Los aeropuertos de Estados Unidos enfrentan una de las peores crisis de los últimos años debido a una severa escasez de controladores aéreos que, como otros empleados federales esenciales, cumplen funciones sin recibir salario por el cierre del gobierno federal.
El paro, que acaba de ingresar en su segundo mes y amenaza con convertirse en el más prolongado de la historia, ya ha provocado retrasos generalizados, cancelaciones y una creciente preocupación por la seguridad aérea.
El domingo 2 de noviembre en la mañana, la Administración Federal de Aviación (FAA) emitió una paralización total de operaciones en el aeropuerto de Newark Liberty, un centro neurálgico para vuelos en la región de Nueva York. El promedio de espera en Newark supera las tres horas y podría extenderse hasta el lunes.
La FAA advirtió que la situación no solo afecta a Newark: al menos la mitad de los principales 30 aeropuertos del país presentan déficit de personal. “Debemos reducir el flujo aéreo para mantener la seguridad”, declaró la agencia, subrayando que esto “puede derivar en retrasos o cancelaciones”.
Según datos del sitio de monitoreo FlightAware, el sábado hubo unas 4.500 demoras y más de 500 vuelos cancelados en territorio estadounidense. El domingo, el escenario no mejoró: se contabilizaron 2.756 retrasos y 222 cancelaciones antes de la tarde.
Una situación similar ocurrió en el aeropuerto Internacional de Orlando, donde las demoras promediaron 2 horas y 40 minutos y, en casos extremos, llegó a demorarse hasta 12 horas un solo vuelo.
De acuerdo con datos reportados por Axios, casi 13.000 controladores aéreos siguen desempeñando sus tareas sin cobrar, un número que corresponde a la estructura mínima necesaria para asistir más de 50.000 vuelos diarios sobre el espacio aéreo estadounidense. El 80% del personal de control de tráfico aéreo en Nueva York se ausentó al inicio del fin de semana, acentuando los problemas en una de las zonas más transitadas del mundo.
El propio secretario de Transporte, Sean Duffy, reconoció en declaraciones a varios medios nacionales que los problemas “solo van a empeorar” a medida que el paro se prolongue. Ante ABC News, Duffy remarcó que “si el gobierno no abre en la próxima semana o dos, miraremos atrás y veremos estos días como los buenos, no los malos”.
El funcionario explicó que los trabajadores enfrentan “una gran presión” por tener que cumplir funciones “haciendo el trabajo de dos personas en vez de una”, lo que incrementa el riesgo operativo y el nivel de estrés.
Duffy también se refirió a la difícil situación económica de miles de empleados federales: “tienen que decidir si van a trabajar sin recibir un sueldo y sin poder poner comida en la mesa, o si buscan trabajo en Uber, DoorDash o en restaurantes”. Varios controladores aéreos, junto con agentes de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA), se ven forzados a buscar ingresos alternativos para sostener a sus familias.
La FAA, en un comunicado publicado en su cuenta oficial en la red X, instó al Congreso estadounidense a concluir el paro gubernamental. El organismo argumentó que solo una reanudación de la actividad permitirá a los trabajadores “recibir los sueldos que se han ganado y evitar más trastornos a los viajeros”.
El trasfondo del conflicto está marcado por el estancamiento en las negociaciones políticas. Un proyecto de ley impulsado por los republicanos para reabrir el gobierno fracasó reiteradas veces en el Senado. Los demócratas, por su parte, condicionan su apoyo a la extensión de créditos fiscales para seguros de salud y la reversión de recortes en programas como Medicaid.
Mientras los partidos intercambian acusaciones y el presidente Donald Trump afirma que no negociará “bajo extorsión”, aumenta la tensión al interior del sistema aéreo.
Duffy advirtió sobre la posibilidad de suspender aún más vuelos en todo el espacio nacional: “retrasaremos y cancelaremos los vuelos que sean necesarios para mantener la seguridad de las personas”. La FAA tuvo que limitar recientemente la llegada de aviones a Newark a solo 20 por hora, una medida excepcional para un aeropuerto de esa escala.
En los centros de control de rutas aeronáuticas de alto nivel, como el de Jacksonville —que gestiona el tránsito del sudeste del país— se declaró la emergencia de personal, obligando a rerutear vuelos de Atlanta, Orlando y Miami.
El sindicato de controladores aéreos pidió al Congreso la aprobación de una resolución provisional para garantizar pagos y estabilidad laboral, pero la falta de acuerdo mantiene en vilo tanto a los empleados como a millones de usuarios. De no encontrarse una solución, advierten expertos y autoridades, el temido colapso del sistema aéreo estadounidense podría hacerse realidad en los próximos días.
                        hace 7 horas
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