El trágico accidente del funicular de Gloria, ocurrido el pasado 3 de septiembre en Lisboa y que dejó 16 muertos y más de 20 heridos, fue provocado por la rotura de un cable que no cumplía con la normativa exigida para el transporte de personas ni con los requisitos técnicos establecidos por la empresa operadora. Así lo confirma el informe preliminar del Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes de Aeronaves y Accidentes Ferroviarios (GPIAAF), el organismo gubernamental encargado de esclarecer las causas del siniestro.
El documento, publicado este lunes, revela que el cable principal del sistema presentaba deficiencias que vulneraban tanto los estándares legales vigentes como las especificaciones internas de la empresa municipal de transporte urbano que gestiona el funicular. El hallazgo confirma las sospechas iniciales de los investigadores, que desde los primeros días apuntaban a un fallo mecánico grave como causa más probable del desastre.
De acuerdo con el informe, el cable estaba compuesto por seis cordones de 36 alambres de acero, instalados hace seis años. Su sustitución había sido programada para realizarse en un plazo máximo de 263 días, según se desprende de una inspección técnica efectuada la misma jornada del accidente. Sin embargo, los peritos determinaron que el punto exacto donde se produjo la rotura no era visible durante las revisiones rutinarias, lo que impidió detectar el desgaste que derivó en el colapso.
El fallo mecánico fue súbito. Al romperse el cable que conectaba las dos cabinas del sistema, el vagón que descendía por la empinada Calçada da Glória perdió todo control y se precipitó cuesta abajo. El guardafrenos activó de inmediato el sistema de emergencia, pero este resultó insuficiente para detener el vehículo. Según el informe del GPIAAF, los frenos no estaban diseñados para actuar como un sistema redundante en caso de fallo del cable principal, lo que amplificó las consecuencias del siniestro.
Los investigadores señalan que, aunque el sistema de frenado cumplía con los estándares técnicos de su época, no se ajustaba a las recomendaciones más recientes para sistemas de transporte de pasajeros en pendiente pronunciada. En consecuencia, la falta de una segunda medida de seguridad independiente del cable principal dejó al funicular sin margen de respuesta ante la emergencia.

El GPIAAF continúa analizando si existieron negligencias por parte de la empresa operadora o deficiencias en la supervisión técnica por parte de las autoridades competentes. Las pesquisas también buscan determinar si los protocolos de mantenimiento eran adecuados y si las inspecciones visuales, realizadas periódicamente, cumplían con los requisitos de seguridad establecidos por la legislación portuguesa y europea.
Mientras tanto, el Ayuntamiento de Lisboa y la empresa pública de transporte enfrentan crecientes críticas por parte de la opinión pública y de los familiares de las víctimas. Diversas asociaciones civiles han denunciado la falta de controles preventivos y la demora en la modernización de las instalaciones, que siguen utilizando componentes de diseño antiguo adaptados a estándares actuales.
Inaugurado en 1885, el funicular de Gloria es el segundo más antiguo de la capital portuguesa, después del de Lavra. Fue declarado Monumento Nacional en 2002 por su valor patrimonial y su papel en la historia del transporte urbano de la ciudad. El sistema conecta la Plaza de los Restauradores con el mirador de São Pedro de Alcântara, en el Barrio Alto, salvando un desnivel del 17% a lo largo de un recorrido de 265 metros que normalmente se completa en dos minutos.
A lo largo de sus 140 años de historia, el funicular ha sido testigo de múltiples transformaciones. En sus orígenes funcionaba con un sistema de contrapeso de agua, que más tarde fue reemplazado por uno de vapor y, finalmente, por energía eléctrica en 1915. Su estructura de hierro y madera, con detalles que recuerdan la estética de Gustave Eiffel, lo convirtió en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad y en un símbolo del progreso técnico de finales del siglo XIX.
El funicular de Gloria transportaba cada año a más de tres millones de pasajeros, entre ellos turistas que buscaban una experiencia tradicional y lisboetas que lo utilizaban como medio de transporte cotidiano. Su cierre indefinido, decretado tras el accidente, ha afectado no solo a la movilidad de la zona sino también a la vida económica del Barrio Alto, donde varios negocios dependían del flujo constante de visitantes.
Las autoridades han prometido una revisión completa del sistema antes de reanudar el servicio. El Ayuntamiento de Lisboa anunció que el funicular no volverá a funcionar hasta que se implementen nuevas medidas de seguridad, incluidas redundancias en los frenos y la sustitución total del cableado.
El informe final del GPIAAF, que se espera para principios de 2026, deberá establecer si hubo responsabilidades administrativas o penales.