Marx y el Marxismo: ¿Fue Marx siempre Marxista?

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El 5 de mayo deEl 5 de mayo de 1818 nació Karl Marx; tres décadas después, nacía el marxismo

No es una pregunta capciosa, ya que por muchos años me ha interesado el tema de cuál es el momento en que un autor abraza la doctrina por él creada, ya que en las ciencias sociales no es habitual un descubrimiento, sino un proceso de años, entonces me he preguntado qué pasa con las ideas que desarrolló antes, aún más si en el caso de Marx nos encontramos con algunas que después se transformaron en doctrina de Estado.

En mi caso, lo que había ocurrido es que hasta hoy siempre lo había hecho en publicaciones y congresos académicos y por primera vez me propongo hacerlo con un público más amplio, a propósito de una segunda pregunta, en el siglo posterior al colapso de la Unión Soviética, me pregunto si sigue teniendo influencia, y si la tiene, de cuál Marx estamos hablando, toda vez que hay varios Marx, así como hubo y hay varios marxismos. Muchos de sus libros recién serán publicados en el siglo XX, y algunos de los más conocidos son polémicas con otros socialistas, ya que, en su vida, no se le concedió la santificación que recibió después de muerto, como también otros están escritos a cuatro manos con su amigo y benefactor, Engels. En su obra hay tanto escritos rigurosos como panfletarios, al igual que escribió en más de un idioma. Hay textos teóricos, análisis extremadamente detallados y otros, muy generales. Más aún, muchos de sus artículos y columnas periodísticas, algunas habituales, muchas de las cuales fueron escritas por su hija Jenny, una de las tres que tuvo, que al igual que las otras dos fueron relevantes en la difusión de sus ideas, un rol no siempre reconocido en la historia del marxismo. Otros cuatro murieron en la infancia.

Marx fue esencialmente un crítico de la sociedad que le tocó vivir, y contrariamente a lo que se cree, esta abundante obra tiene pocas referencias a cómo entiende que será concretamente la futura sociedad socialista, no más de tres de alguna relevancia, y aún menos, salvo consignas proféticas, el comunismo, de tal modo es cierto lo anterior, que cuando se transforma en política de Estado, se le agrega el leninismo después de un guion.

No hay una definición sociológicamente precisa de clase social, aunque ello se confunde con la importancia que le atribuye al proletariado como portador de la historia, y por ello, ante su pérdida de importancia, nuevas generaciones les han transferido ese rol a otros portadores. Mao lo encontró en el campesinado, y en el progresismo actual caracterizado por la “interseccionalidad identitaria” abundan quienes lo encuentran en grupos indígenas, géneros variados y el color racial.

Me tocó estudiarlo en varios países, sobre todo en estudios formales, aunque fue llamativa mi experiencia en un Diploma Internacional de Planificación en la Universidad de Varsovia, donde quizás no curiosamente en los años que precedieron la irrupción de Lech Walesa y el sindicato Solidaridad, como testimonio de los años que se vivían, solo uno de los profesores se identificaba como tal y los otros eran liberales que proclamaban las ventajas del capitalismo. Todo un cambio a lo que conocí después de terminar Leyes al matricularme en un Magíster latinoamericano en Economía que no terminé, y donde se impartían cursos separados para cada tomo de El Capital.

Después de todo esto, tengo claro porque no soy “marxista”, aunque me considero un estudioso crítico de una obra relevante, pero cuya importancia fue exagerada, aunque indiscutiblemente influyente. Y no hablo del aspecto político, sino estrictamente que diversas disciplinas vivieron en los ambientes universitarios en constante diálogo acerca de sus escritos. En todo caso, aprendí que algunas de las explicaciones más lúcidas, no se encuentran en sus libros, sino en su correspondencia, por ejemplo, con sus editores.

A mediados de la década del ochenta del siglo veinte, casi la mitad de la población del mundo vivía bajo gobiernos de autoritarios a dictatoriales, que se consideraban seguidores de sus ideas, aunque, por cierto, sería poco serio culparlo a él de lo que se hiciera a su nombre en otras latitudes. Fue un hombre de su época, con opiniones poco gratas, hasta algunos hoy dicen racistas, de los mexicanos, o aseveraciones injustas sobre trabajadores hindúes cuando eran comparados con los escoceses, no por el trabajo hecho sino por la plusvalía. Tuvo el optimismo y la creencia en el progreso indefinido que abundaba en el Londres en el que vivió, aunque es notable cuán poco importante fue su influencia en vida, ya que en general, se asoció siempre con grupos marginales.

