Gustavo Petro pidió la renuncia del director de la Dian tras fracaso en metas de recaudo: sería el cuarto relevo en la entidad

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Con la salida de Llinás,Con la salida de Llinás, la Dian completa su cuarto relevo de dirección durante este Gobierno - crédito @DIANColombia/X

El ambiente en la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) volvió a moverse. A solo nueve meses de haber asumido como director encargado, Luis Eduardo Llinás Chica dejará el cargo, tras recibir la solicitud directa del presidente Gustavo Petro de presentar su renuncia.

La decisión se produce luego de que el funcionario no lograra alcanzar las metas de recaudo tributario establecidas para este año, un tema que desde hace meses generaba tensiones en el alto gobierno. Aunque los indicadores mostraron una leve mejoría respecto a 2024, en la Casa de Nariño no hubo satisfacción con los resultados. Según fuentes consultadas por Infobae Colombia, Petro dio la orden inmediata de buscarle reemplazo y “retomar el rumbo” de la entidad.

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Con la salida de Llinás, la Dian completa su cuarto relevo de dirección durante este Gobierno, un hecho que refleja la fragilidad institucional de un organismo clave para la estabilidad fiscal del país. Antes de él pasaron por el cargo Luis Carlos Reyes y Jairo Orlando Villabona, ambos con diferencias públicas frente a la Presidencia por los mismos motivos: metas fiscales consideradas “irrealistas” y una política tributaria con más presión que margen de maniobra.

El funcionario que asumirá de forma temporal será el viceministro general de Hacienda, Carlos Emilio Betancourt Galeano, que recibió la instrucción presidencial de encargarse del despacho mientras se define un reemplazo definitivo. En el Ministerio de Hacienda confían en que Betancourt, de perfil técnico y experiencia en planeación fiscal, logre estabilizar una institución que, según reconocen en privado algunos funcionarios, “no ha tenido tiempo de consolidar una estrategia coherente”.

Llinás llegó a la Dian el 27 de enero de 2025, impulsado por el entonces ministro de Hacienda Diego Guevara, que apostó por su formación técnica y su experiencia en control financiero. Contador público y especialista en auditoría, había dirigido la Unidad de Información y Análisis Financiero (Uiaf), donde se destacó en la lucha contra el lavado de activos y la financiación del terrorismo.

Su nombramiento fue recibido como una señal de continuidad técnica dentro del gobierno Petro. En los primeros meses, su gestión se centró en tres objetivos, combatir la evasión, revisar los beneficios tributarios y reforzar la fiscalización inteligente. Desde su despacho insistió en que el país perdía más de $100 billones anuales por evasión, una cifra que calificó de “insostenible”.

También impulsó la modernización tecnológica de la Dian y la simplificación de trámites para los contribuyentes, buscando construir una entidad más ágil y menos burocrática. Sin embargo, los esfuerzos no fueron suficientes para revertir las cifras. El comportamiento del recaudo, golpeado por la desaceleración económica y la alta litigiosidad tributaria, terminó por definir su salida.

El relevo de Llinás no es un hecho aislado. Detrás del movimiento hay una preocupación mayor, la falta de continuidad técnica en una entidad que debería ser el pilar de la sostenibilidad fiscal del país. En menos de tres años, la Dian ha tenido cuatro directores, cada uno con su propia visión, prioridades y equipo de confianza.

“Ordenar la casa fiscal” fue la promesa inicial de todos ellos, pero la meta de aumentar el recaudo sin una reforma estructural ha demostrado ser un objetivo difícil de cumplir. Ni la digitalización ni el control de grandes contribuyentes compensaron la caída de ingresos por sectores claves de la economía.

Con la llegada de Carlos Emilio Betancourt como director encargado, el Gobierno busca una transición rápida y sin sobresaltos. No obstante, la tarea que tiene por delante va más allá de los nombres. La Dian necesita recuperar estabilidad, autonomía y una estrategia sostenida en el tiempo, capaz de garantizar los recursos que financian al Estado sin depender de relevos administrativos cada pocos meses.

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