Ozzy Osbourne, el legendario líder de Black Sabbath y símbolo del heavy metal más provocador, murió el 22 de julio de 2025 a los 76 años, según confirmó su familia a Reuters.
A lo largo de su carrera, el ‘Príncipe de las tinieblas’ combinó riffs oscuros, letras apocalípticas y un talento innato para el escándalo.
Ningún episodio resume mejor su figura que la vez en que mordió la cabeza de un murciélago sobre el escenario, una anécdota insólita que se quedó grabada en la historia del rock.
La noche del 20 de enero de 1982, Ozzy ofrecía un show como parte de su gira en solitario en el Veterans Memorial Auditorium de Des Moines, Iowa.

Estaba presentando su segundo álbum, Diary of a Madman, y el ambiente en el recinto era eléctrico. En medio del concierto, algo aterrizó a sus pies. Era, aparentemente, un juguete arrojado desde el público.
Lo que vino después ya es parte del folclore del rock. Osbourne se inclinó, levantó lo que creyó era una figura de hule y lo llevó a su boca.
“Pensé que era uno de esos murciélagos de goma. Lo recogí y era un murciélago de verdad, ¿sabes?”, recordó en el programa Night Flight.
Y ante la pregunta de si el animal seguía vivo cuando lo alzó, Ozzy respondió: “Hasta que le mordí la cabeza”.

Desde entonces, esa ha sido la cuestión de debate entre los fanáticos y curiosos. ¿Osbourne cometió asesinato del mamífero volador? Hay muchas versiones sobre el tema.
Una de ellas, recogida por USA Today, sugiere que el animal ya estaba muerto cuando fue lanzado hacia el escenario. Mark Neal, quien dice haber lanzado el murciélago al escenario, tenía 17 años en ese entones.
Él afirmó que el murciélago “había estado muerto por dos semanas”. Su hermano menor lo había traído vivo de la escuela, pero luego lo guardaron en el congelador para usarlo como parte de una broma en el show.
Sin embargo, Osbourne sostuvo durante años que sintió algo moverse dentro de su boca. “Fue horrible”, dijo más tarde, sugiriendo que el murciélago pudo estar con vida.
Lo cierto es que, terminado el show, Ozzy fue trasladado de urgencia a un centro de salud. Allí recibió antídotos en prevención de la rabia.
En el documental Don’t Blame Me (1992), relató: “Tuve que ir directamente del concierto al hospital, y el médico dijo: ‘Será mejor que te pongamos algunas inyecciones contra la rabia’. Me dieron una en cada nalga, una en cada brazo y una en la parte superior de la pierna… y tuve que repetir eso todas las noches”.
Luego bromeó: “Por si alguno piensa que eso es ‘cool’… si quieres ser un completo idiota, inténtalo”.
El murciélago no fue el único animal víctima del histrionismo de Osbourne.
Años antes, en una reunión con ejecutivos de CBS Records, Ozzy tenía planeado soltar tres palomas como gesto simbólico. Pero tras una discusión con una relacionista pública y bajo los efectos del alcohol, todo terminó mal.
Según el expublicista Mick Wall, autor de Black Sabbath: Symptom of the Universe, Osbourne mordió la cabeza de dos palomas frente a la atónita mesa de directivos.

El propio Ozzy se lo narró relató años después: “Saqué una de esas palomas y le mordí la [expletivo] cabeza. Solo para que se callara. Luego lo hice de nuevo con la siguiente paloma, escupí la cabeza sobre la mesa. Ahí fue cuando me echaron”.
Aunque sus excesos escandalizaron a padres y líderes religiosos, Ozzy tomaba con humor las reacciones a su personaje.
En su autobiografía de 2010 dijo: “He hecho cosas malas en mi vida. Pero no soy el diablo. Solo soy John Osbourne: un chico de clase trabajadora de Aston que dejó su empleo en la fábrica y salió a buscar diversión”.
En sus últimos años, Osbourne se reinventó como estrella de reallity en The Osbournes, con una faceta más familiar, aunque igual de irreverente. En 2019, incluso comercializó peluches de murciélago con cabeza desmontable, una versión infantil de su infame acto.