
La carrera de Michelle Pfeiffer cambió para siempre en 1983, cuando encarnó a Elvira Hancock en Scarface (Caracortada en Hispanoamérica).
Sin embargo, lo que hoy se considera un papel icónico en la historia del cine de gánsteres estuvo a punto de no concretarse: la actriz ha confesado que se sintió insegura durante todo el rodaje y que incluso Al Pacino no quería que ella interpretara a su pareja en pantalla. Un giro inesperado en el casting fue lo que terminó de convencer al legendario actor.
En una reciente entrevista en el pódcast SmartLess, Pfeiffer (67) recordó que su experiencia en Caracortada fue angustiante.
“No tenía ni idea de que se convertiría en una especie de fenómeno cultural”, contó a los presentadores Sean Hayes, Jason Bateman y Will Arnett. El rodaje se extendió durante seis meses, más tiempo del previsto inicialmente, y ella, con apenas 23 años y pocos créditos en su filmografía, sintió el peso de la presión.
“Estaba interpretando a una adicta a la cocaína, así que no estaba comiendo”, reveló. “Y me seguía poniendo más y más delgada. El equipo me traía bagels”. La última escena de su personaje exigía mostrarla “destrozada” y “en su peor momento”, pero el retraso en el calendario de rodaje prolongó su desgaste físico y emocional.
Asimismo, Pfeiffer explicó que, además de Mary Elizabeth Mastrantonio, el ambiente en el set estaba dominado por hombres y flotaba cierto aire de machismo: “Eran como gánsters y todos estaban un poco metidos en personaje todo el tiempo”.
Con escasa experiencia tras el estreno de Grease 2, la actriz confesó: “Cada noche estaba aterrada. No me sentía digna. No sentía que tuviera el talento suficiente. No tenía experiencia detrás de mí. Tenía cero confianza”.

El proceso de selección tampoco fue sencillo. Según recordó, al principio su audición para el director Brian De Palma y el director de casting resultó “buena”, pero su desempeño empeoró con el paso de las semanas.
“Me dijeron que querían llevarme a conocer a Al. Durante dos meses, simplemente me puse peor y peor porque estaba asustada. Y al final, lo hice pésimo”, relató.
Pacino, que ya era una estrella consagrada tras El Padrino, no quedó convencido. “No lo culpo por pensar que era mala”, admitió Pfeiffer.
De Palma, por su parte, le comunicó que la decisión estaba prácticamente tomada.

“Brian finalmente viene a mí y me dice: ‘Sabes, muñeca, simplemente no va a funcionar’. Le pedí disculpas porque él realmente me quería para el papel. El miedo es lo peor. Es el enemigo del actor. Te socava por completo”, reflexionó.
Resignada, la actriz creyó haber perdido la oportunidad. Pero un mes después recibió otra llamada: tendría una prueba final ante cámaras. Consciente de que no tenía nada que perder, cambió de actitud.
“Me presenté y ya ni siquiera me importaba porque sabía que no iba a conseguir este papel. Resultó mi mejor trabajo en toda la película, por supuesto”.
En esa prueba interpretó la icónica escena del restaurante, en la que su personaje discute con Tony Montana. “Barrí la mesa con los platos y los vasos se rompieron, los platos se rompieron. Corte. Había sangre por todas partes”, narró. Al principio todos pensaron que ella se había lastimado, pero no: “No me corté yo. Corté a Al”.
El accidente, que dejó a Pacino con una herida en el dedo, terminó jugando a su favor. “Pensé: ‘Bueno, ahí se fue ese papel’. Pero, en realidad, creo que ese fue el día en que él pensó: ‘Sí, sí, sí. Creo que no está mal’”, recordó Pfeiffer entre risas.

La apuesta terminó por definir su carrera. Aunque Caracortada tuvo un estreno controvertido en diciembre de 1983 —con críticas por su violencia extrema y el retrato negativo de los cubanos en Miami—, el filme dirigido por Brian De Palma y escrito por Oliver Stone recaudó 66 millones de dólares en todo el mundo. Con el tiempo se convirtió en una obra de culto, citada en la cultura pop, la música y los videojuegos.
Pfeiffer también notó el efecto: pasó de ser una joven actriz con un fracaso como Grease 2 a convertirse en un rostro reconocido en Hollywood. Apenas cinco años después recibió su primera nominación al Óscar por Dangerous Liaisons (1988), seguida de The Fabulous Baker Boys (1989) y Love Field (1992).