
Los enfrentamientos que han dejado más de 250 muertos en el sur de Siria esta semana han puesto en el centro de atención internacional a una comunidad religiosa milenaria que vive en el epicentro de las tensiones de Medio Oriente: los drusos. Esta minoría étnico-religiosa, que suma aproximadamente un millón de personas repartidas entre Siria, Líbano, Israel y Jordania, se ha convertido en una pieza clave del complejo tablero geopolítico de la región, especialmente tras la caída del régimen de Bashar al Assad en diciembre pasado.
Los drusos conforman una comunidad árabe que profesa una religión monoteísta y secreta que hundió sus raíces en el Islam chiíta ismailí durante el siglo XI, concretamente en Egipto. Su fe ha evolucionado a lo largo de los siglos para incorporar elementos de otras tradiciones religiosas —hinduismo, filosofía griega antigua, cristianismo y judaísmo— creando un sistema de creencias único y complejo.
Lo que distingue a la religión drusa es su carácter hermético: no acepta conversos, prohíbe el proselitismo y desalienta enérgicamente el matrimonio fuera de la comunidad. Los drusos creen en la reencarnación y su estructura religiosa está gobernada por el Majlis al-’Uqāl, un consejo de líderes espirituales que supervisa las prácticas religiosas y vela por la preservación de la integridad cultural de la comunidad.

Aunque dispersos por cuatro países, los drusos mantienen vínculos familiares e históricos que trascienden las fronteras nacionales. Más de la mitad de la población drusa mundial reside en Siria, concentrada principalmente en la provincia meridional de Sweida —conocida como Jabal al-Druze o “Montaña de los Drusos”—, algunos suburbios de Damasco como Jaramana y Ashrafiyat Sahnaya, y en los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Israel desde 1967.
En el Líbano, los drusos ejercen una notable influencia política a través del Partido Socialista Progresista, la principal formación drusa del país. En Siria, fueron históricamente partidarios tempranos del Partido Baaz Socialista Árabe, y oficiales militares drusos participaron en el golpe de Estado de 1963 que llevó al partido al poder, donde permanecería hasta la caída de Al Assad.
La comunidad ha desempeñado un papel fundamental en la construcción de los estados modernos de Siria y Líbano. Como explicó a Al Jazeera Makram Rabah, profesor de historia en la Universidad Americana de Beirut, los drusos constituyen “una de las comunidades fundadoras del Líbano, Siria, Jordania y Palestina modernos”, con una presencia histórica que se remonta a siglos atrás en la región.

En Israel vive una comunidad drusa de aproximadamente 143.000 personas, que representa cerca del 1,6% de la población del país. Se concentran principalmente en el norte: Altos del Golán, Galilea y la cordillera del Carmelo, en localidades como Daliyat al-Karmel y Yarka, donde han desarrollado una vibrante vida cultural y estrechos lazos comunitarios.
A diferencia de otras comunidades árabes en Israel, los drusos han forjado lo que se conoce como un “pacto de sangre” con el Estado judío. Los hombres drusos están sujetos al servicio militar obligatorio en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) desde 1957, y muchos han alcanzado posiciones de alto rango en el ejército, la policía y las fuerzas de seguridad. Esta integración militar es considerada un aspecto fundamental de la identidad drusa israelí.
Sin embargo, esta lealtad no ha estado exenta de tensiones. La mayoría de los 20.000 drusos que viven en los Altos del Golán, donde comparten el territorio con unos 25.000 colonos judíos, se identifican como sirios y rechazaron la oferta de ciudadanía israelí cuando Israel se apoderó de la región. A los que se negaron se les concedieron tarjetas de residencia israelíes, pero no se les considera ciudadanos israelíes.
En 2018, decenas de miles de drusos israelíes se manifestaron en Tel Aviv contra la ley que definió a Israel como el “Estado nación” del pueblo judío, denunciando que relegaba a su comunidad al estatus de ciudadanos de segunda clase.
La comunidad drusa en Siria ha vivido una profunda fragmentación política como consecuencia de décadas de vida bajo la dictadura de Al Assad, según explicó a Al Jazeera Tobias Lang, director del Centro Austriaco para la Paz. “No se permitió que surgiera un liderazgo druso independiente, y el liderazgo tradicional perdió gran parte de su poder ante el régimen baazista”, señaló el experto, que ha estudiado exhaustivamente la comunidad drusa en Siria.
Durante la guerra civil siria, emergieron voces contrapuestas dentro de la comunidad drusa. Algunos dirigentes, como Hikmat al Hijri, la principal figura religiosa drusa en Siria, inicialmente respaldaron al régimen de Al Assad. Otros, como Wahid al Balous, fundador del Movimiento Hombres de Dignidad, rompieron con el régimen mucho antes y se negaron a enviar hombres de la comunidad a morir en apoyo del gobierno. Al Balous fue posteriormente asesinado en 2015, en un crimen que la oposición atribuyó al régimen.
Durante los 14 años de conflicto en Siria, los drusos contaban con sus propias milicias, en parte para defenderse de los militantes fundamentalistas musulmanes que los consideran herejes. En 2018, miembros del grupo Estado Islámico atacaron a los drusos en la provincia de Sweida, matando a más de 200 personas y tomando a más de dos docenas como rehenes.
En 2023, cuando estallaron protestas antigubernamentales en Sweida, Al Hijri finalmente se volvió contra Al Assad y respaldó a la oposición local, en un punto de inflexión en la relación entre la comunidad drusa y el régimen.

