
El fentanilo, un opioide sintético con más de 40 años de uso hospitalario, en Argentina se ubicó en el centro de la atención pública a raíz de un lote contaminado con bacterias que dejó hasta ahora la cifra de 96 muertos, pero que las autoridades sanitarias sospechan que son muchas más.
En mayo, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) vinculó una partida contaminada de uso medicinal del laboratorio HLB Pharma Group S.A. y su asociado Laboratorios Ramallo S.A., con un brote infeccioso de neumonía por Klebsiella pneumoniaela, Klebsiella variicola y Ralstonia pickett, que provocaron graves infecciones en pacientes de terapia intensiva.
“El fentanilo es un analgésico y anestésico que hace más de 40 años que está en el uso hospitalario y sanatorial y es indispensable para todas las cirugías que se hacen en el país, así como las terapias intensivas para facilitar las intubaciones y la respiración artificial cuando un paciente lo requiere”, afirmó a Infobae el doctor Carlos Damin, jefe de toxicología del Hospital Fernández. El especialista destacó, en una nota reciente, que su uso hospitalario es seguro cuando se realiza bajo estricta supervisión médica, con dosis calibradas según peso y condición del paciente y un monitoreo continuo de signos vitales.

El fármaco se administra generalmente en forma endovenosa, aunque también puede encontrarse en parches transdérmicos o pastillas en contextos específicos. Su efecto principal es bloquear las señales de dolor en el cerebro y producir sedación profunda, lo que permite procedimientos quirúrgicos y la ventilación mecánica de pacientes críticos.
“El fentanilo tiene efectos analgésicos, anestésicos y entonces produce sedación, que es el motivo principal por el que se lo utiliza en las terapias intensivas, en los quirófanos y en la sala de neonatología o terapias neonatales. Para la sedación por fentanilo, lo que hay que hacer es colocar una determinada cantidad de ampollas. La concentración va a variar en función de la indicación médica según las características del paciente y del peso”, explicó Damin.

Las recientes muertes por fentanilo contaminado dejaron al descubierto que incluso medicamentos esenciales pueden convertirse en un riesgo si los protocolos de producción y control no se cumplen estrictamente.
Este fármaco también se mantiene en la agenda pública a raíz de una nueva epidemia de opioides, de la que son víctimas, sobre todo jóvenes en Estados Unidos y otros países del mundo. Su consumo particular, fuera del ámbito hospitalario, es una preocupación en las autoridades. Francisco Dadic, presidente de la Fundación Argentina de Toxicología, remarcó a Infobae que “el fentanilo está generando esta epidemia tan famosa” en Estados Unidos y también provoca alertas a nivel mundial. Y explicó que la potencia del opioide lo hace más peligroso que otros analgésicos, y que el consumo fuera de contextos médicos puede derivar en sobredosis mortales.

Así, el fentanilo ganó notoriedad fuera del ámbito clínico por su papel en la epidemia de opioides en Estados Unidos y otros países.
“El fentanilo es un opioide sintético ampliamente utilizado por sus potentes efectos analgésicos en el manejo del dolor crónico y la anestesia intraoperatoria. Sin embargo, su alta potencia, bajo costo y accesibilidad también lo han convertido en una droga de abuso importante, contribuyendo a la epidemia mundial de opioides”, explican los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH). La mezcla de fentanilo con otras drogas como cocaína, alcohol o benzodiazepinas aumenta significativamente los riesgos de desenlaces fatales.
El doctor Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra y forense, detalló a Infobae que “el fentanilo ilegal se mezcla con otras drogas como cocaína, heroína, metanfetamina y MDMA, esto es especialmente peligroso porque quien consume estas drogas por lo común no sabe que se les ha agregado fentanilo”.

Esta combinación puede potenciar efectos alucinatorios y depresores del sistema nervioso central, generando lo que algunos llaman “drogas zombies” por los fenómenos de confusión y sedación extrema que producen.
Los efectos adversos del opioide incluyen depresión respiratoria, arritmias, somnolencia profunda, estreñimiento, pérdida de conciencia y muerte. Su acción como depresor del sistema nervioso central, sumada a la baja de la frecuencia cardíaca y presión arterial, explica la mayoría de los desenlaces fatales. Estos riesgos se agravan al combinarse con alcohol u otras sustancias, aumentando la hipoxia y el deterioro progresivo del estado de conciencia.
A nivel hospitalario, el fentanilo se mantiene bajo estrictos protocolos de seguridad. Damin señaló que la administración requiere doble firma y autorización del jefe de guardia o de departamento para garantizar la custodia de las ampollas y prevenir sustracciones que puedan derivar en consumo ilícito dentro del personal sanitario o circulación en el mercado negro.