Es solo después de su muerte que el sillón que ocupaba en la Biblioteca del Museo Británico pasó a tener su nombre coincidiendo con el despliegue rápido y masivo de sus ideas. Fue el proceso que lo condujo a ser ideología oficial de países, pero también afectó de tal manera sus escritos, que se necesitó de algunos estudiosos para separar sus aportes originales de los múltiples cambios efectuados después de su muerte, sin su participación.

Desde la caída del MuroDesde la caída del Muro de Berlín, en Occidente mucha gente se llama a sí mismo marxista (EPA/STR/Archivo)

Hoy tiene Marx el problema de muchos clásicos, citados, pero no leídos. En los llamados países comunistas o del socialismo real, rara vez los estudiantes lo leían en serio, ya que eran obligados a hacerlo, como si de la Biblia se tratara. Después de la caída del Muro de Berlín, en occidente, donde se lee cada vez menos, mucha gente se llama a sí mismo marxista, y probablemente no lo han leído nunca, y si lo han hecho no habrá pasado del Manifiesto Comunista. En la vereda opuesta ocurre lo mismo, aquellos que lo descalifican a veces repiten ideas suyas, por cierto sin saberlo, sobre todo, en esquemas materialistas (que por lo demás, vienen de Hegel) o en la exageración de la influencia de lo económico sobre otras facetas de la vida, como también de lo contrario, de quienes utilizan una expresión por él jamás usada, el Marxismo “cultural”, para urdir una especie de teoría conspirativa que estaría imponiéndose en el mundo, en una manera no bien explicada.

En ese sentido, si hay alguien a quien le pasó lo mismo que a Marx, es al filósofo y político italiano Antonio Gramsci (1891-1937), a quien también se le atribuye una importancia desusada en conceptos como la hegemonía cultural. El problema es que muchos que lo hacen en pleno siglo XXI, probablemente no lo han leído, el mismo problema de Marx, toda vez que es muy difícil que lo hayan extraído de su conocido “Cuadernos de la Cárcel”, que como obra escrita en una cárcel fascista donde pasó años bajo Mussolini, son más bien apuntes, a veces desordenados, extraídos con dificultad para ser publicados, colección de apuntes, que si adquirieron la relevancia que se le acredita, en una vena muy opuesta a Lenin, sufrió el mismo proceso de apropiación de Marx, ya que fue Palmiro Togliatti (1893-1964), quien transformó algunas de esas ideas en doctrina del más importante partido comunista de Occidente, el italiano, y después fue Enrico Berlinguer (1922-1984), su sucesor en la secretaría general, quien convertiría esos apuntes en la base del eurocomunismo de los 70.

A Marx, cuya vida transcurre entre 1818 (Alemania) y 1883 (Londres) se le calificó de varias formas, filósofo, historiador, economista y/o revolucionario. Fue criado en un hogar de clase media acomodada. Su familia era de origen judío, pero su padre se convirtió al protestantismo por razones de posición social, quebrando con una tradición familiar de varios rabinos. Marx, rompe intelectualmente con su herencia en un libro conocido como La Cuestión Judía, publicado en 1844 como reseña de dos obras de Bruno Bauer.

A los 17 años ingresó a la Facultad de Leyes de la Universidad de Bonn, y en el curso de sus estudios se comprometió con la hija de un prominente Barón, con la cual se casó. Con seguridad, poco debe haber imaginado Jenny von Westphalen que su matrimonio con este seguidor del romanticismo alemán, la arrastraría a una vida de privación y pobreza. Posteriormente, Marx se trasladó a la Universidad de Berlín, donde empezó a militar en el movimiento de los “Jóvenes Hegelianos”, grupo de seguidores de este importantísimo filósofo, Hegel, muerto en 1831. Sin embargo, el grupo no se limitaba al debate teórico, también combatía al gobierno de Prusia, hecho de capital importancia, ya que su carácter opositor le impidió hacer docencia universitaria, su vocación. A cambio, saldrá posteriormente de Alemania, para ser expulsado de Francia, y posteriormente de Bruselas, viajará a Londres, donde residirá el resto de su vida.

