LA HABANA. - En una pequeña brecha de tierra se apiñan siete u ocho vacas esqueléticas rodeadas de las aguas fangosas que inundan un intricado caserío en el municipio Jiguaní, provincia Granma a poco más de 850 kilómetros al suroeste de La Habana. El ganado lleva una semana sin pastar. El hambre y las enfermedades ya mataron a varias reses. Otras murieron ahogadas por la crecida de ríos y arroyos.
Un helicóptero pasa y tiran fotos del ganado apresado por las aguas. Pero no hay recursos ni combustible para proteger a los animales. La prioridad es salvar a los seres humanos. Cuenta un campesino de la zona que, “cada año mueren de hambre, enfermedades y sed hasta 18 mil reses solo en la provincia de Granma. Y miles son sacrificadas por matarifes clandestinos para vender su carne a contrabando. Ser ganadero es una carga en Cuba. Cuando te roban, eres el primer sospechoso que señala la policía. Además, corres el riesgo de ser herido por las bandas de matarifes de vacas cuando entran a robarlas”.
Hubo ganado
Hace 66 años en la Isla había seis millones de cabeza de ganado vacuno. Una per cápita por habitante: entonces la población era de seis millones. Ese número se mantuvo hasta hace unas décadas, cuando comenzó a decrecer debido a la mala gestión del estatal ministerio de agricultura y el sacrificio de ganado destinado a la venta de carne de res en el mercado informal.
Maiyara, campesina de extrema delgadez y hablar pausado, dice que ella y su esposo tienen "una pequeña plantación donde sembramos yuca, boniatos y mango. Tuvimos dos vacas que nos daban leche. Una la mataron y descuartizaron, para coger la carne, y la otra murió de una enfermedad. En las provincias orientales estamos maldecidos. No sé si fue por apoyar a Fidel o renunciar a Dios. Pero cada vez estamos peor. Es un castigo del Señor”, lamenta.
Todos huyen
Cuenta que en la región “huye todo el que puede. O se van del país o escapan pa'la Habana. Nadie quiere trabajar la tierra pasando mil necesidades. El gobierno ni está ni se le espera. Nadie cree en ellos. Solo las pequeñas congregaciones religiosas ayudan a la gente”. En un puñado de comunidades rurales en Santiago de Cuba, el cura católico Leandro Naun Hung, es un personaje célebre. Tiene poco más de 30 años, pelo ensortijado y se protege del sol con gafas de pasta. Jovial, de hablar directo con su acento oriental.
En un Toyota gris reparte espaguetis, arroz, harina y lo que consigue entre los pobladores más pobres de su parroquia San José Obrero. Entre las actividades que organiza se encuentran cursos para hornear con pocos recursos, enseña a los niños a elaborar mermelada con la fruta que encuentren y les aconseja tomar el agua de los aguaceros de mayo, que cura el dolor de barriga. En 2023 sus padres fueron golpeados durante un robo en su vivienda. El sacerdote perdonó a sus agresores.
Comer de milagro
En una zona donde por la libreta de racionamiento estatal no se distribuye nada desde hace meses, “muchos pobladores comen con los alimentos que reparte el padre Leandro. La comida aquí es un poco de plátano, alguna que otra vianda y una vez cada tres meses una gallina. El que cría puerco lo deja pa’ fin de año. Hay quien no tiene tierra y pasa más hambre aún. Cuando viene un ciclón las cosas se ponen peor”, comenta Ignacio.
“Ahora mismo no hay agua potable para tomar. Toda el agua está turbia, no apta para consumo humano. Gente como el padre Leandro nos enseñan a potabilizar el agua. Es un hombre extraordinario. Te da sin pedirte nada a cambio.
Pantomima oficial
Cuando llegan los del gobierno arman tremendo espectáculo, movilizan a militantes del partido y cuando hablan meten un bulto de mentiras. Seis días después que pasó el ciclón Melissa, vino una caravana de mayimbes ‘funcionarios’. Siempre vienen con las manos vacías. Hablan mierda, se tiran fotos y luego parten en sus van de cristales oscuros. Ni siquiera traen agua mineral pa’la gente. Son unos desalmados”, expresa Ignacio.
Una señora que lava en la orilla de un arroyo compara la actitud de los funcionarios del régimen con entidades religiosas y privadas: “Mira las fotos y verás que Díaz-Canel y su comitiva se bajan en descampados limpios donde no hay fango para que no se les ensucien sus botas militares bien lustradas. Escogen a las personas que van a hablar con ellos. Siempre acompañados por periodistas incondicionales que hacen fotos y videos. Casi nunca recorren las calles interiores de los caseríos, ni visitan las chozas donde vivimos, ni hablan con la gente mirándolos a los ojos. El padre Leandro, y otros sacerdotes de la Iglesia, van a tu casa, hablan contigo y tú los ves con los zapatos llenos de fango. El que dice que ayudó y no se ensució de fango, ese vino por propaganda”.
