Luciano Cáceres revela su faceta como hincha de River y por qué prefiere los escenarios antes que los estadios

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Luciano CáceresLuciano Cáceres

Luciano Cáceres es de esos actores multifacéticos que brillan con luz propia. Su mirada penetrante con el celeste de sus ojos acompaña cada palabra pensada y analizada, antes de esbozar sus respuestas profundas. Su talento puede observarse en películas de culto, cine independiente, largometrajes comerciales, teatro experimental o clásico.

Desde muy chico se interesó por la lectura. La ficción siempre estuvo presente en su vida. Y sus prioridades siempre estuvieron ligadas a la faceta artística, a pesar de la presión social que lo “obligaba” a patear una pelota.

Se hizo hincha del Millonario por un mandato familiar, pero tampoco se considera un fanático. “Mi viejo tampoco era futbolero. Fue mi tío, El Negro, el que me llevó por primera vez a la cancha y me hizo de River. Nunca fui muy futbolero, aunque de chico sentía un poco más de esa pasión. Ahora veo que está todo muy comercial y siento que los jugadores no se identifican tanto con los equipos”, deslizó en diálogo con Infobae antes de estrenar su última obra, Adiós Madrid.

El título del filme, que se estrenará en las salas argentinas el próximo 28 de agosto, también permite jugar con lo sucedido en la Copa Libertadores del 2018, cuando el conjunto de Marcelo Gallardo derrotó a Boca en la final disputada en el Santiago Bernabéu. “Me lo han sugerido, pero también quiero que vayan al cine los boquenses. Sólo podría decir que es una película para llorar”, aseguró con una cuota humorística.

Aquella nostalgia por referentes que permanecían durante años defendiendo los colores, como lo supieron hacer en el Monumental el Beto Alonso, Mostaza Merlo, el Negro Astrada o el Pato Fillol son cada vez menos frecuentes en un deporte absorbido por el mercado. “Creo que pasa en todos los rubros. Hoy veo un fútbol mucho más individualista. Además, está el negocio de las apuestas que deforman al juego con situaciones raras como cantidad de amarillas o decisiones arbitrales que no se entienden. Imagino que también deben sostener a esa industria, que es muy grande”, analizó con crudeza; sin omitir “el lado romántico que uno puede apreciar, como el talento de algún que otro futbolista”.

Su vínculo con el fútbol es esporádico. Se detiene a mirar los partidos de la Selección o los de River que son importantes, pero en su agenda puede haber otros compromisos que vayan más allá de la pelota. "No tengo la pasión que tienen otros. Mi sobrino, que es de Racing, llora cada vez que pierde y siente que se le arruina el fin de semana si su equipo no gana. Él tiene el estigma de haber nacido en el 2001, cuando fueron campeones, pero después estuvieron un montón de años sin ganar un título. No logro entender cómo puede depender su estado de ánimo de algo que están haciendo otros. Es irracional”, sostuvo. Y agregó: “Tampoco entiendo a los extremos, como sucede en la política. No me los creo”.

Luciano se hizo hincha deLuciano se hizo hincha de River por un tío, que lo llevó por primera vez a la cancha

Luciano Cáceres no dudó en asegurar que “era el raro de la escuela, porque a los 9 años ya estaba estudiando teatro”. Cuando sus compañeros se reunían para escuchar las transmisiones radiales de Víctor Hugo Morales, él prefería entretenerse con los casetes que introducía en su walkman que contenían Los Caminos de Federico, de Alfredo Alcón.

Eran las cinco en punto de la tarde... Aún recuerda los relatos que disfrutaba en soledad, mientras el resto de los chicos aguardaban frente a los parlantes el grito de gol del club del que eran hinchas. “Seguramente era un incomprendido por mi entorno del colegio, aunque sí me entendía la gente que estudiaba teatro conmigo. Prefería el teatro antes que ir a la cancha. Después habrán comprendido lo que quería ser y lo que pude lograr”, analizó.

La sociedad también era distinta en la década del ochenta. Las imposiciones sociales, los estereotipos y los mandatos familiares imponían una conducta completamente diferente a la actual. “Hoy es muy común ver a un pibe que quiera bailar, cantar o actuar, pero en aquel momento, si uno no jugaba a la pelota era un raro”, argumentó el artista. Y profundizó con una anécdota condimentada con una cuota de humor: “Tenía que jugar y como siempre fui un gigante, porque a los doce años tenía la altura que tengo ahora, me desempeñaba como defensor. No era habilidoso, pero al delantero rival le costaba pasarme”.

El artista siempre tuvo en claro lo que quería para su vida. Además de heredar los colores de River, también recibió el amor por la actuación. Su curiosidad por las ficciones lo llevaban a leer en cualquier circunstancia, sea viajando en el colectivo, caminando por la calle o acostado en su cama. Todavía tiene alguna que otra marca en la frente que le dejaban los golpes que se daba contra las cabinas de los teléfonos públicos, por no apartar la mirada de sus libros. “Fue muy inesperado todo lo que me pasó después. Era hijo de un actor independiente y pensaba que siempre iba a tener que vivir de otra cosa para poder cumplir con la pasión actoral. Soy un agradecido que se me haya vuelto un medio de vida”, subrayó.

