
Garzas blancas y garcetas azules pequeñas. Reinita alidorada y chupasavia de vientre amarillo. Búhos nivales y tiranos tropicales.
En toda América del Norte, tres cuartas partes de las especies de aves están en declive, según un amplio estudio sobre poblaciones de aves publicado el jueves, el cual representa la última señal de una crisis de extinción lenta que amenaza ecosistemas enteros.
La pérdida de población entre las aves del continente tordos sargento entonando “konk-la-ree!” en los pantanos, carboneros congregándose en los comederos suburbanos, halcones peregrinos surcando los cielos entre rascacielos debería actuar como una señal de alarma para las personas que conviven con las aves, afirman los científicos.
Para la mayoría de las especies de aves, la disminución observada entre 2007 y 2021 fue mayor en los lugares donde eran más abundantes, lo que sugiere que las aves están luchando incluso en sus bastiones.
“Esos lugares donde las especies prosperaban y donde el entorno y el hábitat eran realmente adecuados para ellas, ahora son los lugares donde están sufriendo más”, dijo Alison Johnston, estadística ecológica en la Universidad de St. Andrews, en Escocia, y quien lideró la investigación publicada en la revista Science.
“Ese fue el hallazgo más preocupante”, expresó Johnston.

El estudio se basa en una investigación publicada en 2019 que utilizó datos de radar para determinar que América del Norte había perdido más de 3.000 millones de aves entre 1970 y 2017. El nuevo estudio no ofrece una actualización de esa cifra ni determina si la población total de aves está disminuyendo más rápido que antes. En cambio, realizó un análisis geográfico más detallado de las tendencias poblacionales de casi 495 especies de aves.
El equipo de Johnston analizó una sólida base de datos en línea llamada eBird, que recopila más de 100 millones de registros de avistamientos de aves por ornitólogos profesionales y observadores de aves aficionados de todo el mundo cada año.
“Los observadores de aves han estado registrando en sus diarios durante 100 años o más. Es parte del avistamiento de aves”, dijo Ken Rosenberg, un retirado científico conservacionista del Laboratorio de Ornitología de Cornell, quien fue parte del equipo que diseñó y lanzó eBird en 2002. “Así que siempre estuvo ese sueño, esa visión de, ¿y si pudiéramos aprovechar toda esa información?”
Utilizando un modelo de aprendizaje automático para contabilizar los cambios en la forma en que las personas observaron aves con el tiempo, los investigadores descubrieron que el 75 por ciento de las especies documentadas estaban en declive.
El resultado “refuerza el patrón conocido de disminución masiva”, afirmó Richard Gregory, profesor del University College London que no estuvo involucrado en la investigación. “Tomado en su conjunto, y de manera desalentadora, el peso abrumador de la evidencia apunta a una situación cada vez más grave para las aves de América del Norte”.

No hay una sola causa para esta nueva primavera silenciosa. Para muchas especies de zonas de pastizales, las granjas están invadiendo los hábitats y rociando pesticidas sobre insectos que muchas aves consumen. A lo largo de las costas, la construcción y otras actividades están devorando playas y humedales donde las aves se alimentan y anidan. En el Ártico, el aumento de temperaturas está transformando hábitats críticos de reproducción.
Sin embargo, los hallazgos también ofrecen razones para tener esperanza. Para la gran mayoría de las especies de aves en el estudio, hay áreas donde las subpoblaciones se mantuvieron estables o incluso crecieron. Este análisis detallado podría ayudar a los científicos y a los funcionarios gubernamentales a comprender mejor los factores que permiten que ciertas aves prosperen, lo cual podría orientar cómo proteger a especies completas.
Sin embargo, el gobierno federal bajo el mandato del presidente Donald Trump está avanzando con cambios regulatorios que debilitan una ley de un siglo de antigüedad que protege a las aves migratorias y permite más minería, construcción y otras actividades, aun si estas destruyen los hábitats de aves en peligro de extinción y otras especies.
Amanda Rodewald, una ecóloga de Cornell que coescribió el estudio, señaló que algunas de las mismas presiones que afectan a las aves, como el cambio climático y la contaminación del aire, también son perjudiciales para la salud y el bienestar humano.
“Los humanos comparten esos mismos entornos”, dijo Rodewald. “Así que, si no son lo suficientemente saludables para las aves, tienen pocas probabilidades de ser lo suficientemente saludables para las personas también”.
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