No es solo un acontecimiento espiritual. Es un acto de reconocimiento histórico para un país marcado por la crisis más importante de su historia, pero, que no pierde la fe y la esperanza. Venezuela, una nación que ha mantenido su devoción incluso en medio de la adversidad, tendrá por primera vez dos santos canonizados, figuras que reflejan su identidad más profunda: la compasión, la solidaridad y la resiliencia.
“La santidad no tiene geografía, ni clase social, ni un trabajo particular”, explica Monseñor Gianpaolo Rizzotti, jefe de la Oficina del Dicasterio de la Causa de los Santos, en conversación exclusiva con el DIARIO LAS AMÉRICAS. “Aquí estamos frente a dos personas, una religiosa y un médico, con vidas diferentes, pero con una misma misión: servir a su país y ayudar al pueblo a crecer”.
Además de los primeros dos Santos venezolanos, la Iglesia Católica también canonizará a otros cinco nuevos santos provenientes de distintos rincones del mundo, todos ejemplos de fe y entrega cristiana.
Entre ellos figura Ignacio Choukrallah Maloyan, arzobispo católico armenio de Mardin, asesinado durante el genocidio de 1915 y recordado como un mártir de la fidelidad al Evangelio. También será elevado a los altares Pedro To Rot, laico y catequista de Papúa Nueva Guinea, quien se convierte en el primer santo de su país tras ser ejecutado en 1945 por continuar su apostolado pese a la prohibición japonesa. Desde Italia se suman tres figuras de profunda vocación de servicio: Vincenza María Poloni, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Misericordia de Verona, reconocida por su vida dedicada a los enfermos y necesitados; María Troncatti, religiosa salesiana que entregó su vida como misionera entre los pueblos shuar del Ecuador; y Bartolo Longo, laico convertido que, tras una juventud alejada de la fe, fundó el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya y es recordado como “el apóstol del Rosario”. Estas canonizaciones reflejan la universalidad de la santidad, presente en culturas, vocaciones y épocas diversas, pero unidas por una misma fe.
Caminos distintos, misma fe
En José Gregorio Hernández, médico, científico y docente, la Iglesia ve un ejemplo de humildad, inteligencia y entrega. “Con su habilidad y cercanía, sobre todo con los pobres, sirvió a su pueblo”, recuerda Monseñor Rizzotti.
En Carmen Rendiles, la religiosa que nació sin un brazo y fundó la Congregación Siervas de Jesús, encuentra la valentía y la perseverancia de quien desafió las limitaciones físicas para sostener una obra espiritual. “Tuvo un carácter fuerte, mantuvo viva una congregación que parecía desaparecer, y lo hizo con ternura y firmeza. Su capacidad de liderazgo y su dulzura la convirtieron en un ejemplo”, señala el prelado.
Ambos, desde caminos distintos, encarnaron la fe activa que caracteriza al pueblo venezolano: esa fe que cura sostiene, consuela y reconstruye.
Proceso hacia la santidad
Rizzotti detalla las etapas de un proceso que comenzó hace décadas y que culmina ahora con la proclamación oficial. “Primero se realiza el proceso diocesano, en la diócesis donde murió el siervo de Dios. Luego las actas se envían a Roma, donde los teólogos, cardenales y obispos estudian las virtudes heroicas del candidato. Si el Papa lo aprueba, llega la beatificación. Después se necesita un milagro para la canonización”, explica.
En el caso de Madre Carmen Rendiles, el milagro fue reconocido tras una revisión rigurosa. “Los médicos dijeron que no había explicación científica posible. Los teólogos confirmaron que se trató de su intercesión, y el Papa (Francisco) aprobó el milagro”, indica Rizzotti.
El caso de José Gregorio Hernández fue distinto. “Su fama de santidad es tan extendida que el Papa decidió conceder la canonización sin un milagro específico. Su figura ha traspasado fronteras y generaciones. Es la fe del pueblo la que habla por él”, asegura.
Orgullo que renueva esperanza
El 19 de octubre no será solo una fecha eclesiástica: será un día de identidad nacional. Desde Roma, el Papa León XIV proclamará santos a dos venezolanos que representan la luz de un país que no se rinde.
“El pueblo venezolano puede renovar el orgullo de esta celebración, el orgullo de ofrecer a toda la Iglesia dos nuevos santos”, expresa Monseñor Rizzotti. “En este momento de alegría, Venezuela puede descubrir que nada es definitivo. El Señor puede cambiarlo todo cuando cada uno pone su corazón al servicio de Dios”.
El monseñor recuerda una anécdota del propio José Gregorio que revela el alma del futuro santo: “El día que murió, estaba alegre porque ese día se habían firmado los pactos para el fin de la Primera Guerra Mundial. Él había ofrecido su vida por la paz. Horas después, murió. Es un símbolo poderoso: su vida se convirtió en una oración cumplida. Y hoy, ese mensaje sigue vigente”.
Adelantada a su tiempo
Sobre Carmen Rendiles, Rizzotti destaca que su vida fue testimonio de entrega total. “El primer milagro reconocido fue la curación de una persona con parálisis, la misma condición que ella padeció. Eso muestra su sensibilidad ante el sufrimiento humano”.
Y añade un detalle que describe su humanidad: “Conocía el nombre de todas las monjas de su congregación. Era exigente consigo misma, pero siempre dispuesta a perdonar. Un carácter fuerte, pero con una justa dosis de miel”.
Cuando se le comentó que así son las mujeres venezolanas, el monseñor sonrió: “Creo que sí”, respondió, con la calidez de quien ha conocido de cerca la espiritualidad criolla, pues estuvo presente en la beatificación de Carmen Rendiles realizada en Caracas el 16 de junio de 2018.
El jubileo de la esperanza
En el marco del Jubileo de la Esperanza, la canonización de los dos venezolanos adquiere un sentido aún más profundo. “Mirando a los nuevos santos, los venezolanos no deben dejar de caminar juntos, con el corazón abierto a las novedades, y a redescubrir las raíces de su fe”, afirma Rizzotti.
Para el prelado, la santidad de Hernández y Rendiles no es solo un reconocimiento, sino una llamada al compromiso. “A ellos no los movió un interés humano ni un deseo de protagonismo. Los movió la fe, el deseo de confiar en Dios. Ellos entendieron que quien dirige la historia, quien mueve todo, es Dios, y pusieron su vida en sus manos”.
Nación que no pierde la fe
“Creo que a Venezuela puede faltarle todo, menos la fe”, expresó Monseñor Rizzotti, tal vez allí radica la importancia de este momento histórico; porque más allá del reconocimiento del Vaticano, la canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles es también la reafirmación de una identidad espiritual colectiva, la confirmación de que la fe venezolana —probada, resistente, profunda— sigue viva.
El 19 de octubre, cuando en la Plaza de San Pedro se pronuncien los nombres de ambos santos y se eleven al cielo sus imágenes, Venezuela sentirá que algo de su historia también se eleva.
Será un acto de gratitud, pero también de esperanza. Una proclamación de fe, pero también de pertenencia. “La santidad no tiene geografía” y Venezuela, más que nunca, vuelve a brillar desde su fe.