
La maquinaria judicial rusa volvió a ponerse en marcha este miércoles contra la oposición. Un tribunal militar de Moscú condenó en ausencia a 18 años de prisión a Leonid Volkov, de 44 años, el estratega principal y mano derecha del fallecido líder opositor Alexei Navalny. La sentencia confirma que el Kremlin mantiene su implacable campaña de persecución contra cualquier voz disidente, incluso después de la muerte de su principal némesis político.
Volkov, exiliado en Lituania desde 2019, fue declarado culpable de más de 40 episodios delictivos repartidos en nueve causas penales, según informó la agencia oficial Interfax. Los cargos incluyen “justificar el terrorismo”, difundir “noticias falsas” sobre el Ejército ruso, fraude, vandalismo político y crear una organización “extremista”. También se le acusa de “rehabilitar el nazismo” e involucrar a menores en manifestaciones.
El opositor recibió la condena con el humor ácido que caracterizaba al movimiento de Navalny. “¡Deténganse! Me cayeron 18 años”, escribió en Telegram, quitándole importancia también a la multa de dos millones de rublos (unos 22.000 euros) que acompaña la pena. “¡Y no me prohibieron usar internet! Bueno, entonces lo usaré”, agregó con sarcasmo.
Tras leer la sentencia completa, Volkov rectificó: sí le habían vetado el uso de internet durante una década. “Y ya he empezado a usarlo. Maldición. ¿Qué hago ahora?”, escribió con la ironía que le es característica.

Volkov dirigió durante años las oficinas regionales de Navalny por todo el territorio ruso y orquestó sus campañas electorales. Posteriormente lideró el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK), la organización estrella del opositor, hasta marzo de 2023. Su labor fue clave para construir la única red de oposición real que existió en la Rusia de Putin durante la última década.
El político abandonó Rusia en 2019 cuando las autoridades abrieron una causa penal contra él. Desde entonces figura en la lista de búsqueda del Ministerio del Interior. En 2022 se sumaron nuevos casos por “apología del terrorismo” y “difusión de noticias falsas” sobre la actuación militar rusa en Ucrania.
El año pasado, Volkov y su equipo lanzaron la “Maquinaria de Campaña de Navalny”, una ambiciosa iniciativa para contactar telefónicamente o por internet con el mayor número posible de rusos y movilizarlos contra Putin antes de las elecciones presidenciales de marzo. La estrategia incluía la campaña “Mediodía contra Putin”, que instaba a los opositores a acudir masivamente a votar al mediodía del último día electoral como forma de protesta silenciosa y homenaje a Navalny.

En marzo de 2024, la persecución se volvió física. Volkov fue víctima de un brutal ataque cuando llegaba a su casa en Vilnius. Un agresor destrozó la ventanilla de su coche, le roció gas lacrimógeno en el rostro y le golpeó con un martillo, causándole una fractura en un brazo y graves contusiones que requirieron hospitalización.
“Trabajaremos, no nos rendiremos”, declaró desde el hospital con el brazo en cabestrillo. “Fue un saludo de bandido característico de los secuaces de Putin”, añadió en referencia al pasado del presidente ruso como vicealcalde de San Petersburgo en los años noventa, cuando la ciudad era considerada una de las más peligrosas del país.

Meses después se supo que la agresión formaba parte de una operación más amplia. Las autoridades polacas detuvieron a tres ciudadanos de ese país acusados de haber ejecutado ataques intimidatorios contra disidentes rusos en Lituania y Argentina, presuntamente contratados por los servicios de inteligencia del Kremlin.
La condena de Volkov es la última pieza de la sistemática destrucción de la red de Navalny que emprendió el Kremlin tras declararla “extremista” en 2021. El gobierno aceleró esa campaña después de lanzar su “operación militar especial” en Ucrania, aprovechando las nuevas leyes de censura militar para silenciar cualquier crítica a la guerra.
Navalny, el principal opositor de Putin y la única figura capaz de movilizar a miles de rusos contra el Kremlin, murió en febrero de 2024 a los 47 años en una colonia penal del Ártico en circunstancias que sus seguidores consideran un asesinato encubierto. Cumplía condenas que sumaban más de 30 años por cargos de fraude y extremismo que él denunció como fabricados para silenciarlo.
Pero ni siquiera su muerte frenó la persecución. En enero, tres abogados que trabajaron para Navalny fueron condenados a hasta cinco años y medio de cárcel por pertenecer a un “grupo extremista”. En abril, cuatro periodistas recibieron la misma pena por colaborar con su organización prohibida.

La represión se ha extendido incluso a las familias. En abril, el Servicio Federal de Monitoreo Financiero añadió a Mikhail Volkov, el padre de 69 años del opositor, a su lista oficial de “extremistas y terroristas”, acusándolo de financiar la Fundación Anticorrupción de Navalny.
La oposición rusa está hoy reducida a la mínima expresión. Decenas de políticos, activistas y periodistas críticos han sido encarcelados o forzados al exilio. Los pocos que permanecen en el país, como el veterano disidente Lev Shlosberg —detenido esta semana por pedir el fin de la guerra—, viven bajo constante amenaza.