En este sentido, cabe mencionar el fenómeno que sucedió con El Eternauta, la serie que generó sensación en Netflix y contó con actores que se dedican a pintar casas para poder solventar los gastos y desarrollar su arte en las tablas. “Hay muchos que lo siguen haciendo después de El Eternauta. Al no haber continuidad en la industria audiovisual, hay que tener laburos alternativos”, sintetizó.

Cáceres estrenará Adiós Madrid (Foto: Franco Fafasuli)

Mientras la mayoría de los chicos tenían como ídolos a las figuras de sus equipos y los pósteres decoraban sus habitaciones, Luciano Cáceres adoptaba la influencia de Vittorio Gassman durante su infancia. “Mi segundo nombre es Victorio, pero me lo pusieron por la legendaria frase Hasta la Victoria Siempre, porque nací en la década del setenta. Es más, tengo una hermana que se llama María Victoria. Yo fantaseaba con ser actor y de chico jugaba a firmar autógrafos y ponía Victorio Giardino, que es el único apellido italiano en mi familia”, recordó con nostalgia.

El apoyo familiar fue clave para que no haya nada que se interrumpiera en sus sueños. “Mi mamá no tenía nada que ver con todo esto, pero siempre me acompañó a todas las obras independientes que hacía. Ahí descubría las cosas que le robaba de casa para usarlas en el escenario. Me acuerdo que mi viejo tenía un solo traje y lo llevé para que lo usara un compañero en una obra y se lo terminaron robando. Fue un bajón, pero después se pudo comprar otro traje. Ellos me apoyaban muchísimo”.

Con el paso del tiempo, su padre enfermó y durante la última etapa de su vida no lograba distinguir la ficción de la realidad. “Tenía Alzheimer y Aterosclerosis. Me acuerdo que una vez fue a ver una película y cuando salió del cine me llamó y no podía creer lo que había visto”...

Lucianito, ¡Te mataron! ¡Son unos hijos de puta! ¡¿Cómo te van a matar así?!— fue la primera frase que le lanzó cuando su hijo atendió el celular.

No, papá. Tranquilo. Estás hablando conmigo, no me mató nadie— fue la respuesta que le surgió de inmediato, consciente de la salud de su papá.

¡Lo voy a ir a ver a Suar y le voy a decir que esto no puede seguir así!— insistió su padre, preocupado por la situación que atravesaba Luciano en la pantalla grande.

En ese entonces, el consagrado artista ya estaba desarrollando varios proyectos con El Chueco, pero no lograba tranquilizar a su papá. “Él fantaseaba mucho. Fue un divino y siempre le agradezco porque me enseñó un oficio que no sé si hubiera llegado lejos surgiendo del Bajo Flores“.

Lee mucho desde muy chicoLee mucho desde muy chico (Foto: Franco Fafasuli)

Durante su extensa trayectoria vivió situaciones inolvidables, como la vez que le tocó rodar en Cuba, cuando protagonizó el filme Operación México. “Tuve dos viajes a la isla: uno turístico, que fue mucho más amable y otro a trabajar, donde no la pasé tan bien. Un ejemplo se dio en un set en La Habana, donde nosotros teníamos una mesa gigante llena de comida y detrás de una puerta había un carro de reparto de pan, donde la gente hacía dos cuadras de cola para llevarse dos panes. Estaba esa ambigüedad que no me parecía buena, más allá del romanticismo de la Revolución. Fue muy duro. Al mismo tiempo, me encontré con compañeros de elenco super cultos y muy preparados. Siempre me quedó una sensación de mucho contraste”, reflexionó.

En la actualidad, se entusiasma con la repercusión que tendrá Adiós Madrid, una obra que considera “un viaje muy potente, con un arco emocional muy fuerte”. "Fue una tarea difícil, porque se trata de cumplir con la historia de un hijo que no había generado ningún vínculo con su padre por un motivo muy particular”, destacó.

Finalmente, se refirió al complejo presente que atraviesa el cine nacional y a la polémica que se generó con Homo Argentum, luego de la división ideológica que quedó expuesta entre diversos grupos de actores. “Creo que hay un cine independiente y posible. Adiós Madrid se hizo íntegramente en España con la productora Madco. Hoy no me puedo meter en la opinión ajena, pero creo que está en falta para la industria nacional todo lo que hacía el INCAA. Con sus cosas buenas, sus cosas malas y todo lo que había por corregir, se necesita mucho. Después están las opiniones artísticas que es imposible meterse. Creo que la grieta sólo benefician a los políticos, porque viven de esa grieta; más allá de qué lado estén", analizó con la transparencia que lo caracteriza.

Y sus argumentos continuaron con una profundidad notable: “Es un método para que sigan durante años en el poder, con mayor o menor protagonismo; ganando o perdiendo una elección, siempre están. Y nosotros, como compañeros, más allá de las ideologías; tenemos que pensar que nuestra industria esté activa y que funcione, con todas las miradas posibles y todos los géneros posibles para contar todas las historias con igualdad de condiciones, con pantallas para proyectar y espacios para que las películas se vean y se puedan difundir".

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