Es en Francia que conoce a la persona con quien más colaboraría y se identificaría en toda su vida, su amigo y camarada Federico Engels, quien no solo publicó sus libros, sino que también fue quien le permitiría dedicarse a estudiar y escribir, gracias a una empresa textil en Manchester, propiedad de su padre. Además, será Engels quien reconozca a Freddy, el hijo que Marx tuvo con Elena Demuth, la criada de su esposa, un poco conocido incidente, permanentemente olvidado por algunos de sus biógrafos.

Es en París y Bruselas, donde el aprendiz de filósofo se mueve al estudio de la historia y comienza a concebir ideas que posteriormente otros llamarán el Materialismo Histórico. Es en estos años que Marx escribe un manuscrito que solo sería publicado el siglo siguiente con el título de “La Ideología Alemana”, donde se afirma que los individuos dependen de las condiciones materiales, describe los modos de producción existentes a través de la historia y predice el reemplazo del capitalismo por algo novedoso, el comunismo, sin agregar nada más que sea sustantivo, si era nuevo en su producción intelectual.

Foto icónica de Antonio Gramsci,Foto icónica de Antonio Gramsci, de 1920

Los textos anteriores de alguna extensión recogieron sus primeras posiciones revolucionarias, donde se aprecia una concepción humanista e idealista. Se nota ahora la influencia de otro filósofo, Ludwig Feuerbach, a quien Marx le dedica once breves notas, que fueron publicadas como Tesis. Sin embargo, esto es solo algo parcial de una etapa que será conocida como la del “joven Marx” para diferenciarlo del “Marx maduro”, es decir, un autor cuyas ideas más conocidas y populares todavía no se habían desarrollado. Aunque parezca raro afirmarlo, era un Marx todavía “no marxista”, en el sentido de no haber encontrado todavía el cuerpo teórico y doctrinal con el cual pasó a la historia. Era un crítico de la sociedad de su época, pero aún no ofrecía su sustitución, ya que el socialismo no solo se veía lejano, sino que no había desarrollado nada todavía que lo acercara en el tiempo, ni en lo intelectual ni en lo político.

Sin embargo, esto es lo que mejor ha envejecido de Marx, ya que si hay alguna influencia hoy no viene de las doctrinas de los partidos comunistas ni del materialismo dialéctico como tampoco de aquel en permanente debate con otros socialistas, quizás el sentido de estas páginas, es que si hay alguna relación entre Marx y lo que hoy ocurre políticamente es con el “joven Marx”, no el Marx marxista, sino el que no lo era, al menos no todavía, solo que con la duda, de si quienes activan en las calles han leído a este más desconocido Marx.

Es un pensador individualista y a la vez comunitario, más pendiente de lo local que de una revolución universal, más cercano a algunas variantes progresistas e incluso al wokismo, alejado de explicaciones economicistas o dogmáticas, más libertario y menos dogmático. Quizás hay abundancia de idealismo, y si hay ideología es más sobre identidad que sobre clase social. Habla de relaciones sociales solidarias, más bien desde abajo que impuestas por el poder estatal desde arriba, donde más que del fin de la historia con el comunismo se habla de emancipación y dignidad, palabras que mucho se usan en el debate político actual.

La verdad es que el materialismo dialéctico es considerado la filosofía del marxismo, pero Marx nunca, jamás usó el término y probablemente el primero en hacerlo fue el revolucionario ruso y propagandista marxista Gueorgui Plejánov en 1891. Por su parte, el materialismo histórico es de tal modo un cuerpo central, que a mi juicio divide los primeros escritos del Marx ya marxista, pero el punto es que Marx no la usaba, fue Engels el que inició su uso en 1892.

Dos acontecimientos lo alejaron de seguir la línea del joven Marx. El primero tiene lugar en 1847, cuando el Congreso de una pequeña Liga Comunista a la que se había incorporado, lo comisionó para que junto con Engels escribieran un resumen de fácil lectura de las ideas de la organización, probablemente nadie imaginó que el producto final sería con el nombre del Manifiesto Comunista uno de los textos más leídos de la historia. El segundo tiene lugar en 1848, año de estallidos revolucionarios en Europa, la mayor parte abortados, por lo que la hora revolucionaria pasa con rapidez. Había sido una nube pasajera, y la protesta social se ve reemplazada por una nueva ola, esta vez conservadora y de duración mucho mayor.

