
El cáncer es una enfermedad que afecta el funcionamiento del organismo debido al crecimiento descontrolado de células, aunque es controlable con quimioterapia o radioterapia, no tiene una cura, por lo que se considera una de las enfermedades más agresivas con las personas.
A nivel celular, el cáncer se inicia cuando una célula adquiere la capacidad de crecer sin control, lo que le permite eventualmente invadir y dañar los tejidos normales del organismo.
Este proceso no ocurre de manera inmediata, sino que atraviesa múltiples etapas, desde alteraciones precancerosas hasta la aparición de tumores malignos, en caso de que lleguen a formarse. Es importante señalar que no todos los tipos de cáncer originan tumores y que diferentes tipos pueden evolucionar a ritmos muy distintos.
La progresión del cáncer implica un crecimiento anómalo sostenido que no responde a los mecanismos habituales de control celular. En muchas variedades, las células cancerosas llegan a diseminarse fuera de su ubicación original.

Lo hacen desplazándose a través del torrente sanguíneo o mediante la red linfática, proceso conocido en la medicina como metástasis. Esta dispersión puede afectar gravemente la función de órganos alejados de donde se originó el cáncer, complicando tanto su diagnóstico como su tratamiento.
El cáncer puede surgir en prácticamente cualquier parte del cuerpo humano. Puede afectar tejidos tan diversos como la piel, los huesos, los vasos sanguíneos, músculos, pulmones, riñones y una extensa gama de órganos internos. Incluso es posible que afecte al sistema inmunológico.
Al considerar los orígenes del cáncer, un aspecto central es el papel de los factores genéticos y hereditarios. Los genes, segmentos de ADN alojados en los cromosomas, pueden experimentar mutaciones a lo largo del tiempo que potencian el desarrollo de células cancerosas. Estas mutaciones se originan por múltiples causas, que van desde la alimentación y el estilo de vida de una persona hasta la exposición a factores ambientales específicos.

Es importante destacar que solo entre un 5 y 10 por ciento de todos los cánceres identificados se deben a causas genéticas hereditarias. Los casos de cáncer con origen hereditario suelen aparecer a edades más tempranas que aquellos atribuibles a factores adquiridos a lo largo de la vida.
Entre los síndromes hereditarios destacados se encuentra el síndrome de Lynch, caracterizado por la incapacidad de las células para reparar su ADN cuando este sufre daños. Esta alteración incrementa significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de colon y de útero en edades jóvenes.
Otro factor genético muy estudiado son los genes BRCA, cuyas variantes se han vinculado de manera predominante al cáncer de mama y de ovario.
La incidencia del cáncer también está profundamente influida por factores ambientales a los que las personas pueden verse expuestas tanto en su entorno doméstico como laboral. Diversas sustancias y situaciones, denominadas carcinógenas, tienen la capacidad de dañar el ADN celular y aumentar considerablemente el riesgo de desarrollar la enfermedad.
- Entre estos factores ambientales, destacan productos químicos como el amianto, el benceno y el talco, así como diferentes fuentes de radiación, incluyendo exposiciones reiteradas a los rayos ultravioleta y a dosis elevadas de radiografías.
- El contacto recurrente con productos químicos industriales y determinados materiales, como el radón o sustancias radiactivas, se ha identificado como un componente relevante en ciertos tipos de cáncer.
- Los medicamentos hormonales y los inmunosupresores, que suelen administrarse a receptores de trasplantes u otros pacientes con afecciones específicas, también pueden modificar la susceptibilidad al cáncer.

Entre los factores de riesgo conductuales más estudiados destacan el consumo de tabaco, la exposición excesiva a la radiación ultravioleta, la dieta, el consumo de alcohol, las infecciones por transmisión sexual, la presencia de estados inflamatorios crónicos, como la colitis ulcerosa, y condiciones como la obesidad.
El tabaquismo figura como uno de los principales responsables, especialmente asociado al cáncer de pulmón. La exposición prolongada a los rayos ultravioleta del sol, sin protección adecuada, se ha relacionado directamente con los casos de cáncer de piel. En el ámbito de la alimentación, la ingesta frecuente de carnes rojas procesadas y el consumo elevado de alcohol han mostrado vínculos con determinados tipos de cáncer, mientras que la obesidad se relaciona con una mayor prevalencia de esta enfermedad.
Investigadores han analizado también cómo la alimentación puede modificar la composición de la flora microbiana del intestino, lo que podría influir en la aparición del cáncer colorrectal y también en la respuesta del paciente a tratamientos como la inmunoterapia.
Algunos estudios recientes, realizados en centros como la Universidad de Harvard y la Universidad de California, han profundizado en la relación entre obesidad y cáncer, así como en el papel de las bacterias intestinales.