
Una madrugada de 2014, la oscuridad del bosque de Waukesha, en Wisconsin, fue el marco sombrío de un crimen que conmocionó a todo Estados Unidos: dos niñas de apenas 12 años guiaron a su amiga hasta el corazón del parque local tras una pijamada y, en un acto calculado y estremecedor, la apuñalaron 19 veces.
El motivo de esta emboscada era tan sorprendente como aterrador: buscaban ratificar su lealtad a Slender Man, una figura surgida del universo digital y anclada en el imaginario colectivo gracias a su misteriosa presencia en los rincones más recónditos de internet.

El atentado cobró notoriedad por la frialdad y minuciosa preparación de las atacantes, Anissa Weier y Morgan Geyser. Durante meses —según los expedientes judiciales citados por The Independent—, las dos niñas planificaron la idea convencidas de que sacrificar a su compañera confirmaría su fidelidad a Slender Man, el personaje alto, sin rostro y vestido de negro, creado en 2009 en un foro de imágenes paranormales.

La noche del ataque, tras lo que debía ser una simple reunión de amigas, invitaron a Payton Leutner a adentrarse en el bosque, donde Geyser la apuñaló mientras Weier la animaba. Las tres chicas tenían apenas 12 años.
Lo que siguió fue un acto de resiliencia que desafió toda lógica. Pese a las heridas sufridas, Leutner, perdida en la maleza, utilizó los árboles para sostenerse y avanzar hasta un sendero donde un ciclista la descubrió y la auxilió. Su recuperación fue larga y compleja, tal como relató cinco años después en una entrevista con ABC News: no pudo hablar durante un tiempo y aprendió a comunicarse mediante la escritura en pizarras, mientras el miedo la acompañó durante años.
La investigación reveló los motivos detrás del violento ataque. Según indicaron las propias agresoras a la policía y recogió la prensa, su objetivo era impresionar a Slender Man, criatura demoníaca popularizada en relatos de “creepypasta” —breves piezas de terror digital creadas para ser compartidas en la web—.
Weier y Geyser no sólo creían en la existencia de la figura, sino que temían represalias contra sus familias si no cumplían con el siniestro deber autoimpuesto. Declararon que debían demostrar su valía a esa entidad oscura de los foros digitales, convencidas de que, tras matar a su amiga, se convertirían en sus sirvientas.

Slender Man, surgido de la mente de Eric Knudsen (alias Victor Surge) en el foro Something Awful, pronto rebasó el ámbito original de unas fotografías manipuladas para simular escenas paranormales. Con su rostro indefinido, enigmático y sus extremidades alargadas —a veces rematadas en tentáculos—, se convirtió en el núcleo de cientos de relatos, fan art, videos, videojuegos y foros online, hasta lograr más de 23 millones de resultados en Google.
La comunidad digital multiplicó su influencia a través de historias colaborativas, entre las que se cuentan series como “Avispones de mármol” en YouTube, inspirada en el formato de falso documental.
La tragedia de Waukesha puso en el foco la delgada línea entre ficción y realidad, y la capacidad de los relatos digitales para trastocar el discernimiento de los más jóvenes. Pese a que ni los creadores originales ni los sitios de “creepypasta” promovieron nunca la violencia, el caso despertó intensos debates sobre las posibles consecuencias nocivas del contenido viral. Los administradores de Creepypasta Wiki se apresuraron a condenar el acto y separar la ficción del culto: “Este wiki no respalda ni aboga por el asesinato ni rituales derivados de obras de ficción”, dijeron en su comunicado oficial.

Las responsabilidades legales y morales se ampliaron entonces del plano individual al colectivo, ante la evidencia de cómo la influencia de la cultura digital puede arrastrar a menores hacia actos impensados. El propio Knudsen expresó su consternación por el rumbo de su creación, describiéndose más como un “administrador” obligado a vigilar la evolución imprevista de Slender Man que como su dueño.
Mientras tanto, el caso generó debate en medios, redes y foros judiciales. Geyser fue condenada a hasta 40 años de internamiento psiquiátrico, mientras que Weier pasó siete años en un hospital de salud mental antes de que un tribunal considerara que no era penalmente responsable, diseñando su liberación bajo medidas estrictas.