Tras la caída de Al Assad, la comunidad drusa enfrenta nuevos retos bajo el gobierno de transición liderado por Ahmed al-Sharaa, ex yihadista que fue miembro de Al Qaeda. Aunque Al Sharaa ha prometido proteger los derechos de las minorías étnicas y religiosas, se han sucedido varios episodios de violencia sectaria desde la caída del régimen.
Un tema que genera especial tensión entre el nuevo gobierno sirio y los drusos es el desarme de las milicias drusas y su integración en las fuerzas regulares. Al Sharaa, en su intento por consolidar las facciones armadas bajo un ejército unificado, no ha logrado alcanzar acuerdos con los drusos, quienes insisten categóricamente en mantener sus armas y milicias independientes.
Los drusos, algunos de los cuales se opusieron al régimen autoritario de Al Assad, se muestran cautelosos ante Al Sharaa por su pasado yihadista. Han expresado su preocupación por la exclusión de algunos de sus dirigentes de los procesos de diálogo nacional impulsados por Al Sharaa y por su escasa representación en el nuevo gobierno, que incluye únicamente un ministro druso.

Los recientes enfrentamientos en Sweida comenzaron con una serie de secuestros y ataques entre tribus beduinas sunníes locales y facciones armadas drusas. Las fuerzas gubernamentales que intervinieron para restaurar el orden también han chocado con los drusos, mientras han surgido denuncias sobre miembros de las fuerzas de seguridad que habrían llevado a cabo ejecuciones extrajudiciales, saqueos y la quema de casas civiles.
Tras la oleada de violencia, Israel lanzó ataques contra varias posiciones en Siria para proteger a los drusos y su frontera. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró que Israel tiene “un compromiso de preservar la región suroeste de Siria como un área desmilitarizada en la frontera de Israel” y “una obligación de salvaguardar a los lugareños drusos”. El Gobierno israelí se enfrenta a presiones internas para actuar por parte de su propia comunidad drusa.
El Gobierno sirio ha rechazado la declaración de Israel de una zona desmilitarizada y, junto con la comunidad internacional, ha pedido repetidamente a Israel que cese las acciones militares que violan su soberanía.
El martes por la mañana, el líder druso sirio Al Hijri pidió la protección internacional de “todos los países” para “hacer frente a la campaña bárbara” del Gobierno y las fuerzas aliadas “utilizando todos los medios posibles”. “Nos enfrentamos a una guerra de exterminio total”, afirmó Al-Hijri en un comunicado en vídeo.
Sin embargo, una declaración emitida por otros líderes drusos acogió con satisfacción la intervención del Gobierno sirio en Suwayda y pidió al Estado que hiciera valer su autoridad. También pidió a los grupos armados de la ciudad que entregaran las armas a las fuerzas gubernamentales y que se iniciara un diálogo con Damasco.