La ciudad de Nueva York atraviesa una etapa crítica frente al avance de la crisis climática. Según un análisis de The New York Times, cerca del 30% de su territorio podría quedar expuesto a inundaciones significativas antes de 2080, poniendo en riesgo las viviendas de hasta 1,4 millones de personas.
El aumento del nivel del mar, el incremento de lluvias extremas y la posibilidad de tormentas cada vez más severas desafían el presente y el futuro urbano de la metrópoli.
El informe de The New York Times insiste en que las aguas circundantes, que alguna vez impulsaron el desarrollo económico de Nueva York, ahora representan una de las mayores amenazas para su infraestructura y su población.
Proyecciones científicas anticipan que para el año 2080 se intensificará la exposición a inundaciones por mareas, lluvias torrenciales y tormentas sobre amplios sectores urbanos. En la evaluación actual, las zonas vulnerables albergan ya al 17% de la población local.
De acuerdo con estudios publicados en 2024 por la revista científica Nature, la ciudad experimenta eventos de lluvias extremas con mayor frecuencia e intensidad. El sistema de desagüe neoyorquino, diseñado hace más de cincuenta años para soportar hasta 4,4 centímetros de precipitación por hora, ha sido superado en tres de los últimos cinco años, según las mediciones del Central Park. Según el diario neoyorquino, uno de los problemas es cuánta agua se absorbe antes de llegar al sistema de drenaje.
La planificación futura obliga a Nueva York a considerar un conjunto de respuestas ante el peligro creciente. Entre las alternativas recomendadas por expertos aparecen la reconversión de espacios impermeables en áreas verdes, la construcción de barreras protectoras a lo largo de la costa, y la reubicación de los residentes más expuestos. El consenso indica que la ciudad deberá combinar todas estas estrategias.
Eric Sanderson, ecólogo paisajista y vicepresidente de Estrategia de Conservación Urbana en el Jardín Botánico de Nueva York señaló, en diálogo con The New York Times: “partimos de imaginar la configuración del paisaje que podría funcionar con la comprensión actual del cambio climático. Parte de esa labor es restaurar arroyos y humedales y reconectar sectores urbanos hoy pavimentados”.
La visión de ciudad-esponja sugiere aprovechar el modelo ecológico histórico de la región. El trabajo del equipo de Sanderson reveló que solo el 30% del territorio conserva cierto grado de permeabilidad, mientras el restante 70% está cubierto por superficies impermeables que reemplazaron un mosaico original de arroyos, manantiales y humedales. The New York Times detalla que las zonas más vulnerables al desborde actual corresponden a antiguos humedales.
La administración neoyorquina impulsa proyectos como jardines de lluvia y pavimentos permeables; asimismo, el programa Cloudburst adapta parques y espacios públicos como reservas planeadas de agua.
El piloto realizado en South Jamaica, Queens, habilitó una cancha de básquet apta para inundarse y absorber excedentes pluviales. Aunque apenas existen unos pocos sitios operativos, el equipo de Sanderson ha mapeado más de 500 lugares potenciales para replicar estas iniciativas.
El Departamento de Protección Ambiental (DEP) instala sistemas de almacenamiento subterráneo, como el tanque en construcción en Gowanus, Brooklyn, con capacidad para ocho millones de galones (unos 30 millones de litros). Este tipo de proyectos reduce la presión sobre el sistema de alcantarillado en episodios de lluvias extremas.
Hay otros experimentos urbanos, como el “daylighting”, que busca desenterrar arroyos cubiertos bajo décadas de desarrollo urbano. Un caso piloto en Tibbetts Brook, Bronx, removerá concreto y derivará el curso de agua a un canal dedicado, lo que aliviará el desbordamiento hacia el río Harlem.
La experiencia del Bluebelt de Staten Island ha recibido atención favorable, por su articulación de estanques y humedales que amortiguan el impacto de las lluvias y han mitigado inundaciones en la zona. “Nuestra imaginación todavía no alcanza lo que la naturaleza puede hacer y hará”, explicó Sanderson a The New York Times.
Rohit Aggarwala, comisionado del Departamento de Protección Ambiental de la Ciudad de Nueva York, sostiene que existen 86 “áreas prioritarias” donde urge aplicar estrategias de mitigación. “Nos preguntamos: ¿cuál es la solución adecuada para este sitio específico?”, declaró Aggarwala, citado por The New York Times.
No obstante, reconoció que los grandes proyectos generan molestias y requieren plazos amplios; en Bushwick, Brooklyn, una mejora mayor al alcantarillado costará 390 millones de dólares y demandará años de trabajos.