La vigilancia es crucial, porque su potencia y alta adicción lo convierten en una droga con riesgo significativo de abuso, incluso en entornos controlados.
Los Institutos de Salud de Estados Unidos también enfatizan la necesidad de medidas forenses y científicas para entender el daño orgánico y las susceptibilidades individuales.
“Los estudios histológicos e inmunohistoquímicos son esenciales para comprender el daño orgánico específico, mientras que las pruebas farmacogenéticas pueden identificar susceptibilidades individuales. La creciente prevalencia del abuso de fentanilo resalta la necesidad de protocolos forenses sólidos, investigación avanzada sobre su variabilidad farmacogenética y estrategias para mitigar su abuso. La colaboración internacional, la educación pública y las medidas de reducción de daños son cruciales para abordar eficazmente la crisis del fentanilo”, aseguraron.

Según los expertos de la ANMAT, la presencia de Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii en el medicamento administrado endovenosamente provocó infecciones graves y fallo multiorgánico en 9 pacientes del Hospital Italiano de La Plata que fueron los primeros detectados. “Un medicamento como el fentanilo, cuando está contaminado con bacterias, puede resultar muy peligroso, sobre todo cuando se administra en forma endovenosa y en concentraciones altas para lograr la sedación del paciente”, precisó Dadic.
La contaminación demuestra la importancia de controles farmacológicos rigurosos y trazabilidad en la producción de medicamentos críticos. “Los controles farmacológicos evidentemente no fueron buenos. En el ámbito farmacológico, como también en el alimentario, hay que extremar las medidas altas de seguridad y trazabilidad. No puede haber grados de contaminación”, sostuvo De Rosa Alabaster.
La falta de rigurosidad en los laboratorios puede tener consecuencias mortales, como evidenció este brote, que también se ve agravado por la resistencia bacteriana a múltiples antibióticos.

En paralelo, el fentanilo hospitalario contrasta fuertemente con el fentanilo de abuso que circula ilegalmente. Mientras que en medicina su uso está cuidadosamente dosificado y monitoreado, en contextos ilícitos se mezcla con otras sustancias sin control, con efectos impredecibles y letales. La combinación de su alta potencia, disponibilidad y adulteración con otras drogas ha generado una epidemia de opioides que afecta especialmente a jóvenes y adultos en Estados Unidos y se extiende a otros países.
Los expertos coinciden en que la educación pública, la supervisión hospitalaria estricta y el seguimiento clínico son las herramientas más efectivas para minimizar riesgos. “El fentanilo está generando esta epidemia tan famosa”, señaló Dadic, y añadió que en Argentina el consumo problemático se da mayormente por sustracción de ampollas hospitalarias, a diferencia de EEUU, donde se produce y distribuye de manera clandestina.

Esta droga demuestra ser un medicamento indispensable en contextos hospitalarios, pero extremadamente peligroso fuera de ellos. Su potencia, bajo costo y facilidad de producción lo convierten en un riesgo de abuso global.
“El fentanilo es más potente que la morfina y se utiliza mucho en medicina, principalmente con dos grandes objetivos que son la sedación, o sea, para dormir un paciente e intubarlo y conectarlo a un respirador y para el manejo del dolor en general”, explicó Dadic.
Los médicos enfatizan que la diferencia entre el uso médico seguro y el abuso letal radica en la dosis, la vía de administración y el monitoreo. La combinación de fentanilo con otros opioides o sustancias puede ser mortal, incluso en pequeñas cantidades. El brote de La Plata evidenció que los controles de calidad son tan importantes como la propia prescripción: un medicamento contaminado puede transformar un tratamiento seguro en un evento trágico.

El manejo de esta droga requiere no solo protocolos clínicos estrictos, sino también una mirada integral que incluya vigilancia farmacéutica, educación pública sobre riesgos y cooperación internacional para frenar su circulación ilícita. Los especialistas advierten que la crisis global del fentanilo seguirá siendo un desafío hasta que se logre un equilibrio entre su uso médico imprescindible y la prevención de su abuso.
En síntesis, el fentanilo es un opioide extremadamente potente que salva vidas en hospitales cuando se administra correctamente, pero que puede resultar letal fuera de ese contexto.
La reciente contaminación y la epidemia de abuso mundial ponen en evidencia la importancia de la supervisión, la trazabilidad y la educación sobre este medicamento, subrayando que incluso una herramienta médica vital puede convertirse en un riesgo cuando se incumplen los estándares de seguridad.