Cubanos no aguantan más los extensos apagones, comer una vez al día y que el futuro sea una mala palabra

hace 1 día 4

La incertidumbre de no tener dinero, comida o poder darle una vida digna a sus dos hijos le ha provocado erupciones en la piel, la caída del pelo e hipertensión arterial, dice Yanisbel, dependienta en un desvencijado local gastronómico al sur de La Habana. Con un paño sucio intenta espantar las moscas que se posan encima de una bandeja de aluminio repleta de panes con mortadella. Varias personas, la mayoría ancianos, hacen cola para comprarlos. La falta de higiene es notable. Ella no tiene guantes desechables o una tenaza para manipular los alimentos.

"No importa, la gente tiene hambre, dice Alfredo, un chofer de ómnibus jubilado. Mi mujer pone los panes en el horno y por la noche nos sirve de comida”. La antigua pizzería ubicada en la Calzada de Diez de Octubre, en la barriada de La Víbora, se ha transformado en una fonda de cuarta categoría donde las personas más pobres suelen comprar algo de comer.

Por los alrededores pululan mendigos, revendedores de baratijas chinas y alguna que otra veterana jinetera que se prostituye por un puñado de pesos y unos tragos de ron casero. Una prostituta borracha ofrece sus servicios por “500 cañas (un dólar y 30 centavos en el mercado informal) hago maravillas con esta boca”, expresa mientras mueve la lengua de forma libidinosa.

La gente intenta no hacerle caso. “Coge cien pesos y desaparece de mi vista, cochina”, le dice en tono agresivo un tipo que bebe cerveza con una camiseta pirata de Lamine Yamal. “Tú estás más manoseada que el pasamano de una guagua”, le vuelve a decir y le tira agua en la cara.

Un señor que sale en defensa de la mujer recibe una retahíla de insultos. “Así está Cuba, llena de abusadores y machistas. Con las mujeres y los viejos son leones, pero ninguno sale a la calle a gritar Díaz-Canel singao. Cada vez que hay una protesta, la mayoría somos mujeres. Los machangos se esconden en sus casas”, en voz alta dice una señora.

Yanisbel reconoce que está "más arriba de los cordales con esta gente (la dictadura), que le tiene metido el pie al pueblo. Ya es hora de alzarse en el monte y convertirnos en cimarrones. Ayer fueron ochos horas sin luz, por falta de frio se me echó a perder el picadillo y a los niños los mosquitos se lo comen vivo. Están llenos de sarpullido por el calor. Si no damos el berro, Díaz-Canel nos entierra vivos. El golpe revirado duele menos. Hay que perder el miedo con esta partia de cabrones. Para vivir así es mejor estar muerto”, se queja en voz alta la dependienta.

Esos pequeños actos de rebeldía ciudadana son frecuentes en la Cuba actual. Ya sea en los viejos taxis colectivos, las esquinas del barrio o en una descarga entre amigos, las críticas en duros términos a la dictadura más longeva del hemisferio occidental prevalece.

La dependienta protesta descargando sus frustraciones con improperios a los gobernantes. A ella no le interesa cuál sería el mejor modelo político o económico. Quiere un cambio ya, ahora. Desea un país diferente, "donde comer, bañarse y comprarse una ropa no sea un lujo ni un dolor de cabeza. ¿Tú sabes por qué los cubanos con menos preparación que emigran se adaptan más rápido que un profesional? Porque no tenemos más nada que perder. Vivir en un efficiency con aire acondicionado, internet free y carro de segunda mano es algo que nunca tendremos en Cuba. Si tuviera la oportunidad de emigrar hago cualquier cosa para salir adelante”, confiesa Yanisbel.

El descontento ciudadano va en aumento en cualquier rincón de Cuba. Norge, residente en Cienfuegos, cuenta a Diario Las Américas que los dilatados apagones son insufribles. “Son están convirtiendo en un problema de salud mental. Estamos retrocediendo a la época de las cavernas. La electricidad es la base de la modernidad. Ninguna economía se puede desarrollar sin energía eléctrica. Muchas personas en mi pueblo, entre la mala alimentación y los apagones, están enloqueciendo. El tren de pelea que aplica Díaz-Canel es abusivo".

