
“Simplemente no quiero que llores en el hombro de nadie más”, expresó Jaime, el hombre que crió a Alexis Hourselt, al enterarse de que su hija buscaba añadir el nombre de su padre biológico, Cliff, en su certificado de nacimiento. La frase, recogida por The New Yorker, condensa el dilema emocional y legal que enfrentan los llamados NPE (siglas en inglés de “evento de no paternidad esperada”), un fenómeno que ha cobrado visibilidad con la proliferación de pruebas de ADN directas al consumidor en Estados Unidos.
La historia de Hourselt, quien creció en Tucson, Arizona, creyéndose hija de un padre mexicoamericano, ilustra la complejidad de estos descubrimientos. Tras realizarse una prueba de ADN, descubrió que su ascendencia no era mexicana, sino predominantemente africana y afroamericana. “Llamé a mi mamá y ella actuó sorprendida, pero de una manera que me hizo saber que no estaba sorprendida”, relató Hourselt a The New Yorker. El impacto familiar fue inmediato: “Me dijo: ‘Te conocí cuando tenías dos meses’”, recordó sobre la confesión de Jaime, quien la había criado. El reencuentro con Cliff, su padre biológico, en Montgomery, Alabama, supuso para Hourselt una revelación identitaria: “Fue el mejor abrazo que he tenido”, afirmó Cliff sobre el encuentro.
El auge de los kits de ADN ha generado una comunidad de personas que, como Lily Wood, descubren que su historia familiar no es la que creían. Wood, residente de Minneapolis, describe el 9 de abril de 2019 como su “día de renacimiento”, fecha en la que recibió los resultados de Ancestry. “Quería adelantarme a las cosas”, explicó sobre su motivación inicial, que era conocer su predisposición genética a enfermedades. Sin embargo, el resultado reveló un medio hermano desconocido y ascendencia siciliana, en contraste con la herencia francesa y noruega que siempre había asumido. Al confrontar a su madre, Wood escuchó una confesión inesperada: “Esto no se trata de sexo. Se trata de la mentira”, sentenció Wood, subrayando el peso de los secretos familiares.
La reacción de los padres biológicos ante estos hallazgos suele ser ambivalente. El padre biológico de Wood, tras un primer contacto alentador, cambió de actitud al saber que ella había contactado a su medio hermano: “Sus palabras fueron como: ‘No conmocionamos ni asombramos a mi familia’, como si yo fuera una persona de Jerry Springer y Maury Povich”, relató Wood. La referencia a los programas televisivos de revelaciones de paternidad, como el de Maury Povich, evidencia la dimensión cultural del fenómeno. Povich recordó a The New Yorker cómo su programa aceleró el drama de las telenovelas: “Estas telenovelas, tardan seis meses en revelar al padre secreto de alguien. Podemos hacer eso en quince minutos, al aire”.
El impacto psicológico de estos descubrimientos ha dado lugar a una industria de apoyo. Terapeutas, asesores genéticos y “detectives de ADN” ofrecen servicios especializados. Brianne Kirkpatrick Williams, de Watershed DNA, cobra 899 dólares por un paquete de cuatro sesiones para preparar a los padres a compartir la verdad con sus hijos adultos. La psicoterapeuta Michele Grethel ha encuestado a cientos de NPE y observa que quienes tuvieron relaciones parentales difíciles suelen recibir la noticia con mayor intensidad. El caso de la escritora Elizabeth Wurtzel es paradigmático: “He estado trabajando en esa relación toda mi vida, en la escritura, la terapia y la conversación, con la cocaína y la heroína. He perfeccionado un revés a dos manos para golpear el globo que viene hacia mí, es decir: el problema equivocado. He superado el problema equivocado”, escribió Wurtzel en un ensayo citado por The New Yorker.

El secreto familiar, según el psicólogo Michael Slepian de la Universidad de Columbia, tiene un peso tangible. Slepian pidió a participantes imaginar que guardaban un secreto grande o pequeño y luego estimar la inclinación de una colina; quienes imaginaban un secreto grande la percibían más empinada. Tras presentar estos hallazgos, su propio padre le confesó que había sido concebido por donante de esperma: “Mucha gente asume que fue al revés, que investigo secretos porque mi familia había estado guardando uno. Pero no, mi investigación les ayudó a desahogarse”, explicó Slepian.
El fenómeno NPE ha generado también una respuesta política y legal. Kara Rubinstein Deyerin, fundadora de Right to Know en Seattle, aboga por reformas que permitan incluir a los padres genéticos en los certificados de nacimiento. “Nunca había oído hablar de eso”, recordó Rubinstein Deyerin al descubrir su ascendencia asquenazí tras una prueba de ADN. Su organización impulsa la creación de un “certificado de nacimiento ampliado” y la prohibición retroactiva de la donación anónima de gametos. “Se trata de educación en estos espacios”, defendió Rubinstein Deyerin ante The New Yorker. La organización ha influido en leyes como la de Colorado de 2022, que prohíbe la donación anónima de gametos.
