BOGOTÁ- El presidente colombiano, Gustavo Petro, admitió este miércoles que el Clan del Golfo —uno de los grupos paramilitares más poderosos de Colombia— selló una alianza con la guerrilla del ELN, organización con presencia en Venezuela. Esta declaración no solo resulta alarmante, sino que expone los graves retrocesos en materia de seguridad durante su mandato.
En lugar de presentar soluciones concretas, Petro anunció una ofensiva contra el Clan del Golfo en respuesta a una serie de asesinatos de policías y militares, pero no ofreció evidencias claras de una estrategia sostenida o efectiva. Mientras tanto, la violencia sigue escalando en regiones como Catatumbo, donde el narcotráfico mantiene un férreo control.
Lea también: Desarticulan un intento de expansión en España de la Mara Salvatrucha
"Transformación de paz"
El mandatario también reveló la captura de alcaldes y políticos vinculados con el narcotráfico, una muestra de la profunda infiltración del crimen organizado en la institucionalidad local. Sin embargo, los hechos contradicen su narrativa de transformación y paz.
“La ofensiva debe ser total”, escribió en sus redes, tras el asesinato de un líder sindical de su partido. Pero sus palabras parecen no alcanzar a contener la arremetida de estructuras armadas que operan cada vez con mayor impunidad.
Petro insiste en el cambio de modelo para regiones afectadas por cultivos ilícitos y prometió reestructurar la administración de los puertos del Caribe, zona dominada por extorsiones. Sin embargo, los colombianos siguen esperando resultados tangibles.
Colombia atraviesa una de sus peores crisis de seguridad desde la firma del acuerdo con las FARC. La llamada “paz total” no solo no se ha materializado, sino que ha dado espacio a nuevas alianzas criminales, poniendo en jaque la gobernabilidad y la estabilidad nacional.
FUENTE: Con información de Europa Press