Sin embargo, tiene la importancia que el hombre de acción ve por primera y quizás única vez lo que podría significar un momento revolucionario, por lo que dedica el resto de sus días a intentar adelantarse, es decir, anticipar un momento similar, con lo que, a partir de ese momento, se inicia con la beneficencia de Engels y algunas herencias de familiares de su esposa, una búsqueda, la idea que “una nueva revolución solo será posible como consecuencia de una nueva crisis”, búsqueda intelectual que lo acompañará hasta la tumba: como determinar el punto de partida de las crisis capaces de originar una transformación revolucionaria de la sociedad. Allí encontramos el origen del Marx que se dedicará al estudio de la economía política para entender las condiciones, elementos y causas probables de la eventual crisis. El Marx economista, aquel que en alguna correspondencia se consideraba discípulo del ex miembro del Parlamento Británico, David Ricardo (1772-1823), con una gran diferencia, ya que Marx pensaba que el estudio de la economía le permitiría distinguir las crisis con perspectivas revolucionarias de las comunes y corrientes.

Por otro lado, la otra parte del legado que llegó a nosotros, con toda su carga de polarización y confrontación fue una especie de santo laico, sacralizado en un altar que nadie le reconoció en vida, menos entre los muchos contradictores socialistas que tuvo. Un hombre de carne y hueso fue convertido en estatua, tanto por la Segunda Internacional, fundada en 1889, por partidos socialistas y socialdemócratas, pero también, y mucho más, en su rival, la Tercera, la Internacional Comunista o Komintern, fundada en 1919 por Lenin. Aún más importante, fue lo que había pasado en la Unión Soviética, donde después de la Revolución de Octubre aparece el proceso de degeneración de las ideas originales que culmina en el estalinismo, adoptando posiciones oficiales aun en arte y literatura.

Es este proceso lo que conduce a que una simple concepción de la historia sea convertida en toda una analogía científica comparable a la teoría de la evolución de Darwin, de tal modo, que, ante su tumba, Engels dijo que su amigo había logrado en las ciencias humanas lo que Darwin había hecho en las naturales.

Marx es también un producto típico del siglo XIX. No solo está influenciado por el positivismo en filosofía y metodología, sino que, al vivir en Inglaterra, no solo observa los frutos del sistema colonial, sino que es influenciado en al menos dos aspectos. Primero, cree poder hacer lo mismo que se había hecho en leyes recién descubiertas en física y química, descubriendo las leyes que rigen el comportamiento social del hombre.

En segundo lugar, el espíritu de la época se hace presente en su rígida moral victoriana. Era avanzado en lo social, pero extremadamente conservador en lo relativo a temas como la familia, bastando ver lo patriarcal que era su actitud hacia su esposa y sus hijas, ilustrado por sus cartas a su mujer y en el caso de estas últimas, la correspondencia con los pretendientes de aquellas.

Marx fue vanidoso, aunque lo suficientemente humilde como para haber afirmado que él no había inventado nada, siendo su obra solo la síntesis de la filosofía alemana, la economía inglesa y el socialismo francés. Su crítica moral al costo social de la industrialización británica y quizás el tema de la desigualdad lo siguen acercando a las generaciones más jóvenes, ayudando a explicar la vigencia del argumento anticapitalista, pero aún más lo ayuda el atractivo del discurso del “joven Marx” sobre una sociedad más justa. Pero, no parece del todo adecuado que, en el siglo siguiente al fin de la guerra fría, se le siga considerando uno de los principales responsables de la Unión Soviética o de los millones de muertos de las tiranías comunistas. Es útil recordar que la parte más apocalíptica de su ideario fue tomada por algunos de sus seguidores para hacer la revolución rusa, precisamente en las condiciones de atraso productivo que Marx aseguraba que no era posible, mientras que en Alemania y el Reino Unido, se seguía un camino parlamentario, al principio también en su nombre.

Me sigue sorprendiendo la pasión que sigue despertando su nombre, sobre todo, en gente que no lo ha leído. Es por cierto un personaje contradictorio, aunque su descripción de la vida de los pobres y marginados de la revolución industrial no es tan distinta a la de Charles Dickens en literatura. Como conclusión, pienso que Marx era mejor como evangelista de un nuevo credo que profeta de una sociedad mejor, y cuánta razón tenía Jean François Revel, cuando decía que “un grupo humano se transforma en multitud manipulable …cuando se vuelve sensible a la imagen y no a la idea, a la sugestión y no al razonamiento”.

Máster y PhD en Ciencia Política (Essex U), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)

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