
Cuando Jorge Mario Bergoglio apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro la noche del 13 de marzo de 2013, con voz baja y gesto sereno, el mundo presenció algo más que el anuncio de un nuevo Papa. Fue la entrada en escena de un líder radicalmente distinto. El primer pontífice latinoamericano, jesuita, y no europeo en más de 1.200 años asumía no solo la jefatura espiritual de más de 1.300 millones de católicos, sino también un rol global que muy pronto transformaría: el de un líder que humaniza el poder desde el servicio.
Francisco no heredó una Iglesia en calma. Asumió en medio de escándalos financieros, crisis de confianza, divisiones internas y una herida profunda causada por décadas de abusos sexuales encubiertos. Lejos de evitar el conflicto, eligió afrontarlo con franqueza, sin perder jamás su tono pastoral. A lo largo de 12 años de pontificado, hasta su fallecimiento el 21 de abril de 2025, Francisco consolidó una forma de liderazgo que dejó una marca imborrable en la historia contemporánea.“El verdadero poder es el servicio. Hay que cuidar a las personas con ternura” se convirtió en un mensaje universal.
Como todo gran líder a nivel mundial, fue querido y rechazado en la misma proporción.
• Un liderazgo desde abajo: la humildad como motor
Desde sus primeros días, Francisco rompió con la solemnidad esperada del cargo. Rechazó vivir en el Palacio Apostólico y se instaló en la sencilla Casa Santa Marta. Viajaba en autos comunes, se presentaba sin escoltas exageradas y prefería los gestos simples: abrazos, conversaciones espontáneas, miradas profundas. Detrás de esa austeridad había un mensaje contundente que conectó con millones.

Esta actitud no fue una estrategia de comunicación, sino la continuación de su vida anterior como arzobispo de Buenos Aires, donde solía viajar en transporte público, visitar villas de emergencia, y convivir con la realidad cruda de los más olvidados. La humildad no era una pose. Era su forma de ser. Y, con el tiempo, su forma de liderar.
• Iglesia en salida: el Papa de las periferias
“Prefiero una Iglesia accidentada por salir a las calles, que enferma por encerrarse en sí misma”, dijo en una de sus primeras entrevistas. Y lo cumplió: su pontificado fue una gira constante por las periferias del mundo, físicas y existenciales.
Visitó campos de refugiados en Grecia, lavó los pies de inmigrantes musulmanes y no cristianos en Jueves Santos, abrazó a personas desfiguradas por enfermedades, y denunció las condiciones inhumanas de los trabajadores esclavizados. Su visita a Lampedusa, la isla italiana símbolo del drama migratorio, fue un punto de inflexión: “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”, sentenció allí.
Como él mismo diría en su encuentro con líderes indígenas en Canadá: “La historia no se cambia con discursos, sino con gestos concretos de reparación”.
• Desafiando una estructura milenaria
Para los que temen los cambios, el líder que podemos ver en Francisco entendió que para renovar la Iglesia no bastaban gestos. Por eso impulsó una reforma profunda de la Curia Romana: redujo departamentos, descentralizó funciones, designó por primera vez a mujeres en cargos de liderazgo dentro del Vaticano y forzó la renuncia de altos prelados vinculados a escándalos. En 2022 promulgó Praedicate Evangelium, una nueva constitución apostólica que reorganizó la estructura del poder vaticano, y también dijo “¡Quién soy yo para juzgar!” refiriéndose a la comunidad LGTBQ+ y otros sectores marginados por la mayoría.
También enfrentó la dura tarea de responder a los casos de abuso sexual. Reconoció errores, pidió perdón públicamente y estableció mecanismos más rigurosos de prevención y justicia. En su histórica carta a los obispos de Chile en 2018 escribió: “He incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación. Pido perdón a todos los que ofendí”.
En este punto, Francisco mostró un rasgo inusual en los líderes de instituciones milenarias: la capacidad de reconocer errores y corregir el rumbo con humildad. Un Papa humano, un Papa de carne y hueso.
• Visión global
Francisco fue más allá de los muros de la Iglesia. Participó en los grandes debates del mundo contemporáneo con un lenguaje claro, comprometido y desafiante. Su encíclica Laudato Si’ (2015) sobre el cuidado de la casa común fue celebrada por científicos, activistas y líderes políticos como una de las contribuciones más relevantes en la lucha contra el cambio climático. En ella afirmó: “El desarrollo no se reduce al crecimiento económico: para ser auténtico debe ser integral”.
