Tres días antes de morir, Armando, 56 años, subió a su muro de Facebook una colección de fotos en la playa con su esposa, sus dos hijos y dos nietos. En algunas se le ve bebiendo cerveza dispensada en una jarra de medio litro con un grupo de amigos. No podía saber, desde luego, que 72 horas después fallecería en su casa ubicada en la barriada de Luyanó, al sur de La Habana.
Cuenta la esposa “que padecía de diabetes e hipertensión. Además de tener el hígado graso y otros achaques típicos de las personas que no tienen una alimentación sana y balanceada. Esa noche se insultó muchísimo por un apagón que duró nueve horas. Llamaba a la empresa eléctrica y nadie levantaba el teléfono. Traté de calmarlo, pero el cogía demasiada lucha con los problemas que se viven en Cuba”.
Al menos no sufrió. Según su familia se acostó pasada la medianoche y en algún momento de la madrugada falleció. “La autopsia dictaminó que fue un paro respiratorio. Pero la causa real de su muerte prematura -el promedio de vida de los hombres en Cuba es de 71 años, una estadística que tanto le gusta alardear al gobierno-, fue debido a que no tomaba los medicamentos orientados por el especialista y la mala alimentación”, afirma su esposa y añade:
“Hace siete años comenzó el calvario. Armando recibía mensualmente los medicamentos necesarios además de una dieta de leche (padecía de gastritis), viandas, pollo y pescado. Con Díaz-Canel el país ha ido cuesta abajo. Estábamos mal. Pero ahora es un infierno. Al gobierno no le importa los sufrimientos del pueblo. Si siguen en el poder van acabar por exterminarnos”.
Hace una década, Ernudis, 70 años, era un tipo saludable, aunque generaba antipatías en el barrio. Durante un tiempo fue informante de la Seguridad del Estado y miembro la Asociación de Combatientes, una organización paramilitar. Su intransigencia política rayaba en el fanatismo. Ni siquiera su hijo en la diáspora quería saber del padre. Murió debido a la desnutrición en la mañana del domingo 7 de septiembre, vísperas de la celebración de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.
“Estaba en el puro hueso. Hace días nadie sabía de él. Lo llamaba y no respondía. Yo tenía el teléfono de un pariente suyo. Cuando entraron a la casa lo encontraron muerto. Apenas comía. Recibía una pensión de mil y pico de pesos que no le alcanzaba para comprar alimentos. Y como la mayoría de vecinos lo detestaban, nadie lo ayudaba. Padecía también de enfermedades crónicas que no se atendía por falta de medicamentos”, dice una vecina.
Norberto, 55 años, padece de diabetes ulcerativa entre otros achaques. “Para comprar el tratamiento de un mes tengo que pagar más de 15 mil pesos. EO como o me atiendo la salud. Debido a la enfermedad he perdido la visión, lo que me dificultad trabajar. Un par de espejuelos con los cristales adecuados cuestan de 120 a 200a dólares por la izquierda. Desde 2020 no recibo dieta médica. Me alimento con lo que aparezca: un paquete de perritos o un poco del picadillo infame que venden por la calle. En la farmacia no entran los medicamentos desde hace tiempo”, expresa Norberto.
Una especialista en angiología, revela a Diario Las Américas, que la “mayoría de los logros del gobierno en salud pública se han ido deteriorando. Algunas estadísticas, como el promedio de vida, que fue de 76 años para los hombres y 79 las mujeres se han revertido. En un estudio médico, que no ha salido a la luz, se reconoce que en los últimos cinco años esas cifras cayeron en picada. En 2024 el promedio de vida de los hombres era de 71 años y las mujeres 74, pero en la realidad es bien diferente".
"Es una combinación de factores que van desde las bajas pensiones, la soledad, debido a la creciente emigración familiar, pésima alimentación y déficit de medicamentos que impiden cumplir con el tratamiento orientado. Las personas de la tercera edad han visto menguar aceleradamente su calidad de vida. Por ello un segmento de ancianos están falleciendo. Son padecimientos, que si se llevaran el tratamiento médico, pudieran vivir entre siete y diez años más. La culpa del actual desastre es del Estado”, opina la especialista.
El gobernante Miguel Díaz-Canel, testaferro designado por Raúl Castro, en una entrevista televisiva reciente dijo que “tenemos afectados más del 70% del cuadro médico básico”. En los últimos años, el país no ha logrado disponer de los 300 millones de dólares necesarios para importar las materias primas que permitan producir la mayor parte de los 650 fármacos que en 2024 conformaban su cuadro básico de medicamentos, precisó Díaz-Canel.
El pretexto fácil de la dictadura verde olivo es culpar al embargo de Estados Unidos por la crisis multisistémica que ha provocado un 90 por ciento de pobreza extrema, apagones maratónicos y un déficit agudo de medicamentos. La pregunta que se hacen muchos cubanos, es por qué el gobierno no utiliza una pequeña parte de los 18 mil millones de dólares que GAESA, un holding empresarial militar, tiene en cuentas bancarias.
“Con mil ochocientos millones de dólares alcanza para producir medicamentos durante seis años. A trescientos millones anuales. Y todavía le queda a GAESA 16 mil millones y medio de dólares”, acota Glenda, doctora en un hospital al sur de La Habana.
Richard, directivo de una empresa de fármacos, comenta que “la producción está prácticamente parada desde hace siete u ocho años debido a los impagos con China y la India, aliados del gobierno, de la materia prima que importaban. Por pura desidia las autoridades han dejado deteriorar varios centros de elaboración donde se habían invertido cientos de millones de dólares en tecnología de punta. Eso sí es contrarrevolución”.
Los enfermos crónicos en la Isla disponen de un documento conocido como Tarjetón, que les permite comprar a precios subsidiados medicinas controladas o de uso prolongado. “Pero los medicamentos se pasan meses y a veces años sin entrar a la farmacia”, señala Mario, jubilado. “Soy asmático y hace diez meses que no recibo el spray de salbutamol que me corresponde. Cuando hay cuesta 3.20 pesos. Pero los empleados se los roban y los venden por la izquierda a más de mil pesos”.
Las personas que necesitan medicamentos, tienen que recurrir al mercado informal. Decenas de emprendedores importan medicamentos genéricos de México, República Dominicana, Brasil o alguna isla caribeña y luego los revenden en Cuba.
Ofelia, funcionaria de salud pública, considera que “el gobierno debería otorgarle una licencia a esas personas para que abran farmacias privadas. Es una forma de fiscalizar que no haya fármacos vencidos o adulterados que puedan ocasionar la muerte en algún paciente. Es cierto que la mayoría no podrá acceder a ellos, pero es una solución en medio de la crisis ante el déficit de medicamentos”.
Otra forma de conseguir medicamentos es a través de la iglesia o proyectos como Paloma, una plataforma de comunicación y solidaridad que, desde su creación en 2021, ha entregado medicamentos de forma gratuita a más de 179.000 cubanos.
Mario, jubilado, no puede pagar “500 o 600 pesos por un blíster de paracetamol u otro analgésico. Un tratamiento con antibióticos cuesta miles de pesos y mi chequera es de dos mil pesos. Algo tiene que hacer el gobierno. Son demasiadas necesidades y muy poco el dinero. El cubano está preso como en un campo de concentración. Después critican a Hitler, pero hay muchas formas de aniquilar a miles de ancianos que son una carga para el Estado”, afirma Mario. Y no precisamente con un tiro en la cabeza.