 Las actuales soluciones de infraestructura costera, como barreras y compuertas, podrían requerir una inversión superior a 119.000 millones de dólares para 2095. (REUTERS/Amr Alfiky)
Las actuales soluciones de infraestructura costera, como barreras y compuertas, podrían requerir una inversión superior a 119.000 millones de dólares para 2095. (REUTERS/Amr Alfiky)Proteger la extensa y fragmentada costa neoyorquina constituye un desafío técnico y político. Tras el impacto del huracán Sandy, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos evaluó opciones para blindar la región del puerto Nueva York–Nueva Jersey, en escenarios de elevación moderada del nivel del mar para 2095.
Tras un análisis costo-beneficio, la propuesta seleccionada consiste en una secuencia de barreras estratégicas, aunque dejaría desprotegido un 37% del área en riesgo y afectaría vistas costeras. Su coste estimado se acerca a 53.000 millones de dólares y la ejecución requeriría al menos 14 años.
El plan alternativo, más ambicioso, contempla una barrera móvil de más de 9 kilómetros atravesando la desembocadura del puerto, inspirada por la estructura usada en Países Bajos desde 1986. El Cuerpo de Ingenieros prevé que esta opción protegería el 96% de la zona de estudio, pero supondría una inversión de 119.000 millones de dólares.
Entre las intervenciones ya ejecutadas destacan los diques de arena en la península de Rockaway y la reciente construcción en la costa sur de Staten Island, valorada en 2.300 millones de dólares. En el sur de Manhattan, parques como Wagner y Battery se elevan para reducir la exposición ante nuevas tormentas.
 La planificación urbana de Nueva York incorpora nuevas medidas para reducir el impacto de lluvias intensas y tormentas. (REUTERS/Mike Segar)
La planificación urbana de Nueva York incorpora nuevas medidas para reducir el impacto de lluvias intensas y tormentas. (REUTERS/Mike Segar)Las primeras compuertas de acero ya existen en el East Side. “Todavía parece que solo estamos ajustando pequeños detalles”, admitió Kate Orff, fundadora del estudio de arquitectura paisajística SCAPE, consultada por The New York Times.
Su proyecto “living breakwaters” instala bloques sumergidos de piedra y hormigón en Staten Island, lo que favoreció el regreso de la vida marina y ayudó a debilitar la erosión. Orff reflexionó: “la verdadera adaptación exitosa es difícil de reconocer y aplaudir. Significa evitar daños y pérdidas; la adaptación, en cierto sentido, es invisible”.
La alternativa más drástica es el retiro ordenado de las zonas más expuestas. El paso del huracán Ida en 2021, que provocó la muerte de 13 personas en sótanos de Brooklyn y Queens, forzó a las autoridades a considerar el desplazamiento poblacional como última opción.
En las próximas décadas, al menos 80.000 viviendas podrían quedar bajo el agua de forma recurrente. El déficit habitacional agrava el dilema: trasladar a más de un millón de residentes de la llanura de inundación, en la ciudad más densamente poblada de Estados Unidos, resulta logísticamente costoso y políticamente desafiante.
 La colaboración entre científicos, urbanistas y vecinos es clave para encontrar respuestas sostenibles a los desafíos del cambio climático. (REUTERS/Mike Segar)
La colaboración entre científicos, urbanistas y vecinos es clave para encontrar respuestas sostenibles a los desafíos del cambio climático. (REUTERS/Mike Segar)Una iniciativa de compra voluntaria de viviendas, implementada tras Sandy en Staten Island, tuvo resultados limitados. Los desarrolladores continúan construyendo en áreas vulnerables y muchas comunidades costeras prefieren mantenerse.
“Existe un gran estrés postraumático que percibo en amigos y familiares de allí”, reveló Amy Chester, directora de Rebuild by Design, en diálogo con The New York Times. “Pero las personas toman decisiones a su propio ritmo. Toma tiempo”.
Proyectos académicos, como los promovidos en el Pratt Institute, visualizan una ciudad con densidades adaptadas según la altitud, levantando torres resistentes a inundaciones en zonas elevadas como Brooklyn Heights o Crown Heights.
El gobierno de Nueva York explora un nuevo piloto de reubicación voluntaria en la zona baja del sur de Queens, conocida popularmente como “the hole”. “La pregunta que realmente me desvela”, admitió Aggarwala ante The New York Times, “es si tendremos la voluntad política y la ambición necesarias para ejecutar estas acciones”.
El informe advierte que el futuro de Nueva York depende de su capacidad para planificar e invertir a largo plazo. Según Aggarwala, el mayor riesgo reside en mantener una visión enfocada en el pasado: “tenemos que construir para 2075, no para 1975”.
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