
El mundo digital está cada vez más presente en la vida de los niños y adolescentes. Si bien las redes sociales han sido una parte integral de la cotidianeidad, también han sido objeto de muchas críticas debido a los riesgos que suponen para los más jóvenes.
Sin embargo, en lugar de simplemente prohibir el acceso de los niños a estas plataformas, surge una propuesta más transformadora: diseñar un espacio virtual específicamente pensado para ellos. Este modelo, según el periodista Michael Marshall de New Scientist, es la única manera de garantizar que los niños puedan interactuar de manera segura, sana y educativa en un entorno digital.
Las críticas hacia las redes sociales no son nuevas. Algunos temen que estas plataformas estén vinculadas a un aumento de los trastornos de salud mental en los adolescentes, como la depresión o la ansiedad. Otros señalan el exceso de tiempo frente a las pantallas como una causa de preocupación.
Sin embargo, muchos de estos puntos son vistos por algunos expertos como simplistas, ya que no abordan el fondo del problema. Las quejas válidas, como la proliferación de contenido extremista y la influencia negativa de las redes en la imagen corporal de los jóvenes, sí merecen ser tomadas en cuenta.
En este sentido, la exposición a ideologías peligrosas ha llevado a algunos jóvenes a adoptar actitudes misóginas y extremistas. Además, la falta de regulación en la publicidad online permite que se difundan anuncios engañosos, lo que pone en riesgo la salud mental y emocional de los más jóvenes.

Sin una moderación efectiva de contenido y sin un enfoque responsable de la privacidad y la seguridad, las redes sociales pueden ser un terreno fértil para la desinformación y los efectos negativos sobre los adolescentes.
Un punto clave en este debate es que las redes sociales que conocemos hoy no fueron diseñadas pensando en los niños. Plataformas como Facebook nacieron en las manos de jóvenes adultos, y aunque algunas empresas han intentado crear versiones adaptadas para los más jóvenes, como YouTube Kids o las cuentas de adolescentes en Instagram, estos esfuerzos han sido insuficientes. No se trata solo de una cuestión de edad, sino de la falta de un enfoque integral y especializado en las necesidades de los niños en línea.
La tentación de prohibir el acceso de los niños a las redes sociales ha sido una respuesta común ante las preocupaciones por los riesgos digitales. Sin embargo, según New Scientist, esta medida no es la solución. Los niños tienen derecho a estar en línea, a formar parte de la sociedad digital en la que crecen y, más importante aún, a aprender a navegar por estos espacios de manera responsable. La clave está en educarlos, guiarlos y proporcionarles las herramientas necesarias para que puedan disfrutar de las redes sociales de manera segura, sin los peligros inherentes a las plataformas diseñadas para adultos.
En lugar de aplicar restricciones absolutas, es necesario enseñarles cómo manejar estos entornos. Esto incluye comprender los riesgos, cómo identificar contenido dañino y cómo proteger su privacidad. Pero, para lograrlo, no basta con dejar que los niños se enfrenten a las redes sociales sin preparación, sino que se les debe proporcionar espacios virtuales que se adapten a sus necesidades.

¿Qué características debería tener una red social diseñada específicamente para niños y adolescentes? Según Marshall, la clave está en la creación de un entorno seguro, donde los padres y cuidadores tengan el control necesario para supervisar las interacciones de los menores. Estas plataformas deben permitirles interactuar con sus amigos, compartir contenido y formar parte de una comunidad digital, pero bajo un marco estricto de seguridad.
La moderación de contenido debe ser una prioridad. Para los más pequeños, cada publicación podría ser revisada antes de ser publicada, garantizando que no se difunda contenido inapropiado o dañino. Además, se podrían establecer límites en la cantidad de veces que los niños pueden publicar, lo que les enseñaría a usar la plataforma con responsabilidad. Un aspecto importante es la ausencia total de publicidad, lo que evitaría que los niños estén expuestos a anuncios dirigidos que pudieran influir en su comportamiento o en su percepción del mundo.
El modelo propuesto por Marshall tiene un paralelo en la televisión infantil británica, que se caracteriza por ofrecer contenidos apropiados para los niños sin recurrir a la publicidad. CBeebies, el canal infantil de la BBC, es un ejemplo de cómo se puede crear un espacio seguro y educativo para los más pequeños, donde las familias confían en que el contenido es apropiado para sus hijos. Este mismo principio debería aplicarse a las redes sociales: crear plataformas que no solo sean seguras, sino que también ofrezcan contenidos que fomenten el desarrollo emocional, intelectual y social de los niños.
La creación de estas redes sociales especializadas no debería recaer en las grandes empresas tecnológicas con fines de lucro. Según Marshall, estas compañías no están motivadas a crear sistemas que prioricen el bienestar infantil, ya que su principal objetivo sigue siendo generar ingresos. En lugar de ello, la iniciativa debería provenir de organizaciones sin fines de lucro, que puedan centrarse en los intereses de los usuarios más jóvenes y en su protección.

Organizaciones como la Fundación Mozilla o la Fundación Wikimedia, conocidas por su trabajo en el desarrollo de proyectos de código abierto y sus enfoques éticos, podrían ser aliadas en la creación de estas plataformas. No obstante, reconoce que la opción más destacada sería la BBC, una institución con una larga trayectoria en la creación de contenidos para niños y que ya ha demostrado su capacidad para innovar tecnológicamente. “La BBC tiene la experiencia, el conocimiento y los recursos necesarios para liderar esta iniciativa”.
El acceso de los niños a las redes sociales no debe ser una cuestión de prohibición, sino de educación y adaptación. Para New Scientist, si se quiere que los jóvenes crezcan en un entorno digital saludable y seguro, es necesario diseñar plataformas específicamente pensadas para ellos, que les ofrezcan un espacio seguro para interactuar y desarrollarse.
Este cambio solo será posible si se dejan de lado los intereses comerciales y se pone el bienestar de los niños en primer lugar. Según el medo, la tecnología debe ser una herramienta para su crecimiento, no una amenaza para su bienestar.