En el corazón de Idaho, el surf fluvial demuestra que la innovación urbana puede transformar ciudades alejadas del mar en destinos para deportes acuáticos (Captura de pantalla/Chris Haskell)En Boise, una ciudad situada a cientos de kilómetros del mar, el surf dejó de ser patrimonio exclusivo de las costas. Con la creación del Boise Whitewater Park, un parque de olas artificiales instalado en pleno río Boise, la capital de Idaho se posicionó como referente internacional y recibe surfistas, turistas y curiosos de todo Estados Unidos.
Este fenómeno, recogido por Smithsonian Magazine, convirtió a Boise en un ejemplo de innovación urbana que desafía el concepto tradicional del deporte y la revitalización de espacios públicos.
La transformación comenzó a mediados de los 90, cuando ciudadanos, autoridades y organizaciones sin fines de lucro colaboraron para eliminar presas peligrosas y mejorar la seguridad en el río Boise.
Un proyecto conjunto entre vecinos y autoridades eliminó riesgos en el río Boise y sentó las bases para la instalación de olas artificiales adaptadas a todos los niveles deportivos (Captura de pantalla/Chris Haskell)Tras años de planeamiento, trámites y una recaudación de USD 4 millones, en 2012 se inauguró la primera fase del parque, el primero en Estados Unidos en instalar un sistema de olas ajustables. Esta tecnología, basada en compuertas neumáticas y paneles de control, permite variar la forma y el flujo de las olas, adecuándose tanto a principiantes como a surfistas experimentados.
En 2019, una segunda etapa, con una inversión de USD 11 millones, amplió la oferta para deportistas avanzados y público general. Según Smithsonian Magazine, el parque ofrece dos zonas de olas separadas por más de un kilómetro, la posibilidad de crear hasta 20 tipos de olas y caudales que oscilan entre 7 y 113 metros cúbicos por segundo.
La llegada del surf a Idaho impulsó una comunidad local vibrante. Paul Primus, jefe de técnicos de olas de Boise, recuerda el impacto inmediato de la iniciativa: “En cuanto empecé a surfear en el río, supe que esto iba a ser enorme; es demasiado divertido para no serlo”, afirmó a Smithsonian Magazine. Lo que en principio sería solo un atractivo adicional para aficionados al kayak, se transformó en fenómeno social.
La apertura del parque impulsó una comunidad diversa que integró surfistas, kayakistas y curiosos, dando forma a una nueva identidad en Boise (Captura de pantalla/Chris Haskell)Más de 1.000 residentes practican surf todo el año, junto a cientos de visitantes de la región y otros estados. Loren Kaehn, de la Idaho Surf Association, subraya el carácter único del parque: “Boise es uno de los pocos lugares donde las olas son ajustables. Así se logran dinámicas realmente desafiantes y divertidas, condiciones óptimas”, explicó.
La convivencia entre surfistas, kayakistas, pescadores y ciclistas generó una identidad urbana novedosa. El parque promovió una cultura local en torno a los deportes acuáticos, ofreciendo horarios alternos para surf y kayak y atrayendo público constante, especialmente en los meses calurosos.
Doug Holloway, exdirector de Parques y Recreación, destaca el atractivo de la ciudad: “Boise es un lugar estupendo para vivir, porque el costo de vida es bajo y las oportunidades al aire libre son muchas”, indicó en diálogo con Smithsonian Magazine. El auge del surf urbano coincidió con el arribo de nuevos habitantes, en especial provenientes de California, quienes trajeron consigo sus tablas y entusiasmo.
Nuevos comercios, restaurantes y viviendas florecieron a orillas del río, posicionando a la ciudad como polo de atracción regional (Captura de pantalla/Marshall Nichols)El Boise Whitewater Park generó un impacto económico que trasciende la actividad deportiva. La segunda fase del parque se ejecutó en paralelo con mejoras en la vía verde del río, beneficiando tanto a Boise como a Garden City, la localidad vecina.
Holloway señala que Garden City registró un marcado desarrollo inmobiliario y comercial, con la aparición de viviendas, restaurantes, tiendas de surf y bares de vino antes inexistentes.
Esta revitalización urbana impulsó la economía local y posicionó la zona como un destino atractivo para turistas y residentes.
El modelo de Boise inspira a otras ciudades estadounidenses. Tulsa, en Oklahoma, inauguró su parque de olas en 2024, mientras Des Moines, Iowa, avanza en la construcción de un proyecto similar con una inversión de USD 114 millones y expectativas de duplicar el gasto de los consumidores.
Inspirada por el éxito de Boise, Tulsa incorporó olas artificiales a su propio río y abrió la puerta a nuevas dinámicas urbanas y turísticas (Captura de pantalla/riverparksauthority)Skowhegan, Maine, iniciará en 2026 su primer parque de aguas bravas, con una subvención de USD 4,9 millones, la meta de crear 137 empleos permanentes y USD 1,6 millones en ingresos fiscales locales. Kristina Cannon, presidenta de Main Street Skowhegan, relató a Smithsonian Magazine: “Ese viaje marcó un punto de inflexión, porque vimos que el surf en el río es un deporte con una barrera de entrada baja en cuanto a equipamiento”.
Incluso localidades pequeñas, como St. Anthony en Idaho, analizaron transformar sus recursos acuáticos en polos turísticos, inspirados en el caso Boise. El surf urbano no solo entusiasma a deportistas; también atrae a espectadores y visitantes, multiplicando los beneficios económicos y sociales.
De cara al futuro, los líderes del Boise Whitewater Park perciben oportunidades de expansión. Paul Primus, referencia del surf fluvial, señala el potencial de la tecnología y la comunidad para continuar expandiendo el deporte y su impacto.
A medida que la ingeniería de olas ajustables progresa y más ciudades adoptan este modelo, el surf urbano se consolida como una alternativa innovadora y adaptable, capaz de impulsar tanto el ocio como la economía de ciudades alejadas del mar.
hace 3 horas
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