
La campaña para las elecciones bolivianas del 17 de agosto transita un momento crucial. A casi un mes del día decisivo, el empresario Samuel Doria Medina, líder de la coalición centroderechista Alianza Unidad, encabeza las encuestas con un 18,7%, según Ipsos‑Ciesmori. Su indiscutible ventaja, sin embargo, se da en un escenario marcado por una profunda crisis económica que amenazaba los cimientos del país.
Bolivia enfrenta una escasez crítica de dólares, resultado de la prolongada política de subsidios a los combustibles, que ha erosionado las reservas del Banco Central y disparado la inflación. En junio, el alza interanual alcanzó niveles inéditos desde al menos 2008: 23,9%. Esa cifra explica las protestas que han convertido al presidente Luis Arce, sucesor político de Evo Morales, en el principal blanco de críticas.
Un reciente informe de Bloomberg advierte sobre “escasez de todo, desde combustible hasta aceite para cocinar”, así como manifestaciones violentas que han dejado muertos y heridos. Añade que la inflación alcanzó su nivel más alto desde 1991, lo que profundiza el descontento ciudadano en vísperas del sufragio.
Doria Medina, de 66 años y uno de los hombres más ricos del país, no oculta que pretende revertir el modelo económico heredado del MAS. “Lo más importante va a ser recobrar la estabilidad económica y... salir del estatismo”, declaró a la AFP. Entre sus primeras medidas plantea eliminar los subsidios a los combustibles durante los primeros 100 días de gestión para preservar dólares, sin temer un “shock” puesto que, advierte, ya se experimentó.

El plano socioeconómico boliviano se hallaba sometido a un fuerte endeudamiento. Según datos del FMI citados por El País, el déficit público superaba el 10% del PIB y la deuda estatal rondaba el 92% del PIB. Doria Medina ha señalado también que cerrará empresas públicas no rentables—acusando al MAS de haber ejecutado “inversiones irracionales”, como ingenios sin caña o plantas fundideras en zonas sin mercado—y prevé compensaciones focalizadas para los grupos vulnerables.
En materia de inversión, el candidato apuesta a liberalizar la explotación de recursos y atraer capital internacional, propuesta que incluye quitar “trabas” a la Constitución de 2009, diseñada por el MAS. Analistas advierten que esas reformas pueden encontrar resistencia en los sectores rurales e indígenas que han sustentado al MAS durante 20 años.
Pese a su liderazgo en las encuestas, Doria Medina enfrenta competencia: el ex presidente Jorge Quiroga lo sigue muy de cerca con 18,1%. Desde la derecha, Quiroga critica al MAS por corrupción y lo vincula con el chavismo y el castrismo.

Mientras tanto, el MAS se encuentra debilitado. Andrónico Rodríguez, líder del Senado y apoyado por el oficialismo, suma apenas 11,8%. Eduardo del Castillo, candidato presidencial del partido, no supera el 2,3%, y Eva Copa, alcaldesa de El Alto, apenas alcanza el 0,6% de intención de voto. El ambiente dentro del MAS está fracturado: la imposibilidad de que Morales se postule, por disputas legales y constitucionales, ha encendido tensiones internas y desencadenado enfrentamientos que dejaron seis muertos y más de 300 heridos.
La campaña, en este contexto, no solo discute el rumbo económico sino también la definición del modelo político. Doria Medina promete un Estado más ligero, foco en la inversión privada y apertura al mundo, mientras que el MAS insiste en mantener el control estatal sobre sectores estratégicos, alegando que una apertura abrupta podría agravar la desigualdad.
Diversos informes del FMI y del Banco Mundial han advertido que la sostenibilidad fiscal de Bolivia está comprometida si no se ajustan los subsidios y se racionaliza el gasto público.
El país se prepara para una elección que definirá el rumbo económico de los próximos años. El oficialismo defiende la continuidad de un modelo con fuerte participación estatal, mientras que la oposición liderada por Doria Medina y Quiroga propone recortes al gasto público, apertura al capital extranjero y un mayor protagonismo del sector privado.