El padre Leandro nació en El Cobre, el pueblo minero de la provincia Santiago de Cuba donde está ubicado el santuario de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba. Criado en las montañas, el cura ve con preocupación la crisis multisistémica que vive la Isla. Un tiempo atrás descubrió a un “pobre hombre” robando en el huerto de su casa. “Me dejó petrificado”, asegura. “Tú estás bien y yo estoy mal”, me dijo. "Percibir que mi situación era mejor que la suya bastaba para justificar que tenía derecho a robarme". Hace dos años, en una entrevista a 14ymedio, el padre Leandro argumentaba que “otros te dirán: ¡tú vas en carro y yo a pie! Pero es que yo no soy el responsable de tu situación”.
Nada funciona
Una semana después del paso del huracán Melissa por la región oriental de Cuba, un grupo de pobladores dijeron a DLA, que la gestión estatal es lenta y funciona mal. Roger, residente en Mayarí, afirma que “la prensa gubernamental vende una realidad que no existe. Tú ves las noticias y dices: guao, las cosas marchan bien. Pero no es así. Todavía el 70 por ciento de las provincias de Holguín, Guantánamo, Granma o Santiago de Cuba están sin electricidad. Y cuando hay corriente, dos horas con luz y el resto en apagón”.
“Tampoco funciona internet y no entra el agua potable. Para conectarte a WhatsApp tienes que subirte a un techo o una mata. Han llegado dos o tres camiones del Estado vendiendo viandas y arroz, a precios que casi nadie puede pagar. En la primera semana, el sector privado dio alimentos gratis a los más necesitados y vendieron a precios módicos”, explica Roger.
Comida, la prioridad
Deinis, residente en Contramaestre, asegura que la “gente en esta zona necesita de todo. La prioridad es comida, medicamentos, agua y ropa. A muchas familias, debido a que las aguas alcanzaron una altura de un metro setenta centímetros, se les echó a perder la ropa. La gente anda en trapos viejos y descalzos o en chancletas. En estas zonas intricadas se mantiene la inundación, hay que caminar muchos kilómetros y necesitamos botas altas de goma. También velas, lámparas recargables y baterías para recargar los móviles”.
El régimen ha habilitado cuentas bancarias para que la población deposite dinero y diversas instituciones aceptan donaciones materiales que posteriormente distribuirán en las regiones orientales. Según un empleado estatal “la pesada y disfuncional burocracia ralentiza la repartición de donaciones. Esperan que haya una carga considerable y poder justificar el combustible que consume un camión. Y los damnificados necesitan esas ayudas con premura”.
La ayuda privada
El dueño de un bodegón habanero destaca la inmediatez del sector privado a la hora de repartir ayudas y donaciones. “Cuatro personas reunimos 30 cajas de agua embotellada, ropa de uso, paquetes de pollo, salchichas y productos enlatados, alquilamos un camión y lo repartimos en Holguín y Granma. En los puntos de controles algunos policías se pusieron farrucos, pero al final nos dejaron. Ellos saben que son cosas que la gente necesita con urgencia”.
La Iglesia Católica de Cuba ha confirmado conversaciones con el gobierno de Estados Unidos para entregar ayuda humanitaria valorada en tres millones de dólares. El martes 4 de noviembre, el Consejo de Defensa Nacional presidido por Miguel Díaz-Canel ofreció nuevas cifras de daños ocasionados por el huracán Melissa en viviendas, infraestructura educativa y sanitaria, cultivos y el sistema electro energético en el oriente cubano.
De acuerdo con la dictadura, 45.000 casas fueron afectadas por el huracán Melissa, 1,500 escuelas y 461 instalaciones del sector de la salud. Los daños en cultivos alcanzan más de 78.000 hectáreas. Y unas 120.000 personas aún permanecían evacuadas. El 60 por ciento de la región oriental seguía sin electricidad.
Todo perdido
Una semana después del paso del huracán, Yumisley y su esposo Dayron regresaron a su casa con paredes de ladrillos sin repellar y techos de tejas. El agua había destrozado los muebles. Dentro de la casa había un lodazal. Sacaron al sol el colchón, con la esperanza de recuperarlo. La crecida del río se llevó sus cazuelas y toda la ropa era un amasijo de barro. No pudieron salvar la olla arrocera, pero sí el refrigerador que guardaron en casa de una vecina junto con un televisor antiguo de tubos catódicos.
El viento y el agua derribaron las paredes del cuarto. Después de varias horas buscando entre el barro qué podían salvar, la pareja terminó sentándose a llorar en el piso del portal. No tienen dinero, ni parientes en el extranjero que les ayuden a reconstruir su casa. Deben comenzar de cero.
hace 2 horas
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