Estas iniciativas han generado inquietud en sectores LGBTQ y de derechos reproductivos. Douglas NeJaime, profesor de Yale, advirtió: “Esto suena como una lista de lesbianas y mujeres solteras”, en referencia a la propuesta de crear un registro nacional de donantes y receptores de esperma. Polly Crozier, de GLAD Law, expresó su preocupación por el énfasis en la biología: “Para mí, la línea es que la biología es preeminente, que es lo único que importa”.
El debate sobre la divulgación de la verdad genética se extiende a la moralidad y la política. Un invitado del podcast de Wood, Richard, médico y NPE, sugirió que las personas podrían tener derecho a demandar a sus madres por “alienación parental”. La revista Severance, fundada por BK Jackson en Pensilvania, agrupa bajo la categoría de “separación” causas como adopción, secuestro, fraude de paternidad y concepción asistida por donantes. El grupo Right to Know exige la inclusión de nombres de donantes y sustitutos en los certificados de nacimiento, lo que ha generado alarma en la comunidad LGBTQ por el posible exceso de información exigida a parejas del mismo sexo.
En Francia, las pruebas de ADN directas al consumidor están prohibidas y pueden acarrear hasta un año de prisión. En contraste, en Estados Unidos, una encuesta de YouGov de 2025 reveló que uno de cada cinco estadounidenses se ha realizado una prueba de ADN directa al consumidor. Un estudio del Baylor College of Medicine encontró que el 3 % de los usuarios descubrió que su padre biológico no era quien creían, lo que equivale a unos dos millones de NPE en el país.

La comunidad NPE ha encontrado espacios de apoyo y visibilidad en podcasts como “NPE Stories”, creado por Wood, y “DNA Surprises”, presentado por Hourselt desde 2022. También han surgido grupos en redes sociales, como el fundado por Catherine St Clair en Facebook, que buscaba ofrecer apoyo tras descubrir que su hermano era en realidad su medio hermano. “Había mucha animosidad hacia las madres”, observó St Clair sobre la reacción al intentar crear un grupo para madres de NPE. La psicoterapeuta y NPE Jodi Klugman-Rabb argumentó en Psychology Today: “Ahora que las pruebas comerciales de ADN están revelando secretos familiares guardados durante mucho tiempo, está surgiendo una nueva categoría de narcisismo: el narcisismo maternal”.
El lenguaje en torno a las madres en estos espacios recuerda, según The New Yorker, a los grupos de derechos de los padres, que exageran la tasa de paternidad mal atribuida y han propuesto pruebas de paternidad obligatorias al nacer. Rubinstein Deyerin matizó: “Kara cree que todos los niños deben someterse a pruebas de paternidad cuando nacen, pero Right to Know nunca abogaría por eso, porque creo que es un paso demasiado lejos para mucha gente”.
El auge de las pruebas de ADN ha transformado la percepción de la paternidad, antes considerada un “enigma inefable de la naturaleza”, como señala la erudita Nara B. Milanich. El desarrollo de la huella genética por Alec Jeffreys en 1984 y la aparición de kits caseros como FamilyTreeDNA en 2000, fundado por Bennett Greenspan en Texas, abrieron la puerta a la genealogía genética para el público general. “Estos hermanos llamaron y dijeron: ‘Creemos que su prueba está mal, nosotros dos coincidemos, pero nuestro hermano pequeño no’. Dije: ‘Vamos’”, recordó Greenspan sobre las primeras confusiones de los clientes.
La industria se diversificó con empresas como 23andMe, fundada por Anne Wojcicki, y African Ancestry, cofundada por Rick Kittles en la Universidad de Howard, que se dirigió específicamente a afroamericanos. El profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr. colaboró en programas televisivos que exploraban la ascendencia de figuras como Oprah Winfrey y Maya Angelou. Gates reflexionó sobre el atractivo del ADN: “Nuestros antepasados están muertos en un sentido, pero están muy vivos en la formación de tu propia identidad, tu fenotipo, el color de tu cabello, el color de tus ojos, los rasgos médicos. Es un tipo de inmortalidad que no aprendimos en la iglesia”.
La búsqueda de la verdad genética, lejos de ser un proceso lineal, suele estar marcada por la decepción y la complejidad emocional. La cineasta Sarah Polley describió su experiencia tras descubrir a su padre biológico: “Fue emocionante, como, Wow, qué giro, pero luego se volvió bastante tumultuoso”. La comunidad NPE, dispersa y diversa, se ha convertido en una familia elegida, tan desordenada como cualquier otra.