduce en estado de ebriedad con menores de 15 años en el vehículo, se le acusa de poner en peligro a un niño, lo que conlleva sanciones adicionales.
En este caso, la multa puede alcanzar los $10.000, la pena de cárcel puede llegar hasta dos años, y la pérdida de la licencia de conducir se extiende por otros 180 días.
La protección de los menores constituye una prioridad absoluta para las autoridades, que buscan erradicar este tipo de conductas mediante castigos ejemplares.
Otra infracción relacionada es la de conducir con un recipiente abierto de alcohol en el vehículo. En Texas, portar un contenedor abierto de bebidas alcohólicas dentro del automóvil es ilegal, incluso si el conductor no se encuentra bajo los efectos del alcohol.