
Durante miles de años, los lobos terribles dominaron gran parte del continente americano como uno de los depredadores más temidos de la Edad de Hielo. Con mandíbulas poderosas y cuerpos de gran tamaño, se extinguieron hace más de 12.500 años y dejaron atrás un legado de fósiles que alimentó tanto a la ciencia como a la cultura popular.
Hoy, sin embargo, vuelven a estar en el centro del debate: la empresa Colossal Biosciences anunció que logró “resucitar” a esta especie extinta, al menos en parte, mediante técnicas de edición genética que permitieron crear cachorros híbridos con características físicas del lobo terrible, a partir del genoma de lobos grises.
Ese avance fue posible gracias a un estudio paleogenómico liderado por científicos de la compañía y de la Universidad de California en Santa Cruz, entre otras instituciones, que reconstruyó el genoma del lobo terrible a partir de ADN extraído de fósiles de más de 70.000 años. La investigación presenta un nuevo método para leer genes antiguos con mayor precisión y revela que esta especie fue el resultado de una mezcla evolutiva entre dos linajes de cánidos muy distintos. Según los autores, el espécimen surgió hace entre 4 y 5 millones de años a partir de una hibridación poco común en la historia de los mamíferos.
Aunque el lobo terrible está relacionado con lobos y coyotes, no pertenece al mismo linaje. De hecho, su origen es mucho más complejo: proviene de un cruce evolutivo entre estos cánidos y un linaje más antiguo, vinculado a los perros sudamericanos, lo que lo convierte en una especie única y diferente a los lobos grises.

El lobo terrible, conocido científicamente como Aenocyon dirus, fue uno de los carnívoros más grandes de su tiempo. Su cuerpo era más robusto que el del lobo gris, con mandíbulas especialmente adaptadas para cazar presas de gran tamaño. Estas diferencias físicas, visibles en los fósiles hallados sobre todo en el yacimiento de Rancho La Brea, California, ya hacían sospechar que se trataba de una especie bastante particular.
Ahora, la secuenciación genética vino a confirmar esas conjeturas y fue más allá. Los investigadores descubrieron que el lobo terrible no era parte del grupo evolutivo de cánidos emparentados con el lobo gris. De hecho, no compartía con él una relación tan cercana como se pensaba. Según el análisis de su ADN, el ejemplar extinto descendía en parte de un ancestro común con lobos y coyotes, pero también tenía una porción importante de su genoma proveniente de un linaje más antiguo y distante, relacionado con los perros sudamericanos.
“Los lobos terribles (Aenocyon dirus), depredadores extintos del Pleistoceno norteamericano, aunque fenotípicamente similares a los lobos actuales (Canis lupus), aún no han sido clasificados con certeza dentro del árbol genealógico de los cánidos”, advierten los investigadores en el trabajo publicado en bioRxiv. Al tiempo que aclara que “los resultados revelaron que aproximadamente dos tercios de la ascendencia del lobo terrible provienen de un linaje hermano al que incluyen el lobo gris, el coyote y el dhole (un cánido salvaje asiático), mientras que el tercio restante proviene de un linaje ancestral más antiguo, cercano a la base de la diversidad de Canini”.
Es decir que esta especie por un cruce evolutivo entre dos tipos de cánidos muy distintos. Ese proceso, conocido como especiación híbrida, es raro y poco documentado en mamíferos. Aun así, esta no sería la única vez que ocurre: otro estudio reciente, también con participación de UC Santa Cruz, llegó a una conclusión similar sobre el origen del mamut colombino.

Otro dato llamativo que reveló el estudio es que, aunque el lobo terrible convivió con lobos grises y coyotes durante miles de años, no hay señales de que se haya cruzado con ellos. Es decir, su genoma muestra un aislamiento reproductivo muy claro. Esto podría deberse a diferencias de comportamiento, de hábitat o a una separación genética demasiado antigua. Esta barrera, sumada a la desaparición de sus presas, el cambio climático al final de la Edad de Hielo y la pérdida de hábitat provocada por incendios inducidos por humanos, podría haber contribuido a su extinción.
Uno de los grandes desafíos al estudiar ADN de especies extintas es que el material genético está muy deteriorado. Por eso, para poder reconstruir el genoma del lobo terrible, los científicos tuvieron que usar una estrategia innovadora: tomaron un genoma moderno, el de un lobo gris, como base, y fueron ajustando los datos en varias etapas hasta obtener una versión más precisa de los genes antiguos.
Este proceso permitió obtener un nivel de detalle muy alto. Según explicaron los autores, lograron leer casi por completo el ADN nuclear de dos ejemplares de lobo terrible y también reconstruir su material genético mitocondrial. Esto les permitió comparar sus genes con los de otros cánidos actuales, como zorros, chacales y coyotes, y establecer con mayor claridad sus relaciones evolutivas.
La investigación confirmó que el lobo terrible se separó del grupo de los lobos hace unos 4.5 millones de años. Además, mostró que su historia es más compleja de lo que se creía. Como se dijo, alrededor de un tercio de su ADN proviene de una línea ancestral distinta a la de los lobos y coyotes, lo que respalda la idea de que su origen fue el resultado de una antigua hibridación.

Beth Shapiro, paleogenetista de UC Santa Cruz y directora científica de Colossal Biosciences, destacó que este hallazgo fue posible gracias a nuevas técnicas de análisis genético que se vienen desarrollando desde hace décadas. “Nuestro nuevo artículo se basa en décadas de investigación sobre ADN antiguo para presentar un método mejorado de reconstrucción de genomas antiguos, lo que nos permitió descubrir una sorprendente historia evolutiva oculta en el ADN del lobo terrible”, afirmó en un comunicado de la institución educativa.
A la par de este avance y como corolario de su trabajo previo, Colossal Biosciences presentó un experimento que dio mucho que hablar: el nacimiento de tres cachorros con rasgos del lobo terrible. Se trata de animales generados en laboratorio mediante edición genética, a partir de células de lobos grises modificadas para incluir genes de espécimen extinto.
Los animales se llaman Rómulo, Remo y una hembra nombrada Khaleesi, en homenaje al personaje de Juego de Tronos, serie en la que una versión ficticia de estos caninos es vital para la trama. Es importante aclarar que no son clones exactos. Son híbridos diseñados para parecerse físicamente a los lobos terribles, con pelaje más denso, tamaño mayor y una estructura craneal más ancha. Según explicó Shapiro a CNN Science, el objetivo no era replicar al animal original en un 100%, sino “resucitar las diferencias clave en la manera en que estos animales lucen”.

Sobre el avance de esta empresa, que también trabaja en proyectos para recrear mamuts lanudos y el dodo, Daniel Salamone, presidente del CONICET y experto en clonación, dijo a Infobae: “No es el animal original, porque es muy difícil que se hayan realizado todos los cambios necesarios para que sea ese animal primitivo”. Además, advirtió que podrían tener funciones genéticas desconocidas y que no cumplirían el mismo rol ecológico que sus antecesores.
Desde la compañía que dio origen a estos animales híbridos, aseguraron que estas tecnologías tienen un potencial enorme para ayudar a conservar ejemplares actuales en peligro de extinción. Ya las aplicaron para clonar lobos rojos, una especie en riesgo crítico, con el fin de mejorar su acervo génico.
Matt James, director de operaciones animales de la empresa, señaló: “Lo que podríamos hacer es empezar a utilizar esta tecnología para reintroducir a los fundadores en una población, de forma que se mejore la diversidad genética, la robustez y la adaptabilidad de un programa de recuperación”.