"Esta semana hemos tenido apagones de 32 horas seguidas. Llega la luz dos o tres horas y vuelven a quitarla 20 o 30 horas más. Se cuenta y no se cree. Con un calor tremendo y un montón de necesidades, el actual panorama es insostenible. Si el gobierno no cambia de estrategia dentro de cinco años en Cuba no llegamos a seis millones de personas. La gente va a empezar a darse sogazos (ahorcarse) y los que sepan nadar intentarán escapar de esta locura tirándose al mar, a ver si alguna embarcación los recoge y lleva a otro país".

La frustración ciudadana es mayúscula. Richard, joven amante del rock, cuenta que cada mañana reza para que “Trump autorice un bombardeo con drones a las mansiones de los parásitos que gobiernan el país. Pero no va a pasar. Cuba no les importa a los gringos. Si no nos rebelamos, nos mantendrán en el cepo”. Un amigo añade que ya no aguanta una mentira más.

"Canel y su tropa de barrigones dicen una mentira tras otras. Prometen cosas que no cumplen. Como aquella guayaba (mentira) de que iban a abrir las tiendas en MLC para con las ganancias aprovisionar a los mercados en pesos. O justificaban vender un Peugeot a precio de un Ferrari con el pretexto que con ese dinero iban a comprar guaguas para el pueblo. Todo es mentira, descaradamente se burlan del pueblo”.

Según esa persona, la solución pasa por “hacer huelgas de brazos caídos, no participar en ningún acto convocado por el gobierno y robarle todo lo que puedas en tu empleo si le trabajas al Estado. Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”, sentencia.

Damián, profesor jubilado, considera que sin presión popular no habrá cambio. “Los dirigentes están en su zona de confort. Tienen la fuerza de su parte. Habrá que pensar en otras opciones. Sublevarse o la lucha clandestina. De lo contrario, esta mierda dura un siglo”.

Los más pragmáticos optan por la lucha pacífica, el diálogo y el consenso ciudadano. “La revolución cubana ha generado dolor en casi todas las familias. El gobierno fusiló o encarceló a muchas personas solo por pensar diferente. No creo que debamos pasar la página. Esos casos debe dirimirse en los tribunales. Si queremos fundar una democracia debemos aparcar el odio y sentarnos en una mesa a debatir que es lo que quiere el pueblo. Y ese momento se acerca”, opina un estudiante universitario.

Según el Observatorio Cubano de Conflictos, en el mes de junio, se produjeron 41 grafitis y pintadas antigubernamentales en Cuba. La mayor cantidad que se haya registrado en un mes desde que se comenzó a registrar ese tipo de acciones en septiembre de 2020.

El pasado fin de semana tres madres habaneras, vecinas del municipio La Lisa, intentaron plantarse frente a la residencia del gobernante Miguel Díaz-Canel para pedir comida, medicamentos y una vivienda digna. No es primera vez que sucede. En abril de 2024 fueron a protestar y lo único que recibieron fue un plato con arroz blanco, croquetas desabridas y col sin aliño. También, más vigilancia y represalia por parte de la policía política.

Una de ellas, Estanys Rodríguez, madre de una niña de dos años, caminó durante 45 minutos desde su choza de ladrillos sin repellar, en Marianao con la pequeña en brazos. "Lo hice, dijo entonces, porque ya no aguantó más estar pasando tantas necesidades con mi hija”. Rodríguez denunció haber sido amenazada tras exponer su caso en las redes sociales “Me dijeron que si lo volvía hacer me iban a procesar. Le respondí que lo hicieran”.

Un año después, Estanys sigue viviendo en la extrema pobreza. El régimen no ha hecho nada para mejorar su calidad de vida. “Cualquier tipo de protesta es válida. Lo que no podemos es quedarnos callados”, afirma la dependienta Yanisbel. Cada vez más cubanos piensa como ella.

Leer artículo completo