A medio siglo del estreno de Tiburón, Steven Spielberg reveló detalles inéditos sobre las dificultades extremas que marcaron el rodaje de la película. El director, que contaba con solo 26 años cuando asumió el reto de filmar su segundo largometraje, admitió que la magnitud del proyecto superó cualquier expectativa inicial y que, en más de una ocasión, temió por el futuro de su carrera.
No obstante, el film se volvió una verdadera obra maestra que, a 50 años del estreno, es del mundo. Estrenada en 1975, contó con un rodaje en el océano Atlántico y fue el punto de partida para la carrera de uno de los directores más influyentes.
En el marco de la inauguración de la exposición conmemorativa en el Museo de la Academia de Los Ángeles, el reconocido cineasta reflexionó sobre el primer “éxito de taquilla del verano”, con una autocrítica hacia su ambición durante las filmaciones.
En la charla, manifestó que su confianza inicial lo llevó a subestimar las dificultades de rodar en mar abierto. “Mi arrogancia me hacía pensar que podríamos llevar a un equipo de Hollywood, adentrarnos 19 kilómetros en el Atlántico y rodar una película entera con un tiburón mecánico. Pensé que iba a salir de maravilla”.
Más de 200 objetos originales de Tiburón se exhiben en las salas californianas, entre ellos piezas emblemáticas como la boya empleada en la escena inicial. La curadora Jenny He destacó la relevancia de esta retrospectiva, que no solo celebra el impacto cultural del filme, sino que también revela el complejo proceso creativo y técnico que lo hizo posible.
Sin embargo, la realidad del rodaje en Martha’s Vineyard, en la costa este de Estados Unidos, pronto se impuso: los contratiempos técnicos y humanos se multiplicaron, poniendo en riesgo la finalización del proyecto: “Pensé que mi carrera había terminado”, expresó.
Uno de los grandes obstáculos fue el tiburón mecánico, pieza fundamental de la narrativa y fuente constante de inconvenientes. Los tres animatrónicos, bautizados como Bruce en honor al abogado de Spielberg, presentaron fallas desde el primer día. Jenny He explicó que el equipo de efectos especiales nunca había experimentado con los sistemas en agua salada antes de llegar al set.
Al sumergirlos en el océano, los sistemas neumáticos e hidráulicos sufrieron desconexiones, acumulación de aceite y daños debido a la salinidad y la distancia. Estas complicaciones, que se sumaron a las condiciones climáticas adversas y las fuertes corrientes marinas, complicaron cada jornada de trabajo.
A estos problemas se sumó la interferencia de factores externos, como las regatas que se celebraban en las inmediaciones de Martha’s Vineyard. Spielberg recordó la frustración de preparar el set para una toma solo para ver cómo decenas de velas blancas invadían el plano, lo que obligaba a la producción a detenerse y esperar. El director describió escenas de espera interminable.
Otro de los imprevistos que complicó el rodaje fue el mareo que sufrió gran parte del equipo: “Nunca había visto tanto vómito en mi vida”, relató, aunque aseguró que él mismo no se mareó, impulsado por la presión de liderar la producción.
El ambiente de tensión y agotamiento se agudizó a medida que avanzaban los meses. El director admitió que, semana tras semana, varios miembros del equipo le pedían una fecha definitiva para concluir o algún incentivo para seguir. Aunque en varias ocasiones se le ofreció la posibilidad de abandonar el proyecto, rechazó la opción y decidido a llevar la producción hasta el final.
“Yo no sabía cuándo íbamos a terminar”, destacó. Con ese panorama, la camaradería entre el elenco y el equipo resultó fundamental. Spielberg destacó que la experiencia compartida de “simplemente tratar de sobrevivir a algo” fortaleció los lazos entre todos los involucrados y permitió sobrellevar las dificultades.
El esfuerzo colectivo y el compromiso tuvieron su recompensa. La película se transformó en un fenómeno del cine, recaudando USD 260,7 millones en Estados Unidos. La crítica y la industria la premiaron.
Verna Fields obtuvo el Óscar por el montaje de las escenas de suspense, mientras que John Williams fue galardonado por la banda sonora, una de los más reconocibles del cine. El éxito de la película consolidó a Spielberg como una de las figuras más influyentes de su generación y marcó un hito en la historia del séptimo arte.
La exposición del Museo de la Academia de Los Ángeles expone objetos de rodaje esenciales de la película. Se destaca la ya mencionada boya, conservada durante cinco décadas por un miembro del equipo.
El cineasta expresó su asombro por el trabajo de los curadores y la capacidad de preservar piezas tan emblemáticas, apelando a la memoria colectiva y el legado de la película. La exposición pone de relieve objetos y recuerdos de la realización para contar una vez más, medio siglo después, la historia de un rodaje tan desafiante como inolvidable.