
El cuidado de la salud tiroidea impacta directamente en la calidad de vida de millones de personas a nivel global. Las enfermedades de la tiroides, esa pequeña glándula que regula funciones vitales, suelen ocultarse tras síntomas difusos, lo que retrasa el diagnóstico y eleva el riesgo de cuadros severos.
Reconocer la diferencia entre hipertiroidismo e hipotiroidismo es crucial: solo así es posible actuar a tiempo, evitar complicaciones graves y restablecer el bienestar físico y mental.
El hipertiroidismo ocurre cuando la glándula tiroides produce un exceso de hormonas, provocando una aceleración del metabolismo y una amplia variedad de síntomas. Entre los más comunes se encuentran: nerviosismo, ansiedad, irritabilidad, insomnio, fatiga persistente, sensibilidad al calor, pérdida de peso inexplicada, temblores, ritmo cardíaco acelerado, palpitaciones y bocio (agrandamiento de la zona anterior del cuello). Además, pueden presentarse cambios en el estado de ánimo y debilidad muscular.

Tanto el Hospital Universitario Austral como el National Health Service (NHS) del Reino Unido identifican la enfermedad de Graves como la causa más frecuente, una condición autoinmunitaria con base hereditaria. Otros desencadenantes incluyen infecciones, nódulos tiroideos y el uso inadecuado de medicamentos con hormona tiroidea.
Harvard Medical School advierte que el hipertiroidismo puede generar complicaciones severas, sobre todo si compromete el sistema cardiovascular, provocando arritmias, insuficiencia cardíaca u osteoporosis. Reconocer y tratar estos signos de manera temprana puede evitar evoluciones peligrosas, como la crisis tirotóxica, que es de riesgo vital.
El hipotiroidismo representa la situación opuesta: la tiroides no produce suficientes hormonas, lo que enlentece funciones vitales del organismo. Al inicio, los síntomas suelen ser leves e incluso atribuidos al envejecimiento, pero progresan hacia cansancio intenso, aumento de peso, intolerancia al frío, piel seca, ronquera, debilidad muscular, dolores articulares, cambios en el ánimo, afinamiento del cabello, pulso más lento y la característica “niebla mental” (dificultad para concentrarse, olvidos y somnolencia).

Entre las causas, la más frecuente es la tiroiditis de Hashimoto, una enfermedad autoinmune. También puede originarse por cirugía tiroidea, radioterapia de cuello o deficiencia de yodo. El diagnóstico, como señala la Mayo Clinic, se confirma con análisis de sangre que miden los niveles de TSH y hormonas tiroideas.
Si el hipotiroidismo no se identifica ni se trata, puede producir complicaciones como colesterol alto, problemas cardíacos e inclusive coma mixedematoso, una situación de emergencia.
Ambas afecciones implican un desequilibrio en la producción de hormonas tiroideas, pero sus efectos en el organismo son opuestos. En el hipertiroidismo, el metabolismo se acelera, mientras que en el hipotiroidismo, se ralentiza. Los pacientes con hipertiroidismo tienden a perder peso, a experimentar ansiedad y palpitaciones, mientras que quienes padecen hipotiroidismo suelen mostrar aumento de peso, fatiga y lentitud mental.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de 750 millones de personas en el mundo padecen trastornos tiroideos, con un 60% sin diagnóstico, lo que eleva la importancia del reconocimiento de los síntomas. Aunque los dos trastornos tienen riesgos, el hipertiroidismo suele considerarse más peligroso por el impacto directo sobre el corazón y el mayor riesgo de crisis aguda.
El abordaje de estas afecciones depende del diagnóstico específico y del estado general del paciente. El hipotiroidismo se trata con hormona tiroidea sintética, permitiendo la recuperación paulatina del metabolismo y de la calidad de vida, siempre bajo control médico y ajustes en la medicación según los valores en sangre, reportó Mayo Clinic.

En el caso del hipertiroidismo, las opciones incluyen medicamentos antitiroideos, yodo radioactivo y, en algunos casos, cirugía para remover la glándula tiroides. El tipo de tratamiento depende de factores como la edad, la severidad clínica y la causa subyacente. Tanto la Mayo Clinic como la Harvard Medical School enfatizan la necesidad de controles periódicos y ajuste de dosis para minimizar efectos adversos y prevenir recaídas.
La clave reside en la detección precoz, la consulta rápida ante síntomas persistentes y el seguimiento profesional. Consultar periódicamente al médico, controlar los síntomas y realizar los análisis recomendados son pasos fundamentales para proteger la salud tiroidea y evitar desenlaces graves.