
Danica McKellar fue uno de los rostros más entrañables de la televisión de finales de los años 80. Con apenas 13 años interpretó a Winnie Cooper, el primer amor de Kevin Arnold (Fred Savage) en Los años maravillosos, serie que se convirtió en un fenómeno cultural.
Su papel la llevó a ser nombrada como “la novia de América”, ya que era el amor platónico de miles de fanáticos. Ese título aún hoy le resulta extraño.
“En el último año de The Wonder Years, alguien en el set se refirió a mí como ‘el primer amor de América’. Yo estaba como, ‘¿Qué? ¿De qué estás hablando?’”, recordó recientemente en el pódcast Hey Dude… The 90s Called!.
Pero cuando el programa llegó a su fin en 1993, McKellar sabía que necesitaba tomar distancia.

“Necesitaba averiguar quién más era aparte de Winnie Cooper”, explicó. El peso de la fama adolescente la dejaba sin espacio para crecer.
“Todos los días, todo el día, la gente me decía: ‘¿No eres esa chica, Winnie? ¿No eres esa chica de la tele?’ Fue una bendición estar en un programa tan popular, pero también era muy limitante”, reconoció.
“Siempre me ha gustado un buen desafío”, contó McKellar sobre su ingreso a la Universidad de California en Los Ángeles a los 18 años.
En su primer curso de matemáticas pensó que había fracasado en su aventura académica.

“Creí que había reprobado el primer examen. Saqué 22 de 40”, relató. Sin embargo, aquel resultado marcaba la diferencia: el profesor mostró que en la clase solo había un 22, dos 15 y el resto puntuaciones inferiores a 10. “Mi síndrome del impostor desapareció”.
“Al día siguiente, alguien me tocó el hombro y me dijo: ‘Disculpa, ¿eres esa chica?’. Yo esperaba que me preguntara por Winnie Cooper, pero me dijo: ‘¿Eres esa chica que sacó 22?’. Fue la mejor sensación”, contó.
Su amor por las matemáticas creció hasta llevarla a participar en un proyecto de investigación junto a la estudiante Brandy Winn y el profesor Lincoln Chayes. Pasaron meses trabajando más de diez horas diarias hasta lograr una demostración rigurosa dentro de la mecánica estadística. El resultado se publicó con el título Percolation and Gibbs States Multiplicity for Ferromagnetic Ashkin-Teller Models on Z2.
Hoy, su aporte se conoce como el teorema Chayes-McKellar-Winn. “Creo que las dos estudiantes eran realmente de primera categoría”, recordó años después el profesor Chayes en entrevista con The New York Times.
Indudablemente,McKellar tenía talento y un futuro prometedor en la carrera académica. Sin embargo, desistió.
“El mundo académico era demasiado aislante y solitario”, confesó a The New York Times en 2005. Poco después decidió regresar a la actuación, pero ya con otra identidad y seguridad personal.
Lejos de abandonar su pasión por las ciencias, McKellar encontró una forma de unirla con su faceta pública.
Primero creó una página web para responder dudas matemáticas de estudiantes y luego comenzó a escribir libros. Su debut editorial fue Math Doesn’t Suck y este año publicará su duodécimo título, I Love You 100: A Counting Book Full of Love.

“Escribir libros de matemáticas me ha mantenido cuerda durante los últimos veinte años porque es algo en lo que puedo hacer una diferencia en el mundo. Puedo realmente escribir un libro, publicarlo, ayudar a los niños con matemáticas y ganar algo de dinero con ello. Es algo que puedo hacer que no depende del negocio [de Hollywood]”, señaló en el pódcast.
McKellar además usa su experiencia para inspirar a más mujeres jóvenes a acercarse a la ciencia. En 2000 testificó ante un subcomité del Congreso de EE. UU. sobre la necesidad de promover la participación femenina en matemáticas y ciencias.
También ha colaborado con iniciativas como el Math-a-Thon de St. Jude Children’s Research Hospital, donde los estudiantes resuelven problemas matemáticos para recaudar fondos.
Hoy, a los 50 años, McKellar sigue dividiendo su tiempo entre pequeños proyectos en Hollywood y su gran vocación: acercar las matemáticas al público general.