En 2020, en plena pandemia, publicó Fratelli Tutti, donde propuso un modelo de fraternidad social y política, denunciando el neoliberalismo sin rostro, el racismo estructural y la violencia como instrumento de poder. “La lógica del éxito a cualquier precio debe transformarse en una lógica de servicio”, reafirmó.
Sus discursos ante el Congreso de los Estados Unidos, el Parlamento Europeo, la ONU y el G20 fueron verdaderos manifiestos desde sus creencias morales, con un mensaje transversal: la política es una forma elevada de la caridad si se orienta al bien común.
• Encuentros que marcaron época
El lenguaje corporativo hablaría de networking. Y en este sentido, Francisco no se aisló. Se encontró con Barack Obama, Donald Trump, Angela Merkel, Xi Jinping (indirectamente), Vladimir Putin, Joe Biden, Justin Trudeau y Emmanuel Macron. Recibió en el Vaticano a Greta Thunberg, Lionel Messi, Leonardo DiCaprio, Evo Morales y Bono, entre muchos otros. Más allá de los nombres, lo que impresionaba era su habilidad para mirar a los ojos, escuchar con atención y hacer sentir al otro como alguien único. Este rasgo de empatía y de humanidad hacía que conecte rápidamente con las personas.

En 2019, en Abu Dabi, firmó con el Gran Imán de Al-Azhar un histórico documento por la fraternidad humana. Y en 2021 viajó a Irak, convirtiéndose en el primer Papa en visitar ese país. Allí, en medio de ruinas y amenazas, abrazó a líderes chiitas, cristianos y yazidíes, proclamando: “La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos”.
• Liderar con humanidad
A menudo se dijo que Francisco era un “líder espiritual”. Creo que, en realidad, fue mucho más: fue un líder humano. Comprendía el poder como una responsabilidad moral, ejercía la escucha activa, se alejaba del culto a la personalidad y promovía la construcción colectiva.
Fue criticado desde ambos extremos: demasiado progresista para algunos, demasiado conservador para otros. Sin embargo, su coherencia personal y su convicción pastoral se mantuvieron intactas. “La misericordia cambia el mundo, lo hace más justo y menos frío”, repetía, recordando que el corazón también es una herramienta de liderazgo.
• Diez claves del liderazgo de Francisco
Con aciertos y errores, tomando en cuenta la dimensión del rol que ocupó en la historia de la humanidad, podemos rescatar estos diez aspectos del líder que nos lega Francisco, el nombre elegido por él en homenaje a San Francisco de Asís:
- Servicio antes que poder. Liderar desde el ejemplo, no desde el privilegio.
- Humildad auténtica. No como estrategia, sino como forma de vida.
- Cercanía radical. Estar entre la gente, no por encima.
- Gestión con coraje. Reforma estructural con decisión.
- Visión de un mundo global. Un Papa del mundo, no solo de la Iglesia.
- Escucha activa y conexión con presencia. El diálogo como motor de transformación, mirando a los ojos y con gestos amables (salvo cuando se lo notaba contrariado).
- Fraternidad en la acción. Unir en vez de dividir.
- Concordancia de vida. Coherencia entre discurso y conducta; sin ostentar como otros Papas en el mismo cargo.
- Liderazgo femenino, juzgar los delitos de la iglesia y aceptar las elecciones personales. Apertura real a nuevas voces. Hay un largo camino por recorrer aún. Los cambios trascendentales culturales y de la humanidad llevan al menos dos o tres décadas para verse instalados.
- Esperanza como política. El optimismo como motor de lo posible.
En tiempos donde abundan los liderazgos vacíos, autoritarios o puramente técnicos, Francisco fue una anomalía luminosa. Su estilo queda como testimonio y como desafío. Porque, como él mismo dijo: “El liderazgo auténtico no se impone desde el poder, sino que se construye desde la compasión, la humildad y el servicio a los demás.
*Daniel Colombo es facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 33 libros. LinkedIn Top Voice América Latina. Coach profesional certificado por ICF en su máximo nivel, Coach certificado, Miembro y Mentor en Maxwell Leadership, el equipo de John Maxwell.