
La evolución de las lluvias en África concentra la atención de la ciencia mundial por sus implicancias sobre el abastecimiento de agua, la producción agrícola y la vida de millones de habitantes.
Nuevas investigaciones desafían la imagen tradicional del desierto del Sahara como un entorno inmutablemente seco, al revelar que el incremento de las temperaturas debido al calentamiento global podría generar variaciones sustanciales en la cantidad y la distribución de la precipitación sobre la región y otras zonas del continente.
Un equipo de expertos presentó un estudio en la revista npj Climate and Atmospheric Science que prevé modificaciones significativas en los patrones de lluvia africanos para el resto del siglo XXI, basados en simulaciones mediante modelos climáticos que consideran diferentes escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero y abordan los mecanismos atmosféricos involucrados.
El estudio señala que el Sahara, considerado una de las zonas más secas del planeta, podría experimentar un incremento de hasta el 75% en la precipitación hacia fines del siglo XXI bajo escenarios de emisiones elevadas. El documento establece que este aumento se calcula a partir de una comparación entre los registros históricos de precipitaciones del periodo 1965-2014 y las proyecciones estimadas para el lapso que va de 2050 a 2099.
Otras regiones del continente enfrentarán cambios menos pronunciados: sudeste de África con un incremento del 24%, centro-sur africano con un 17% más de lluvias y, en contraste, suroeste africano con una disminución de hasta el 5%.

Estos resultados indican que, mientras muchas zonas podrían registrar mayores precipitaciones, otras seguirán el camino contrario. “Se proyecta que el Sahara casi duplicará sus niveles históricos de precipitación, lo cual es sorprendente para una región climatológicamente tan seca”, explicó Thierry Ndetatsin Taguela, autor principal del trabajo, en un comunicado oficial de la Universidad de Illinois en Chicago.
Y agregó: “Sin embargo, si bien la mayoría de los modelos coinciden en la tendencia general de condiciones más húmedas, aún existe una considerable incertidumbre sobre la cantidad de lluvia que proyectan. Mejorar estos modelos es fundamental para generar confianza en las proyecciones regionales”.
En todas las regiones evaluadas, la magnitud de estos cambios no se distribuye de manera homogénea ni uniforme. Existen patrones espaciales complejos, como incrementos notables en las partes oriental y central del Sahel africano, pero descensos marcados en el sector occidental, atribuidos a la interacción de varios factores atmosféricos.
La investigación analizó 40 modelos climáticos y se centró en ocho regiones africanas, utilizando los escenarios SSP2-4.5 (emisiones de gases de efecto invernadero moderadas) y SSP5-8.5 (emisiones muy elevadas). Para alcanzar resultados estadísticamente robustos, los autores utilizaron periodos de 50 años, y ajustaron los datos para cada subzona climática según la definición del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Uno de los aportes centrales del análisis es la diferenciación de los mecanismos físicos que controlan las lluvias. El estudio explica que, en la mayoría de las regiones, el aumento de las precipitaciones se debe principalmente a que el calentamiento de la superficie de la Tierra genera más humedad en la atmósfera.
Cuando el aire contiene más vapor de agua, pueden formarse más nubes y genera una mayor frecuencia de lluvias, porque la atmósfera tiene mayor capacidad para concentrar y transportar esa humedad.
En cambio, el estudio indica que la posible disminución de lluvias en el suroeste de África está relacionada con cambios en los movimientos del aire, que dificultan la formación de nubes y la llegada de precipitaciones. Además, los autores aclaran que todavía existe mucha incertidumbre en las proyecciones, sobre todo porque los modelos climáticos utilizan distintos métodos para simular cómo se forman y desarrollan las nubes. Este factor representa más del 85% de la disparidad entre las diferentes estimaciones.

Los autores del artículo enfatizan la relevancia de estos hallazgos para el diseño de políticas de adaptación en África y a nivel global. “Los cambios en los patrones de lluvia afectarán a miles de millones de personas, tanto dentro como fuera de África. Tenemos que empezar a planificar para afrontar estos cambios, desde la gestión de inundaciones hasta los cultivos resistentes a la sequía”, advirtió Taguela.
El trabajo subraya la necesidad de fortalecer el desarrollo de modelos climáticos y la comprensión de los procesos atmosféricos para reducir la incertidumbre enfrentada por planificadores y gobiernos. Además, los investigadores instan a los responsables políticos a considerar la variabilidad regional de las proyecciones y a preparar sistemas de gestión flexibles, que incluyan desde la infraestructura resistente a inundaciones hasta técnicas agrícolas adaptadas tanto a excesos como a déficits de agua.
Según los autores, los datos derivados del estudio pueden guiar la planeación y toma de decisiones ante futuros cambios, aunque resaltan que la coherencia de los patrones de cambio proyectados debe combinarse con una actitud cautelosa frente a la incertidumbre de los modelos y la posibilidad de eventos extremos no previstos.